Capitulo XV

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Me adentro rápidamente, bufo y dejo la mochila en el perchero, junto al paraguas

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Me adentro rápidamente, bufo y dejo la mochila en el perchero, junto al paraguas. Acaricio mis brazos, comenzando a caminar.

—Pero que frio —camino hacia la cocina—. Buenas a todos.

—¿Cómo estas, Heidi? —miro a Jay Jay, frunzo el ceño

—Jay Jay, ¿porqué estas tan abrigado? —vuelvo a acariciar mis brazos

—Por lo mismo que tu, Heidi —me mira—, hace frio.

—¿Y la calefacción? —siento a mis brazos temblar

—Se rompió —abro mis ojos de par en par—. La están arreglando.

Allah Allah —me acerco a el y abrazo su brazo—. Rápido Jay Jay, haz una sopita mágica —ríe

—Tranquila, eso hago —miro la olla—. Busca a William, estaba preguntando por ti —asiento, me alejo

—Apenas puedo caminar —comienzo a caminar—, me hare un tecito —me acerco a la pava eléctrica y la enciendo

Vuelvo a caminar y salgo de la cocina, muevo lentamente mis piernas.

—¡Didi! —me acerco a ella, mientras abro mis brazos

La abrazo, mientras continuo moviendo mis piernas.

—Estas fría, Didi —me separo lentamente, aun temblando

—Lo se, niña. Yo también tengo mucho frio, el clima también esta muy loco —niega con la cabeza, mientras parece murmurar algo en alemán

Nunca creí que era alemana. Maneja muy bien al acento, envidio eso.

—¡Heidi! —giro mi cabeza

—¡Rubio! —me acerco a el

Lo tomo en brazos, para luego abrazarlo.

—Tu también estas helado. ¿Tienes guantes? —tomo una de sus manos, jadeo—. Tienes las manos heladas, ¿cómo es que no tienes guantes?

La llevo a mi boca y intento calentarla con mi aliento.

—No tenia ganas, Heidi —hace una mueca—, pero si tengo mucho frio —me vuelve a abrazar

—Oh —lo rodeo—. Ven, te envolveré en sabanas.

—No quiero correr, espera —continua corriendo—

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—No quiero correr, espera —continua corriendo—. ¿Por qué corremos? —me detengo, se detiene y me mira

—Así entramos en calor. Vamos, Heidi —vuelve a correr

—Admiro tus pulmones, rubio —me siento en la escalera—. Pero los míos no son así —se acerca

—De acuerdo, tomemos un descanso —se sienta a mi lado, suspiro

Miramos hacia la puerta, cuando se abre. El señor Wang se adentra, haciendo que William corra hacia el.

Lo miro unos segundos, mientras William abraza sus piernas.

El momento de hace unos días llega mi mente.

Maldición, si recordare eso cada vez que lo mire se me hará difícil olvidarlo.

Pero tengo que hacerlo, además, dije que no diría nada.

Al menos me demostró que su corazón no es tan de hielo como pensé.

Pero aún sigue siendo un Everest.

Me levanto, acercándome a ellos.

—Buen día, Señor Wang —froto mis manos, me mira

—Buenos días, Adelaida —asiente unos segundos—. Por la cantidad de abrigos que llevan, debo suponer que la calefacción se rompió —asiento

—Estaremos en el polo norte por unos momentos.

—Señor Wang —giro mi cabeza. Diana se acerca, casi temblando—. El hombre que esta arreglando la calefacción tiene que irse a buscar más herramientas, así que tardara más —me quejo

Allah Allah —cierro los ojos—, caerá nieve —froto mis brazos

—Tenemos que seguir corriendo. Sino, nos congelaremos por dentro —miro a William

—No hay porque exagerar —miro al señor Wang, frunzo el ceño

—Usted porque es una cubetera y esta acostumbrado a tener los cubitos llenos —miro hacia otro lado, mientras vuelvo a frotar mis brazos

Lo miro, al notar su mirada. Cubro mi boca con la bufanda, al ver su mirada seria.

—¿Té? —murmuro, suspira

—Si, de hecho. Llévalo a mi oficina —asiento, mientras comienza a caminar

Aprieto mis labios, miro a William. Saca las manos de su boca y comienza a reír, frunzo el ceño.

—No es gracioso. Pudo hacerme polvo con su mirada, tienes que pellizcar mi pierna cuando hablo así —suspiro y miro a Diana—. Tu también Didi, dame una señal o algo —camino hacia la cocina—. Si no salgo de la oficina —giro mi cabeza hacia ellos—, siempre los recordare.

Diana rueda los ojos, mientras que William ríe. Acelero mis pasos hacia la cocina, mientras vuelvo a frotar mis brazos.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora