Mi papá me llamó el viernes por la mañana para invitarme a almorzar, pero como tenía un día un tanto complicado en la agencia, terminamos quedando para cenar. Ese hecho, sumado a que anoche había estado charlando nuevamente con Varik durante casi dos horas, no hizo más que mantenerme dispersa todo el día.
Me había escrito para avisarme que estaría en Buenos Aires la próxima semana y que tenía muchas ganas de que le hiciera de guía turística. La primera vez que habíamos charlado, al día siguiente de mi cumpleaños, le había contado sobre mi viaje a Europa. Me mencionó un montón de lugares que no debía dejar de conocer, especialmente de su país natal.
En algún punto me confesó que, a pesar de que había estado en Argentina en varias oportunidades, no había tenido el gusto de recorrer demasiado nuestra hermosa ciudad. Le prometí que si algún día venía con tiempo, yo misma le haría un tour turistico. Al parecer, iba a tener que cumplir mi promesa más pronto de lo pensado.
En fin, tenía la cabeza en cualquier lado. No logré terminar con todos mis pendientes a tiempo y terminé mi jornada casi dos horas más tarde del horario habitual. No iba a poder pasar por mi casa para darme una ducha y cambiarme, de hecho, apenas si iba a llegar a horario al lugar donde habíamos quedado con mi papá.
Manejé con el cuerpo tenso y con la ansiedad al tope, una mala combinación si teníamos en cuenta que iba al volante. Pero gracias al altísimo y a la divina gracia, llegué sana y salva. Encontré a mi papá en la entrada del restaurante, el lugar se veía lleno, cosa normal por ser un viernes a la noche.
—Hola amor.
—Hola pa.
—¿No te molesta esperar un poco? El lugar está lleno. —Frunció sus labios—. Si no, podemos buscar algún otro lugar.
—¿Hay mucha demora?
—Unos veinte minutos, según lo que me dijeron.
—Esperemos. Me gusta la pasta de este lugar.
—Dale.
Quince minutos después, donde hablamos de temas triviales y de poca importancia, nos ubicaron en una mesa para dos. La moza que vino a atendernos nos miró con cierta suspicacia, seguramente estaría pensando que mi papá era un sugar daddy y yo una pendeja trepadora.
Pedimos nuestra comida y charlamos un rato más sobre banalidades hasta que de pronto, un silencio incomodo se instaló entre nosotros. Había llegado el momento y me preparé mentalmente para lo que fuera que tuviera para decirme.
—Te pedí de juntarnos porque hay algo que tengo que hablar con vos.
—¿A si? —contesté, haciéndome la desentendida.
—No hace falta que disimules, Dolores ya me dijo que te contó algo sobre el asunto.
Muy bien, ya podía quitar mi cara de "no tengo idea de que me estás hablando".
—Mejor así, no soy buena disimulando.
Él tan solo asintió antes de apoyar ambos brazos sobre la mesa y entrecruzar sus manos.
—Si tardé tanto en hablar de esto con vos es porque no estaba seguro de si debía decírtelo.
—¿Por qué?
—Porque nada de lo que estoy a punto de contarte va a ser de tu agrado.
—A esta altura no creo que pueda hacerme más daño del que ya me hizo.
—Te sorprenderías hija.
Trague duro. Al parecer, mi madre todavía tenía la capacidad de arruinarme la vida aun después de tanto tiempo. Mi papá suspiro ante mi reacción y pareció dudar unos segundos antes de hablar.
ESTÁS LEYENDO
¿Y si...? #PGP2020
RomanceSofía le huye a los compromisos. Damián recién sale de una relación tóxica . Varik está más bueno que el pan. Decisiones. Decisiones. Decisiones. ¿Quién dijo que tomar decisiones era fácil? Porque, aún cuando tus convicciones son firmes, es difícil...