Capítulo 24

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Estábamos a mitad de semana y cada día que pasaba se me hacía más difícil no tomar el teléfono y llamar a mi papá para pedirle explicaciones. Me estaba matando la incertidumbre, era algo con lo que no me llevaba muy bien. Pero cada vez que agarraba el celular, o en cada oportunidad que se me pasaba por la cabeza ir hacia su casa, la voz de Damián y de Dolores susurraba en mi mente que no lo hiciera. Aun así, no me creía capaz de aguantar mi ansiedad por mucho tiempo más.

Me encontraba sentada en el pequeño jardín trasero de mi casa, contemplando el cielo estrellado. Era una hermosa noche y su calma no hacía más que infundirle un poco de paz a mi atribulada mente. El sonido del ventanal corredizo me hizo saber que mi amigo había llegado, habíamos quedado en vernos esta noche. Me había ofrecido a ir a su casa, pero me pidió de venir acá. Tenía la leve sospecha de que Pamela se encontraba allí y por eso no quería que fuera.

—Hola cielo —dijo depositando un beso en mi frente.

Se dejó caer en la reposera a mi lado, cruzándose luego de brazos y piernas. Lo miré de reojo y pude notar unas marcadas ojeras bajo sus ojos. Marcos cargaba con un semblante preocupado y un tanto triste. Lo que sea que había pasado con Pamela, lo traía muy mal.

—Hola brujito —contesté, volviendo a posar mi atención en el cielo.

—¿Empiezo yo o vos?

Obviamente, él también había sido capaz de percibir mi estado de ánimo, podía leerme tan bien como yo a él.

—Quizás deberíamos jugar piedra, papel o tijera. Dudo que alguno de los dos tenga ganas de empezar a hablar de forma voluntaria.

Frunció sus labios cabizbajo, negando levemente con su cabeza.

—No solo no tengo ganas de hablar, me gustaría poder desaparecer en este mismo instante.

Me giré para mirarlo un tanto enojada.

—Ese es un pensamiento bastante egoísta, Marcos.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Siento que todo me supera y ya sabes que mi instinto de supervivencia suele llevarle la delantera a mi capacidad de razonar.

—Y es en esos momentos, cuando sentís que todo te supera, en los que tenes que acudir a los que te rodeamos. No tiene nada de malo pedir ayuda.

—Hay cargas que no pueden ser compartidas.

—Puede ser, pero a veces lo que necesitamos no es a alguien con quien compartir nuestra carga, sino a alguien que esté ahí para alentarnos cuando creamos que ya hemos perdido todas las fuerzas para sobrellevar la situación.

Marcos cerró los ojos y deshizo el cruce de sus brazos para estirar su mano hacia mí. Yo la tomé y le di un pequeño apretón para que supiera que podía contar conmigo.

—Todo lo que te diga queda acá.

—Sabes que soy una tumba.

—Pamela tiene un trastorno alimenticio y además se autolesiona.

Aquello no me tomo completamente por sorpresa, a simple vista uno podía darse cuenta que ella no estaba bien. Lo que desconocía era el trasfondo de dicha conducta.

—De chica sufrió bulling en el colegio porque era "rellenita" —esa última palabra la soltó con claro desprecio—. Por culpa de un grupo de huecas y malditas hijas de puta que le hicieron la vida imposible, comenzó a tener dichas conductas autodestructivas.

Muchas veces me preguntaba ¿Por qué existía tanta crueldad en el mundo? ¿De dónde nacía esa necesidad de destruir al prójimo simplemente porque consideraban que no formaba parte de un estándar socialmente aceptable? No lo entendía, no me entraba en la cabeza como el ser humano era capaz de tanta maldad.

¿Y si...?  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora