Capítulo 34

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En silencio, comencé a ayudarlo a acomodar su departamento. No había mucho desorden, su prima había acomodado bastante.

—¿Viniste en auto o necesitas que te lleve? —preguntó, mientras cerraba una bolsa de basura.

—Vine en auto.

—Ok.

Guardé el último vaso en la alacena y me giré para observarlo. Tenía tantas ganas de abalanzarme sobre él como de salir corriendo. No era capaz de procesar las contradicciones que me generaba. Lo más sensato era irme, pero no tenía ni una pisca de sensatez en mi cuerpo últimamente.

—Voy a agarrar mis cosas —dije dando unos pasos en su dirección, él solo asintió. 

Caminé hacia su cuarto, donde había dejado mis cosas, y una vez dentro, intenté relajar mi cuerpo. No entendía porque estaba tan tensa, tan nerviosa. Quizás se debía a lo vivido las últimas horas. Respire profundo en un intento de relajarme antes de agarrar mi cartera y mi saco que estaban sobre su cama. La misma donde nos habíamos entregado hace tan solo algunos días atrás. Mordí mi labio inferior y cerré los ojos, debía ahuyentar esas imágenes porque, de lo contrario, no lograría irme.

Al girarme choqué contra su pecho, ni siquiera lo había escuchado entrar. Quedamos muy cerca el uno del otro, tanto que podía sentir su aliento sobre mi rostro. Damián me sacaba media cabeza, por lo que no tenía que levantar demasiado el rostro para mirarlo a los ojos. La intensidad de su mirada hizo vibrar mi pecho, me sentí hundir en esos pozos tan oscuros como la noche. Sus labios, tan apetecibles, estaban entreabiertos, invitándome a soñar con sus húmedos besos.

—Quedate —susurro prácticamente sobre mis labios.

Ganas no me faltaban, aunque había cierta parte de mí que me pedía, no, me exigía poner la mayor distancia entre los dos. Además, estaba el hecho de que mañana tenía que ir a trabajar y ni siquiera tenía una muda de ropa y... Dios, si me seguía mirando así iba a lograr que me derritiera frente a sus ojos.

—Por favor —suplico al ver mi indecisión. Había acortado más la distancia entre nuestros rostros—. Dejame compensarte por ésta noche de mierda.

Al carajo con todo. Me lance sobre sus labios, que me recibieron con ansias. Fue hasta ese momento que descubrí las intensas ganas que tenía de besarlo. Sus manos no tardaron en apoderarse de mis caderas y las mías en enrollarse en su cuello, llevando una a su pelo, el cual moría por tocar.

Entre medio de besos y caricias, fuimos desprendiéndonos de nuestra ropa. No había apuro, pero si mucha necesidad por sentirnos piel con piel. Me ayudo a recostarme sobre su cama con delicadeza y comenzó a recorrer mi cuerpo con sus labios. Agradecí internamente haberme depilado este fin de semana.

Cuando llegó a mi intimidad, lamió suavemente mi centro, provocándome un estremecimiento que me recorrió de pies a cabeza. Pude sentir su sonrisa antes de que diera rienda suelta a una serie de lamidas y succiones que no tardaron en llevarme a la locura. Mi espalda se arqueo mientras la oleada de placer me elevaba al paraíso. Mis manos estrujaron las sabanas bajo mi cuerpo y los deditos de mis pies se contrajeron. Mi respiración era errática y mi corazón parecía querer salirse de mi pecho.

Pude notar como Damián se levantaba, pero volvió segundos después. Comenzó a reptar sobre mi cuerpo hasta que su rostro estuvo frente al mío nuevamente. Beso mi nariz, mis mejillas y luego mis labios en un beso tan profundo que fui capaz de percibir mi propio sabor. Sin perder más el tiempo, se introdujo lentamente en mí.

Comenzó con movimientos lentos, rítmicos. Una de sus manos agarro las mías y las llevo por encima de mi cabeza. Su boca comenzó un recorrido que inició en la mía, pasando por mi mandíbula y llegando hasta el lóbulo de mi oreja derecha. Me estremecí al sentir su cálido aliento en aquella zona, excitándome aún más. Ese era mi punto más sensible y él acababa de descubrirlo.

¿Y si...?  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora