—Entiendo tu ansiedad, pero estoy de acuerdo con Dolores, deberías esperar a que tu papá decida contártelo.
Sabía que tenía razón, pero todavía me encontraba bastante enojada como para reconocerlo.
—¿Y si no tiene intenciones de hacerlo?
—No creo que quiera ocultárselos, salvo que considere que dicha conversación solo pueda generarles más dolor.
Eso no lo había considerado. Mi papá sabía todo lo que habíamos sufrido por culpa de esa mujer que decía llamarse nuestra madre, especialmente yo. Quizás, solo intentaba protegernos.
—¿Todo bien? ¿Les puedo retirar? —preguntó la camarera.
—Sí, estaba exquisito, como siempre —respondió Damián.
No me había mentido al decir que acá preparaban una paella espectacular. Lamentablemente, no la había disfrutado como hubiese querido. La comida sabía distinta, e incluso insípida, cuando uno estaba triste o angustiado.
—¿Quieren pedir postre?
—¿Queres algo Sofi?
—Estoy bien así, gracias.
—Bien, yo quisiera un café por favor y la cuenta.
—Muy bien —dijo la camarera. Se marchó ni bien termino de levantar la mesa.
—¿Segura no queres nada?
—No, gracias. Con el humor que traigo no tengo mucho apetito.
Él tan solo asintió y se disculpó antes de revisar su celular, había sonado repetidamente durante nuestra conversación. Llevábamos poco más de una hora en aquel lugar, se habían demorado más en traer la comida de lo que habíamos tardado en comerla. De todos modos, el tiempo se me había pasado volando mientras le relataba a Damián la historia de mi vida. Le había contado sobre mi mamá, mi papá, mi hermano y Dolores.
Él me había escuchado atento en todo momento y agradecía que no me hubiera dedicado gestos ni palabras condescendientes. No buscaba ni necesitaba su lástima ni su consuelo, no era una damisela en apuros que debía serx salvada por la versión argentina de Keanu Reeves. Y no lo decía a la ligera, él realmente guardaba cierto parecido con el famoso actor de Hollywood. Su rostro era alargado, sus labios un tanto gruesos, tenía la nariz recta y los ojos almendrados. Su pelo era lacio, lo llevaba corto y revuelto.
Cuando la camarera trajo el café y la cuenta, intenté tomar esta última para ver el importe, pero Damián no me dejo.
—Por favor, no me digas que sos de esos hombres que piensan que es su deber pagar la cuenta.
—Para nada —dijo entregándome el comprobante—. Vos me invitaste a almorzar, así que te toca pagar a vos. Solo mire el ticket porque quería calcular la propina.
Me esperaba de todo menos esa respuesta y, para ser sincera, lejos de molestarme me encantó. Saqué mi tarjeta de crédito de la billetera, mi DNI y se los entregué a la camarera junto con el ticket.
—¿Ya tenes que volver a tu casa? —me preguntó Damián, mirándome por encima de la taza de café mientras bebía un sorbo.
—No realmente ¿Tenes algún plan?
—Quizás...
Después de firmar el comprobante de pago de la tarjeta y de que Damián dejara la propina como había dicho, nos levantamos y salimos del lugar. La tarde estaba calurosa, el sol brillaba alto en el cielo, haciendo que se sintiera más como un día de verano que de primavera.
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¿Y si...? #PGP2020
RomanceSofía le huye a los compromisos. Damián recién sale de una relación tóxica . Varik está más bueno que el pan. Decisiones. Decisiones. Decisiones. ¿Quién dijo que tomar decisiones era fácil? Porque, aún cuando tus convicciones son firmes, es difícil...