Capítulo 38

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Louis llevaba despierto quince minutos.

Sabía exactamente el tiempo porque había visto avanzar el reloj de su mesilla desde las siete y veintidós hasta las siete y treinta y siete. Harry no había dado señales de acompañarle en la vigilia, Louis solo tenía conocimiento de que estaba vivo porque sentía su respiración en la nuca, un soplido constante cada cuatro segundos, Louis también había contabilizado esos segundos.

La noche anterior su mente no le había permitido darle demasiadas vueltas a lo que había ocurrido, de hecho, había caído en un sueño profundo con tanta rapidez que, al despertar, le había costado unos segundos situarse en el espacio tiempo.

El mismo Harry que había desaparecido rápidamente con la mera escucha de una nueva oportunidad que Louis había lanzado como la última entre líneas, había aparecido como una exhalación en su habitación y, sin darle tiempo ni a pestañear, le había hecho correrse dos veces, le había magullado el cuello y el pecho y se había dormido todavía dentro de él.

Con la luz del alba las cosas seguían sin tener ningún sentido. A pesar de ello, Louis no se dio la oportunidad de dudar. Tampoco quiso dársela a Harry.

Quince minutos eran suficientes minutos.

Harry sintió un calor sofocante subiendo como fuego desde sus piernas hasta su cuello, un calor casi asfixiante y pesado. No pudo abrir los ojos antes de sentir la humedad junto a aquella sensación de quemazón. Alargó sus dedos entre sus piernas y dio de bruces con el cabello de Louis, moviéndose de manera rítmica, arriba y abajo.

No sabía cuánto tiempo llevaba su polla saliendo y entrando de la boca de Louis, pero solo fue consciente de que estaba recibiendo la mamada de su vida, cuando se corrió estrepitosamente en la boca del escritor y, al parecer también en sus mejillas, cosa que supo cuando Louis apareció frente a él esplendoroso, sudoroso, sonriente, con el pelo revuelto y los restos de Harry en su rostro.

-Hasta tu corrida es dulce, Styles, ¿qué voy a hacer contigo?- preguntó pasando dos dedos por su cara y chupándolos con delicia para perdición de la cabeza de Harry.

-Como muchos frutos rojos- gruñó con la voz ronca por el sueño y el orgasmo entrelazados.

Louis sonrió con más fuerza y le besó entre los ojos, bajando después a sus labios y deteniéndose unos segundos acariciando la lengua de Harry entre la suya.

-Te acabas de correr en mi boca, creo que es innecesario menospreciar el aliento mañanero, ¿no crees, bebé?

Harry sonrió y se agazapó entre las sábanas, haciéndose un ovillo y llevando a Louis con sutileza de vuelta a su lado en la cama, atrapándolo entre sus brazos y suspirando entre el sueño y la vela.

-Es un nuevo día.

-Son las malditas siete de la mañana- gruñó Harry en su oído.

-Casi las ocho, que te despierten con una mamada da pie a una ducha y un desayuno.

-Cállate, Louis- pidió apretándole entre sus brazos.

Louis puso unos morritos invisibles para Harry y accedió al sueño con simpleza.

-No sabía que eras tan mandón, vamos a estirar la cuerda tú y yo.

Louis cerró los ojos con la luz tenue entrando por la ventana y se dejó llevar de nuevo hacia el sueño, creyó escuchar a Harry antes de caer por completo: "hacia el mismo lado".

Las nueve era una hora decente, más si tenías invitados en la casa. La gente no podía despertarse y encontrar el silencio por respuesta en casa ajena. Louis debía ser un buen anfitrión, eso un diez por ciento, el otro noventa por ciento eran los nervios dentro de él y su incapacidad para mantenerse en la cama despierto más tiempo del estrictamente necesario.

El Café 17 - Louis y HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora