Cuarentaiuno

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Aunque en un principio le costó un poco, al final se acostumbró a estar despierto hasta altas horas de la noche.

Su truco era buscar algo que hacer, no importaba que fuera.

—Ink ¿Me haces un pequeño favor?

—Claro.

Podía escuchar perfectamente como el sonido de sus pisadas resonaban por los pasillos, igual que las del menor.

—¿Tienes miedo?

Solo sintió como el pequeño se apegó más a su lado, apretó ligeramente su mano y se apresuró en llegar al baño.

Faltaba unas horas para que amanezca, pero aún así el tiempo pasaba muy lento para él.

—Voy a estar aquí, así que no te preocupes.

Soltó un bostezo mientras se apoyaba en la pared.

Fue bueno tomar una siesta antes de venir, no tenía tanto sueño como las otras veces.

—¿Terminaste?

—Sí.

—Ven, vamos a lavarte tus manos.

A este paso tendría que fijarse a qué hora debía dormir para luego no estar cansando el día siguiente.

Descuidar su salud sería malo...

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Abrió sus cuentas de forma abrupta y estuvo por unos segundos desorientado.

¿Qué hora era?

Con cuidado se fue levantando y sobando sus brazos para brindarse calor, qué frío hacía.

¿Qué paso?

—Tengo hambre... 

Aún confundido con todo su entorno, se dirigió a la nevera para ver si había algo para comer.

—Supongo que esto servirá.

Puso la naranja sobre la encimera y agarró un cuchillo para partirla en dos, suspiró agotado por no estar atento en lo que hacía pues terminó cortándose, la sangre no tardo en salir.

—Creo que primero tengo que encargarme de esto —Miró sus manos llenas de pequeños cortes, en algunas aún salia el liquido carmesí, seguro porque eran profundas y claro, como olvidar su reciente herida.

Buscó alcohol, algodón y muchas curitas.

Tomó asiento en su sofá para después tratar todas sus heridas.

Una vez acabó, movió sus falanges para checar si todo iba a quedarse en su lugar.

—Esto es horrible —De forma suave llevó sus manos hacia su rostro y se sobó sus notorias ojeras.

Estuvo como unos cinco días sin dormir, así que era comprensible que su aspecto sea realmente demacrado. Se dirigió a su habitación totalmente ido y cuando vio las sábanas que se encontraban en el suelo, solo las recogió, se sentó en la orilla de la cama, de pronto recordó su celular, lo buscó con mirada, aunque no esperaba nada bueno, cuando tuvo en sus manos el aparato, lo encendió.

Otro mensaje. 

❮No vas a ganar nada evitándome❯

Sí, lo sabía.

Miró hacia el techo y suspiró.

No podía huir.

Le mandó una respuesta a la mayor y sin rechistar fue por una chompa que le quedaba un poco holgada, se maquilló ese moretón que tenía en su pómulo, no necesitaba que su madre le preguntará qué le pasó, ya tenía suficiente con esas fotos, que seguro tendría que explicar.

Una vez listo, salió de su departamento.

Cuando estuvo afuera, pudo notar que no hacía tanto calor como antes, usualmente a las cuatro de la tarde el sol seguía molestando, pero para su sorpresa al parecer hoy no era el caso.

—Mami, mami, ya no quiero regresar el colegio.

—¿Cómo dices, cariño? Si ahí vas a aprender muchas cosas y tener amigos.

Llegó a escuchar la risa de la mujer que paso a su lado junto a su hijo.

Mientras avanzaba, podía oír a una persona hablando por teléfono, un grupo de chicos regresando del colegio, un par de compañeros de trabajo charlando del pésimo día laboral.

Bla, bla, bla...

No le importaba demasiado los transeúntes, se detuvo en una tienda para comprar algo para comer y beber, hizo lo que pudo para pasar desapercibido y salir rápido con lo recién adquirido.

Perdió el tiempo caminando por las calles y de vez en cuando deteniéndose a ver el cielo.

A su vista todo su alrededor era de colores opacos.

Qué raro.

¿Por qué estaba triste?

¿Eh, triste?

Movió su cabeza de un lado para otro.

Sonríe.

"A las personas les gusta que sonrías, Ink"

¿Por qué no podía sonreír como siempre?

—¿Qué pasa conmigo?

Apresurado caminó hasta quedar en frente de su antigua casa.

—Lo siento, mamá, supongo que te he fallado...

Al final se ha convertido en todo lo que ella no quería que fuera.

—Hasta que llegas, Ink.

Alzó su mirada encontrándose a la mayor parada en la entrada de la puerta.

—¿Por qué no pasas? Parece que se te ha ido un poco de control tu libertad ¿No?

[Una sola respuesta] - ErrorInkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora