Suspiro, tomo un sorbo del café. Dejo la taza en la
mesa, al mismo tiempo que escucho pasos rápidos. Miro hacia adelante, William se acerca y se sienta en la silla del frente.
—Hola, papá —sonríe, mientras toma una galleta
—Buen día —lo miro de arriba abajo—, ¿no te estabas dando una ducha?
—Si —asiente, comienza a comer
—¿No te lavaste el cabello? —se detiene
—Es que —toca su cabello—, no me sentía con ganas —asiento
—Quería hablar sobre el viernes —toma de su taza, mientras asiente—. Tu cumpleaños.
—Si. ¿Iremos a la opera como el año pasado? —suspiro
—Si es lo que quieres —asiente
—Bueno, supongo que si. No hay muchas ideas —continua comiendo
—Bueno, Adelaida mencionó que tenia algunas ideas —me mira
—¿Ah si? —sonríe
Giro mi cabeza, al escuchar pasos rápidos. Observo a Adelaida, caminar rápidamente hacia nosotros, su pie resbala en el suelo, haciendo que se caiga.
Aprieto mis labios, mientras se queja.
—¿Quién limpio este piso? —se levanta lentamente, nos mira y sonríe—. ¿Cómo están?
—Heidi. Papá dijo que tenias ideas para mi cumpleaños —miro a William, sonríe hacia ella
—Oh, si —la miro, camina rápidamente hacia una silla—. Miles de ideas —sonríe—, estaba pensando en un piñata, ¿qué tal la de un perrito?, y también, pequeños sombreros, con perritos en ellos. Y también —mira hacia otro lado—, ¡oh!, ponerle la cola al perro. Es decir, ¿quién no adora a los perros?, ¿usted adora a los perros, Don Everest? —me mira, frunzo levemente el ceño
Decirle que me deje de decir así seria como decirle que deje de caerse en el suelo.
—No exactamente.
—Y si, ¿es uno pequeño?, ¿rubio y limpio?, ¿con una mancha en la cola? —frunzo más el ceño
—¿Acaso trajeron un perro? —los miro a ambos, abren sus ojos de par en par
—¡No! —gritan al mismo tiempo
—¿Cómo cree eso, Don Everest? —la miro—. ¿Qué le hizo pensar eso? —toma una galleta—, ¿mencioné el juego de adivinar la raza del perro? —mira a William
—Heidi, no creo que a papá le gusten esos juegos. El odia a los perros —mira hacia otro lado
—Ay, William, no seas exagerado —la miro, ríe—. Si tu padre te ama más a ti. Yo, estoy muy segura que si alguna vez deseas un perro, el te lo dará, como buen padre que es —me mira—. ¿Verdad, querido señor Wang?
La miro unos segundos más, miro a William.
—Los perros necesitan estar bien controlados, William —me mira—. El día que decidamos tener uno, tendrá que estar entrenado y contrataremos a alguien para que lo cuide.
—¿Pero que tontería es esa? —la miro, aprieta sus labios—. Es decir, con todo respeto, no tiene sentido tener un perro si otra persona lo cuidara. Si William tiene un perro, el tendría que pasar tiempo con el.
—William no estará las veinticuatro horas con un perro, y aunque lo estuviera, sigue siendo un niño.
—¿Y que tal si es un perro chiquito? —arquea las cejas—. ¿Qué tal si yo estoy con ellos?, ¿qué tal si solo dejamos que fluya y no planeamos todo como si fuera un robot? —suspiro
—¿Por qué este tema de conversación? —miro a William—. ¿Quieres un perro, William? —frunzo el ceño, parpadea
—Bueno... —nos mira a ambos
—Señor —giro mi cabeza, Diana se acerca—. La señorita Cristal ya llegó —asiento
—De acuerdo —me levanto—. Vamos, William, a saludar.
Salgo de la silla y comienzo a caminar, escucho sus pasos. Me acerco a la entrada, coloco mis manos en mis bolsillos.
Observo como saluda a Diana, abrazándola. Nos mira y sonríe.
—¡Bastian! —se acerca a pasos rápidos y me abraza—. Que gusto volver a verte —se separa—, ¿por qué nunca llamas?—frunce el ceño
—Creí que en el internado no había teléfonos.
—Una vez cada tanto pudiste llamar a la oficina —ríe, gira su cabeza—. Oh por Dios, William —se inclina hacia el—, que grande estas —lo abraza unos segundos
—Gusto en verte, tía —se separan
—Y tan educado —ríe, mira a Adelaida—. Oh, ¿qué tal?
—Hola, soy Adelaida —sonríe, mientras tiende su mano—, niñera de William.
—Cristal, un placer —asiente—. Bueno, estoy ansiosa de quedarme aquí mientras mamá esta en Europa, ¿jugamos? —mira a William
—¡Si! —toma su mano, comienzan a correr
Observo como se alejan, miro a Adelaida, cuando se acerca.
—Es tan dulce —une sus manos, mira a Diana—, parece que será una segunda niñera.
—Recuerda lo que dije, Heidi, tu mantenla en vista —mira a Diana, frunce el ceño
—¿Pero que dices, Didi?, hay que poner un poco más de confianza en las personas —comienza a caminar, miro a Diana
— Simplemente maravilloso, ahora tendré que vigilar a las dos.
— Solo será por esta semana, luego ira a la casa de mi madre —suspira—. Estaré unos días afuera antes del cumpleaños de William. ¿Puedes comunicarme de todo?
—Si sobrevivo.
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La Niñera del Embajador
RomanceHace tres años, Bastian Wang perdió lo más preciado que tenia. Haciendo que su alma quede totalmente dañada, y rota. Tiempo después, solo se mantenia en pie por su legado, y su hijo. Pero, pareció no ser suficiente. En uno de sus momentos de quebran...