Mire a mi alrededor por vigésima vez en las últimas horas, la sensación de que me estaba olvidando de algo no me abandonaba. Mi maleta estaba abierta sobre mi cama, a un costado, mi cuaderno donde había anotado todo lo que debía llevar. A pesar de que había resaltado, subrayado, tildado y hasta tachado cada uno de los ítems, seguía creyendo que algo me faltaba.
Probablemente era todo producto de mi ansiedad, pero no lograba relajarme y dejarlo estar. Una vez más, fui hacia mi cama y me senté al lado de la maleta. Observe el contenido sopesando si era necesario sacar todo de nuevo para volver a revisar. Me sentía una maldita desquiciada.
Resoplé y me obligué a cerrar la maleta, no tenía sentido seguir perdiendo tiempo sabiendo que el resultado iba a seguir siendo el mismo. Todo estaba ahí, nada faltaba. Baje la maleta y la deje a un lado de la puerta, luego volví con pasos pesarosos hasta mi cama, donde me deje caer boca arriba. Agarre mi celular y mire la hora. Eran las 23:48.
Debía dormirme, mañana tenía que ir a trabajar. A pesar de que podría haberme pedido el día, no lo hice. Estuve hasta hoy adelantando todo lo que pude para así no dejarle pendientes a Camila. Mañana solo iría para traspasarle mis cosas a ella y para reunirme con Sandra.
Eso sí, había pedido de retirarme al mediodía, lo que me daría tiempo suficiente para volver a casa, bañarme y preparar todo antes de que mi papá me llevase al aeropuerto, donde tenía que estar a más tardar a las 17. El vuelo salía a las a las 19:55 con rumbo a Sao Pablo, donde iba a tener que hacer transbordo. Tras una hora y media de espera, partiría hacia Paris, en un vuelo que duraría poco más de once horas, llegando a mi destino a las 16hs, hora local.
Dejé el teléfono sobre mi mesita y sacudí mis pies para dejar caer mis pantuflas. Ya tenía puesto mi pijama violeta con estrellas y lunas blancas, regalo de cumpleaños de mi hermano. Era fan de los pijamas estampados y coloridos, tenía al menos una docena.
Pasados cuarenta minutos, todavía me encontraba mirando el techo. A pesar del cansancio que tenía encima, dudaba mucho que pudiera pegar un ojo. La ansiedad no iba a dejarme dormir, siempre me pasaba antes de cualquier evento importante. Recuerdo que, de chica, cada vez que Dolores o mi papá nos avisaba a mi hermano y a mí de que íbamos a ir de paseo, al parque o de viaje, la noche anterior me ponía tan ansiosa que, incluso algunas veces, llegaba a levantar fiebre. Por eso optaron por decirme las cosas el mismo día.
Volví a agarrar mi celular y comencé a husmear mis redes sociales. No pude evitar meterme en el perfil de Damián, quien no subía ninguna foto desde su viaje a México. Mi último contacto con él había sido la noche del 31. Le mande un mensaje deseándole un feliz año y disculpándome de nuevo por cómo se habían dado las cosas. Su respuesta fue un escueto "Gracias, igualmente".
Un nudo en mi garganta se formó al recordar su confesión de aquella noche. Mentiría si dijera que sus palabras no habían removido algo en mi interior, tampoco podía negar que en estas dos semanas lo había extrañado. Marcos me había dicho que lo que necesitaba era tiempo para aclararme, que no era justo para ninguno de los dos que avanzáramos cuando yo no tenía en claro lo que quería. Lo que sentía. Quizás debería ir a terapia, sería una buena forma de lidiar con mis conflictos e intentar ver como sobrellevarlos sin que impactaran tanto en mis decisiones.
Un suave golpeteo en mi puerta me hizo incorporarme.
—¿Puedo? —preguntó papá desde el otro lado.
—Pasa.
Entró a mi habitación, cerrando la puerta tras de él. Traía en sus manos una taza humeante. Llevaba puesto un pantalón de chándal negro y una remera gris holgada.
—Te traje un té de tilo.
Sonreí ante su gesto.
—Gracias pa —tomé la taza entre mis manos.
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¿Y si...? #PGP2020
RomanceSofía le huye a los compromisos. Damián recién sale de una relación tóxica . Varik está más bueno que el pan. Decisiones. Decisiones. Decisiones. ¿Quién dijo que tomar decisiones era fácil? Porque, aún cuando tus convicciones son firmes, es difícil...