Treintaidós

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Ink había sido muy ingenuo, tanto que le sorprendía, quizás pasó por alto que el amor implicaba muchas cosas.

Cuando se tuvo que separar de Error para tomar aire, dejó de que apoyarse en el mencionado para por fin pararse de forma correcta y poner sus pies sobre la tierra.

Con movimientos torpes y con la poca fuerza que tenía pudo ir hacia atrás y alejarse del azabache aunque eso no duró mucho pues sintió como el mayor lo abrazaba, estaba cansado como para hacer algo así que solo hundió su rostro en el pecho del mayor.

—Ya déjame...

—No puedo.

—Si puedes, solo que no quieres —Con su brazo intentó que lo soltará pero fue en vano— ¿En serio te gustó?

—Ya te dije sí no sé cuántas veces...

—Yo creo que estás confundido.

—¿Y eso por qué?

—No, mejor dicho, estás despechado, sí, es eso.

—¿Por qué te cuesta aceptar que me gustas?

—¿Y qué se supone que hago yo con eso? 

—Acéptalo por lo menos.

Sonaba fácil, mas no lo era, por años ha visto a Error solo como un amigo y ahora que eso tenga que cambiar se le hacía muy complicado.

Todo esto le estaba dando ganas de vomitar y no por el hecho de que haya tomado mucho, sino porque no se creía que Error pudiera estar enamorado y encima de él.

Se espantó al escuchar unas voces cerca de donde estaban, se alejó del mayor y le pidió que fueran a su casa de una vez.

—Aahh, espera, no creo que puedas manejar... —Recordó ese detalle en medio camino.

—Estoy bien.

—¿Cómo dices?

—Que estoy bien, por unos malditos bocaditos y un poco de cóctel no me voy a morir, mejor preocúpate por ti.  

—Yo también estoy genial ¿No te había contado que soy resistente al alcohol? 

Mientras más se acercaban al carro, muchas preguntas empezaron a formularse dentro de Ink y Error luego de esa corta conversación.

¿Acaso usaron como excusa el efecto del alcohol para sus acciones de hace rato?

Ink en verdad que extrañaba su bufanda, deseaba ocultar su rostro en ella y desaparecer si era posible.

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Oh, dulce hogar, cuánto lo había extrañado, sentía que no había estado aquí por semanas.

Dejó la caja en el sofá y miró a Error.

—Bueno, ya me voy, piensa en lo que te dije.

—Sí...

Un silencio absoluto inundó su casa una vez que el azabache se fue.

—¡Este día fue horrible! —Exclamó sujetándose la cabeza y caminó hasta quedar en frente de su habitación.

Miró el interior de su cuarto con un pesar en su alma.

¿Por qué se sentía de esta forma?

Antes nunca le había importado estar solo, mas ahora era como lo peor del mundo...

Entonces sus piernas se movieron y salió de su departamento, esperando alcanzar al azabache.

¿Por qué hacía esto?

[Una sola respuesta] - ErrorInkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora