Mis manos se sentían inquietas dentro de los bolsillos de mi campera, la cual agradecía haber traído ya que había amanecido fresco, aunque en unas horas seguro iba a estar quejándome por tener que cargar con la campera a cuestas. Todavía no eran ni las nueve de la mañana y me encontraba frente al Puente de la Mujer. Lo había citado en ese lugar para arrancar nuestro recorrido.
Ayer me había dedicado gran parte del día a investigar y me había armado un mapa con los lugares donde lo quería llevar. Parte del recorrido debía hacerse en auto por las distancias, así que había armado un itinerario de las partes que se podían recorrer pie y donde tomar un taxi para ir al próximo punto.
—Hola.
Levante la mirada al escuchar su varonil voz. Dios santo... éste día iba a ser una verdadera tortura. Llevaba puesto una joggineta con puños de algodón color gris y una remera negra, también de algodón, que marca ciertas partes de su torso y brazos. Por último, llevaba unas zapatillas deportivas y una gorra negra haciendo juego. Pude sentir como el calor invadía ciertas partes de mi cuerpo. Al parecer, iba a tener que cargar con la campera en brazos antes de tiempo.
—Hola tu —sonreí, intentando no demostrar cómo me afectaba su sola presencia —¿Desayunaste?
—Solo un café ¿Vos?
—Un café con leche ¿Te parece si caminamos un poco y después paramos en una cafetería a desayunar?
—Okey.
Comencé por mostrarle el Puente de la Mujer y luego caminamos hasta donde se encontraba amarrada la fragata Libertad, a la que no pudimos subir porque se encontraba cerrada a esa hora de la mañana. De ahí caminamos calle arriba hasta la Casa Rosada, recorrimos Plaza de Mayo y le señale el Cabildo y la Catedral.
Entramos a un café que estaba en una esquina frente a la plaza y pedimos nuestro desayuno. Comencé a hablarle sobre lo que había investigado ayer sobre los edificios que nos rodeaban y en todo momento se mostró interesado en la conversación. Agradecía haber investigado un poco, al menos así me mantenía centrada y evitaba también silencios incómodos.
Al salir, seguimos a pie hasta San Telmo. Pasamos por la escultura de Mafalda, donde nos sacamos una foto divertida, y luego llegamos a Plaza Dorrego. El ambiente bohemio pareció gustarle mucho e incluso compró un par de chucherías en los alrededores. Ahí nos tomamos un taxi, más por seguridad que otra cosa, y nos dirigimos a Caminito. De camino, pasamos por la Bombonera, fue ahí que me confesó que no era muy amante del fútbol.
Una vez en nuestro destino, recorrimos el corto pero muy colorido sendero, lleno de conventillos con techos de chapa que formaban un impresiónate museo al aire libre. Paramos a tomar unas gaseosas en uno de los bares mientras veíamos un clásico show de Tango. Al terminar, nos tomamos otro taxi rumbo a Recoleta. Aproveché y le pedí al taxista que pasara por el obelisco, no podía dejar eso pendiente.
Estaba comenzando a pensar que esto de hacer de guía turística no se me daba tan mal, o quizás era mi forma de mantenerme entretenida y ocupada para así no pensar en el deseo que tenía de arrancarle la ropa a Varik.
Cada tanto, él se me quedaba mirando fijo, incluso parecía perderse en mis labios cuando hablaba y eso no ayudaba para nada. También había notado que aprovechaba cualquier oportunidad para tocarme, ya sea posando su mano en mi cintura o caminando muy pegado a mí, de modo que nuestros hombros se rozaran.
El taxista nos dejó frente al cementerio de Recoleta. Le propuse a Varik almorzar en uno de los restaurantes que había frente al cementerio y fue así que terminamos sentados en una mesa ubicada sobre la vereda. Me aseguré de no quedar cerca de donde pasaban los transeúntes y él se mostró divertido cuando le expliqué el porqué de mi decisión.
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¿Y si...? #PGP2020
RomanceSofía le huye a los compromisos. Damián recién sale de una relación tóxica . Varik está más bueno que el pan. Decisiones. Decisiones. Decisiones. ¿Quién dijo que tomar decisiones era fácil? Porque, aún cuando tus convicciones son firmes, es difícil...