Capítulo 37

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—Respecto a la cena... —dijo tras varios segundos en los que solo nos observamos atentos—, si te hace sentir incomoda que vaya yo...

—¿Queres venir? —lo interrumpí.

—¿Vos queres que vaya? —rebatió.

—Me gustaría que vinieras.

—Entonces voy —contestó resuelto.

Le sonreí en respuesta y deposite un corto beso sobre sus labios, el cual él recibió gustoso. Nos acercamos hacia donde se encontraban Marcos, Lorena y Tomás, mis padres se unieron a nosotros un par de minutos después. Tras decidir que iríamos a Cassandra, nos repartirnos en los autos. 

Marcos, Lore y mi hermano irían en el auto del primero y mi papá iría con Dolores. Tanto Damián como yo, habíamos venido cada uno con su auto, así que decidimos que lo seguiría hasta su departamento así dejaba el suyo y después iríamos juntos en el mío hasta el restaurante.

La cena fue muy animada y para nada incomoda. De hecho, Damián encajó perfectamente con mi familia y mis amigos, integrándose a las conversaciones como si llevara tiempo de conocerlos. Me estaba acostumbrando a la presencia de Damián en mi vida a una velocidad que me sorprendía y me asustaba en partes iguales. 

Al terminar de cenar, mis padres se despidieron de nosotros para ir a casa. Tenía la sospecha de que querían aprovechar el tiempo a solas que iban a tener, ya que Tomás se había sumado a nuestra salida. El sonrojo de Dolores mientras mi papá le abría la puerta del auto me hizo sonreír.

Marcos se fue primero para ir a buscar a Pame, el resto nos subimos a mi auto mientras decidíamos a donde ir. Lore propuso una cervecería a la que había ido recientemente, así que buscamos la dirección en el GPS y arrancamos rumbo a nuestro destino, el cuál por suerte solo quedaba a 20 minutos de viaje. Cuando llegamos, le envié la ubicación a mi amigo antes de entrar. 

El lugar estaba ambientado al clásico estilo de las cervecerías. Mucha madera, mucho hierro oxidado, luces bajas, pizarras con los precios escritos con tiza y una barra enorme con varios expendedores de esa bebida amarga que nunca terminaría por gustarme.

Nos sentamos en una de esas mesas altas con banquetas y pedimos nuestras bebidas. Yo me pedí una Corona con limón, era la única cerveza que podía pasar. Mis acompañantes pidieron cada cual una cerveza artesanal distinta. Mi mejor amigo y Pamela llegaron poco tiempo después.

—Ahora que estamos todos, propongo un brindis —dijo Marcos, levantando su vaso.

Todos lo imitamos.

—Por un futuro lleno de Clios, Cannes y Ojos.

Reí por sus palabras antes de chocar mi botella contra su vaso. El resto se unió al brindis, aunque los únicos que lo entendimos fuimos Marcos, Tomás y yo. Luego de tomar, les explique a los presentes que Marcos había hecho referencia a tres de los más importantes premios a la publicidad. 

El resto de la velada fueron charlas y más cerveza, el que estuviéramos a mitad de semana no nos cohibió en lo absoluto, aunque a la una de la mañana decidimos despedirnos, tampoco éramos tan irresponsables.

Marcos se ofreció a llevar a Lorena y a Tomas a casa, ya que yo debía llevar a Damián a la suya, la cual quedaba en dirección contraria. Aunque la expresión de mi hermano era de clara indiferencia, note su casi imperceptible tic que demostraba lo nervioso que lo ponía el hecho de pasar más tiempo con mi amiga.

Nuestro camino a la casa de Damián fue envuelto en un silencio cómodo, entre miradas de reojo y sonrisas cómplices. En cuanto llegamos a su edificio, me estacione y bajé con él. No hacía falta que me invitara, ya que la invitación estaba implícita en la forma en la que me miraba.

¿Y si...?  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora