Capítulo 31

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Creo que va a ser mejor que me vaya —dije apenas en un susurro.

Él permanecía muy cerca de mí.

—¿No hay forma de que te haga cambiar de parecer?

Sus ojos estaban clavados en los míos con tanta intensidad, que me costaba horrores mantenerle la mirada.

—Te aseguro que estaría más que dispuesta a ceder, pero puedo pagar muy caro las consecuencias.

Ya no tenía sentido hacerme la tonta, era más que evidente que le tenía tremendas ganas. Y él a mi.

—Nadie tiene que enterarse.

Podía ver claramente la lujuria y el deseo impresos en sus ojos. El que me mirara así me quitaba el aliento. Tragué duro y me alejé unos centímetros. No podía pensar con coherencia teniéndolo tan cerca.

—¿Todo esto de la visita guiada fue un engaño para así intentar seducirme?

Él se encogió de hombros y esbozó una sonrisa culposa.

—Te deseo Sofia, y sé que vos a mí también. Respeto tu decisión, en verdad lo hago, peor no puedes culparme por intentarlo.

Otra vez se me hizo difícil pasar salivaClaro que no podía culparlo, si yo misma me había metido como vaca al matadero. Trague saliva con fuerza. Que fácil sería mandar todo a la mierda y zanjar todo este asunto entre las cuatro paredes de alguna habitación de hotel. Como había dicho, nadie tendría que enterarse. 

Te odio —solté sin poder contenerme.

—¿Por qué?

—Por ponérmelo tan difícil. Por hacerme dudar. Por tentarme y hacerme perder la compostura. Por no permitirme pensar con claridad. No es justo. Vos no deberías insistirme por más ganas que tengas de acostarte conmigo, porque la única que puede salir perjudicada en todo esto soy yo.

El rostro de Varik se tornó serio de un momento al otro. Cerró los ojos y tras unos segundos asintió. ¿Me había pasado de la raya con lo que dije?

Tienes razón, en verdad lo lamento mucho. No voy a ponerte más en esta situación. Lo prometo.

Justo lo que necesitaba escuchar. Entonces ¿Por qué me sentía un tanto decepcionada?

Gracias —susurre no muy convencida.

—¿Cómo vas a volver a tu casa? ¿Necesitas que te de dinero para un taxi?

—No te preocupes, me tomo el subte hasta donde deje mi auto.

—Bien. —Suspiró—. Supongo que llego el momento del adiós. Muchas gracias por este hermoso día, lo disfruté mucho.

—Yo también

Se acercó y me dio un breve abrazo, luego beso mi mejilla y se separó. Le sonreí un tanto nerviosa en respuesta y me di vuelta con la intención de alejarme cuanto antes de ahí, temía retractarme de un segundo al otro. Di algunos pasos, pero me detuve al escucharlo llamarme por mi nombre. Me giré expectante.

Avísame cuando llegues a tu casa, por favor.

—Ok.

De camino a mi casa me encontré sumida en mis pensamientos, intentando convencerme una y otra vez de que había hecho lo correcto. Pero ese maldito "y si" no paraba de asomarse en mi cabeza. Odiaba quedarme con la duda, con las ganas, con la incertidumbre. Sabía que había actuado de la forma correcta, porque cuando los riesgos eran mayores que los beneficios, lo más sensato era abstenerse. Pero ¿Qué hacía uno con las ganas? ¿Con los asuntos no resueltos?

¿Y si...?  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora