Capítulo 29

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El miércoles por la mañana me llamó Damián, preguntándome si quería almorzar con él ya que había ido a ver a un cliente suyo muy cerca de la agencia. Como tenía un día tranquilo, acepte. Quedamos en encontrarnos a dos cuadras de mi oficina, no quería arriesgarme a que me vean con él. Por suerte, no puso ninguna objeción al respecto, ni siquiera se mostró molesto.

Lo encontré parado en la esquina pactada. Llevaba puesto un jean negro y una remera gris de cuello redondo holgada, pero que se ajustaba levemente a sus bíceps. Una de sus manos estaba en su bolsillo delantero del pantalón y con la otra, sostenía el celular mientras lo revisaba. El pelo caía parcialmente sobre sus ojos debido a la inclinación de su cabeza, pero no parecía molestarle.

Me detuve unos segundos a admirarlo, estaba a tan solo unos metros de distancia de él. Damián no era del tipo de hombre que me quitaba el aliento, pero no podía negar que me gustaba. Como si sintiese mi presencia, giró su rostro hacia mi dirección y no tardó mucho en ubicarme con la mirada. Su sonrisa hizo acto de presencia mientras yo retomaba rápidamente el andar, intentando evitar quedar como una acosadora, solo esperaba que no se hubiera dado cuenta de que lo estaba admirando.

Decidimos ir a comer a una hamburguesería gourmet que quedaba relativamente cerca. Preparaban unas hamburguesas espectaculares con pan casero y papas rusticas. Una vez ahí, me pedí una hamburguesa con cebollas caramelizadas, morrones asados, panceta y salsa barbacoa. Él pidió una con doble carne, cheddar, panceta, pickles y la mayonesa especial de la casa.

—¿Qué tal viene tu semana? —pregunté con verdadero interés.

No habíamos hablado desde el domingo. Después de desayunar, y de darnos un baño no apto para menores de edad, nos tomamos un Uber para ir hasta donde había quedado su auto la noche anterior. Luego, me llevo hasta mi casa. Nos despedimos con un beso súper caliente que me dejo con las hormonas alborotadas. Creo que lo hizo al propósito, para dejarme con ganitas de repetir en algún otro momento.

—Bien. El domingo después de que te deje en tu casa fui directo a los de mis padres, estuve todo el día ahí. Y estos días estuve visitando varios clientes para sacarme ciertos pendientes que tenía. Mañana temprano llega Varik y, como suele suceder, me va a absorber por completo mientras se encuentre acá.

La sola mención de Varik provocaba un cosquilleo en mi vientre. Aunque, en esta ocasión, estaba más bien relacionado con los nervios que me causaban el hecho de que Damián pudiera enterarse de mi, casi inexistente, relación con su jefe. No quería que se enterara de que hablaba con él, menos aún, de que iba a verlo este fin de semana.

Por otro lado, tampoco quería que Varik supiera de lo mío con Damián. Lo había rechazado por cuestiones éticas y lo que estaba haciendo contradecía de forma amplia mis propias palabras. Tenía que ser muy cuidadosa, no podía dejar que la situación se me escapara de las manos, no podía meterme en problemas tanto con ellos como con mis jefes.

—Me imagino —dije de forma distraída.

—¿Vos? ¿Ya decidiste que hacer respecto a lo de tus hermanos?

Negué con la cabeza. 

—Por el momento no tengo nada decidido. Ayer hablé con mi papá y le dije que por el momento no tenía intenciones de ir. Él me dijo que iba a hablar con Tomás este fin de semana, le pedí que por favor lo dejara decidir por su cuenta, que no lo influenciara.

—Por lo poco que me contaste de él, no creo que sea la clase de persona que se deja influenciar tan fácilmente.

—No estés tan seguro. Tomás es muy inteligente, pero también es demasiado bondadoso. Si cree que aceptando ir va a hacerlo feliz a mi papá de algún modo, es capaz de aceptar.

¿Y si...?  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora