Capitulo III

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Continua moviendo sus manos, entrecierro los ojos

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Continua moviendo sus manos, entrecierro los ojos.

—Le salen luces de las manos —asiente

Coloca sus puños en su cintura, mirando hacia arriba.

—¡Superman! —levanto mis brazos

Frunce el ceño y niega, bufo.

—¿Cómo que no es Superman?, todos los superhéroes se parecen. Ya me maree —toco mi cabeza, mientras cierro los ojos

—Era Iron Man —lo miro, se sienta

—¿Iron Man?, no podría adivinarlo ni aunque quisiera, no conozco a ese —me encojo de hombros—. Pero si a Superman, me gusta Superman —sonrío

—Hablas raro, Heidi —ladea la cabeza

—Te debes referir a mi acento. Me mude hace tres años aquí y aun no logro pronunciar bien. Pero ya aprenderé, el tiempo se encargara —muevo mis manos

—¿Entonces no eres de aquí? —levanta sus cejas, niego

—Vengo de lejos. Turquía.

Mi querida Turquía, me pregunto como estará el abuelo Semre, debe estar molestando al vecindario con las peleas con la abuela Elif.

—Nunca escuche de ese lugar —levanto mis cejas

—¿No? —niega—. Te encantaría. Especialmente Estambul, tiene una hermosa vista, muy hermosa —sonrío—. Yo solía escaparme de pequeña para visitar la playa.

—Bueno, aquí tenemos playa —asiento—. Puedes escaparte a esa.

—Si, podemos escaparnos juntos. ¿Qué dices?, dos fugitivos por la playa —sonríe—. ¿Te gusta la playa?

—Si, me gusta. Pero hace mucho no voy a ella —baja el tono de su voz

—¿Y por qué no?

—No me quieren llevar a ella. Mi papá lo prohibió —frunzo el ceño

—Ese padre tuyo comienza a sonar como un villano. Como el de Superman. Ese millonario —miro hacia otro lado, pensando —. ¿Como se llamaba? —chasqueo mis dedos—. Luthor —asiente

—Mi papá también tiene dinero, así que se parece —asiento

—Bien. Entonces, nosotros, iremos a la playa y el comandante Luthor no será obstáculo —sonrío, ríe

—Me gusta eso —asiento—. Ojala se hiciera realidad.

—Todo se hace realidad si lo quieres —me encojo de hombros—. Solo tienes que esforzarte —sonríe

—Como un superhéroe —sonrío

—Como un superhéroe, muy bien —acaricio su cabello

Ríe levemente.

Que niño tan tierno, y tan pulcro. Debe ser de alguna familia rica.

Abro mis ojos de par en par.

—¡Rubio! —da un respingo—. ¿¡Donde esta tu familia!?, ¿¡por qué estas solo!?, ¿¡por qué no se me ocurrió decirte esto antes!? —golpeo mi frente varias veces— Sakar olacaksın Heidi. Sakar olacaksın! (Serás torpe, Heidi. ¡Serás torpe!)

—Señorita —lo miro, cuando toma mis manos—. No se culpe, yo fui quien escapó —niego con la cabeza

—Pero, ¿por qué?, ¿de quien?

—¡William Wang! —giro mi cabeza

Una mujer se acerca a pasos rápidos, o como puede. Sus tacos casi se entierran en la tierra. Observo el traje que tiene puesto, luego la libreta en sus manos.

Tiene pinta de trabajar en una empresa. ¿Sera la señal del trabajo que estoy buscando?

Miro al rubio, cuando se coloca detrás mío. Vuelvo a mirar a la mujer, se detiene frente nuestro, respirando agitado.

—¿Tienes idea de cuanto te llevo buscando, niño?, ¿de lo preocupada que estaba?, casi envío un aviso internacional —parpadeo

Continuo observándola de arriba abajo. Luce muy elegante, mi hermana se viste parecido cuando va a trabajar.

—¡No volveré contigo!

—Lo harás —frunce el ceño hacia el

—Bueno, bueno —hablo, me levanto del suelo—. Calmemos las aguas —los miro a ambos

—¿Y quién eres tu? —la miro

—Adelaida. Y como dijo claramente el rubio, no se irá contigo —coloco mis puños en mis caderas

—¿Perdona?, ¿acaso tienes algo de importancia aquí? —parpadeo—. El rubio —arquea sus cejas—, es mi responsabilidad, y se ira conmigo.

Se acerca a el, frunzo el ceño.

—¡No! —corre y se pega a mi pierna

Me cruzo de brazos y la miro. Bufa, mirándonos.

—William, ven conmigo, ahora. ¿O quieres que tu padre se entere que estás abrazando a una extraña?

—¡Ella no es una extraña!, ¡es mi amiga, y quiero quedarme con ella!

Lo miro unos segundos y luego a ella. Suspiro, me agacho a su altura.

—Rubio lindo, a mi también me encantaría estar contigo. Pero si ella es responsable de ti, no podemos hacer nada —murmuro suavemente

Niega con la cabeza.

—Pero quiero estar con usted, usted me hace reír. Y me escucha, y juega conmigo —aprieto mis labios—. Por favor, señorita —hace un puchero

—Ay, no me hagas así —lo atraigo hacia a mi, rodea fuertemente mi cuello

Pobrecito, un niño debería estar rodeado de risas, juegos y personas que lo escuchen. ¿Qué clase de vida le dan?

—Señorita —me separo y la miro—. ¿Me repite su nombre?

—Adelaida —me levanto, vuelve a rodear mi pierna—. Y aunque no me conozca y lleve conociendo al rubio solo una hora, por favor, juegue con el, hable con el. Un niño necesita diversión.

—Usted se la puede dar —sonríe

—No sigo —junto mis cejas

—Hace unos días la niñera de William se retiró. Y según mi expectativa, usted seria ideal —arqueo mis cejas

—¿Yo?

Pero si no he cuidado a un niño en mi vida. La última vez fueron a los primos de pequeña, y casi cocinamos a una gallina.

Ay no, no. Yo no sirvo de niñera, me cuidó mi hermana de pequeña y secuelas me quedaron.

—¡Si!, ¡si! —bajo mi cabeza—. ¡Estarás conmigo todo el día! —me sonríe, con un brillo en sus ojos

—Bueno, es que, en realidad...

¿Qué haces?, ¿vas a rechazarlo?, ¡es la señal del trabajo!, acéptalo.

—Es verdad —susurro, la miro—. Aceptare —sonríe—. Cuidaré al rubio.

—¡Si! —lo miro

Brinca y se cuelga sobre mi, lo tomo en brazos.

Y míralo al rubio feliz, como iba a ser capaz de hacer lo contrario.

—Excelente, comienza mañana —teclea algo en su teléfono, asiento—. Por favor, páseme su numero, así tendrá todos los datos.

Asiento y saco mi teléfono, le sonrío unos segundos más al rubio.

No será un trabajo en una oficina pero me dará dinero. Y el niño es bueno y ya es mi amigo, será fácil. Además, todo sea para que Emre no tenga mi mano.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora