Capitulo X

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Acomodo mi cabello, mientras nos adentramos al hotel

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Acomodo mi cabello, mientras nos adentramos al hotel.

—¿Siempre eres así de impulsiva? —murmura, la miro—. Eso no fue lo que planeamos.

—Bueno, pero funcionó, ¿no? —me mira—. ¿Vio como me abalance? —sonrío—, siempre fui buena peleando.

Mira hacia adelante, suspiro.

Nunca fui buena mintiendo, y menos si estoy nerviosa. Es claro que intentar engañar a ese guardia iba a salir mal, y que yo actuaria por mis instintos.

Bueno si, es impulsión. Pero al menos tendré una gran anécdota para el rubio.

¡El rubio!

Miro hacia todos lados, intentando buscarlo.

Conociéndolo, es capaz de esconderse por debajo de alguno de estos millones de vestidos.

—Vamos —toma mi muñeca, jalándome

Muevo mi cabello a mi rostro, cubriéndolo. Me coloco detrás de ella, inclinando un poco mi cuerpo.

—¿Y ahora que haces?

—Si el jefecito me ve estaré mas muerta que vaca en matadero. Y cuando encuentre al rubio el lo estará.

—Pues, yo necesito hablar con tu novio el Embajador, así que será mejor que lo encuentres —abro mis ojos de par en par

—¿Novio? —miro hacia todos lados—. Usted esta loca, loca. Yo nunca estaría como un hombre como el. ¿Qué te hizo pensar eso?, yo no dije nada —frunce el ceño

—Shh. Ya, ya. Solo asómate y dime si lo ves.

Suspiro. Me asomo sobre su brazo, mirando hacia todos lados.

—No lo veo —jadeo—. Ay no, de seguro lo encontró y ya están en su casa. Estarán esperándome con una trampa mortal —cubro mi rostro

¿Por qué me odias, rubio?

—Deja de ser tan paranoica. Se lo que debemos hacer —la miro, entrecierro los ojos

—¿Debo tomar veneno? —rueda los ojos

—No. Quédate aquí —asiento, mientras se aleja

Froto mis manos y vuelvo a mirar hacia todos lados. Me detengo en un hombre, con una bandeja en manos.

Me acerco y tomo algunas, me mira.

—Hola —sonrío, para luego comenzar a comer

Me giro, al ver de vuelta a Evangeline.

—Te dije que te quedaras quieta —toma mi mano

—Cuando estoy nerviosa como mucho. Es como tener una de esas pelotas desestrantes. ¿Quieres?, están ricas —le tiendo una

—No. Y se dice anti estrés —toma mi muñeca—. Vamos, buscaremos en un lugar mas prohibido.

—Si, es la palabra favorita del rubio —empezamos a caminar —. Y lo siento, aun no se todas las palabras en ingles. Por cierto, tienen unas palabras muy raras.

—Y tu no te quedas atrás —caminamos por el pasillo, alejándonos de la música— ¿De donde eres?

—Turquía —intento masticar

—Ah —me mira—. ¿Por eso te vistes así? —frunzo el ceño

—Compre esto en la feria —murmuro, me miro

¿Por qué todos dicen eso de mi ropa?, estaba en oferta.

—Oh.

Nos detenemos, al ver a un guardia.

—Bien, ¿me abalanzo de vuelta? —murmuro, aun mirándolo

—No. No es lo mismo. Esta vez déjamelo a mi —asiento—. Y hablo en serio, no intervengas.

La miro. Levanto mis dedos y sello mi boca.

—Bien.

Empezamos a caminar. El guardia fija la mirada en nosotras y nos mira de arriba abajo.

—Zona VIP.

—Lo se, soy parte del club del casino —habla ella

Uno mis manos, mientras aprieto mis labios.

—¿Tarjeta?

Levanta una tarjeta, miro hacia la puerta.

Me estoy poniendo nerviosa. El rubio podría estar ahí y muchas cosas la están retrasando.

—Deje que la vea bien.

—¿Por qué? —suspiro—. ¿Desconfía de sus clientes?, ya déjeme pasar —intenta pasar por su lado, la sigo

—Desconfío porque la mayoría de los clientes, son hombres. Ahora, déjeme ver la tarjeta —frunzo el ceño—. A menos que sea parte de las acompañantes. Las prostitutas entran por otra puerta —entreabro la boca

—Escuche...

—¿Cómo nos dijo? —entrecierro los ojos, mientras avanzo hacia el—. Usted —lo miro de arriba abajo—, jirafa de cien kilos.

Frunce el ceño, aprieto mis puños.

—Estamos en una misión importante. Ahora, nos dejara pasar si no quiere terminar con un moretón en su rostro.

Me mira con desdén, junto mis cejas.

—¿Qué me mira así? —coloco mis puños en mis caderas—. ¿Qué se hace el jefe?, usted no me conoce, puedo destruirlo...

—Señorita Nowak.

—¡Ah!

Me giro rápidamente, mientras mi corazón empieza a latir más fuerte. Abro mis ojos de par en par, al verlo.

—Señor Wang —sonrío—, ¿cómo esta usted? —remuevo mis manos

—¿Puedo saber porqué esta aquí y no en la casa?, ¿acaso dejó a mi hijo solo? —frunzo el ceño

—¿Cómo puede pensar eso?, míralo usted —miro a Evangeline—. Ese hombre no tiene confianza en mi. ¡Mire si voy a dejar al niño solo!, con lo que yo lo quiero.

—¿Entonces me dirá que esta aquí?, ¿en una fiesta de adultos? —aprieto mis labios

Frita. Frita estas tu.

Shh.

—Um —trago saliva—, no, no le diré eso —murmuro

Intento no encogerme, al ver enojo en su mirada.

Sera como ver a un volcán estallar. Se me va a explotar el Everest y me va a quemar con el.

—Yo explico esto —miro a Evangeline—. ¿Como esta?, soy Evangeline Mars —remuevo mis manos

—Bastian Wang.

—Adelaida Nowak —me miran, miro mis pies—. Perdón.

—Como decía, esto es un gran malentendido —vuelvo a mirarla—. Soy una gran amiga de Adelaida, ella supo que estaba en el país y decidió visitarme.

—¿A estas horas?, ¿en hora de trabajo?

—Bueno, no queríamos esperar. Y con lo buena que es, no me dijo que no.

Que bien miente, ¿cómo hace para no reír?

—¿Y donde esta mi hijo? —vuelve a mirarme, parpadeo

Bueno, lo intentamos.

—¡Aquí estoy!

Miro detrás de el y abro mis ojos de par en par.

—¡William! —gruño. Vuelvo a mirarlo a el—. Finalmente terminaste de ir al baño —sonrío

Se acerca rápidamente a mi, abrazando mi pierna. Coloco una mano en su cabello.

—¿Por qué William esta aquí?, señorita Nowak —lo miramos—. ¿Esta consciente de que esta fiesta no es para un niño?

—Yo...

—Yo explico eso —miro a Evangeline—. Yo creí que esta fiesta era totalmente inofensiva, por eso cuando me mencionó al —mira a William—, niño, le dije que no había problema en traerlo.

La mira unos segundos, suspiro.

Ya puedo escuchar sus palabras en gruñidos. Me va a despedir, me va a despedir por traer al niño al hotel del pecado.

—En fin, acabo de descubrir, que aquí hay prostitutas ilegales —casi murmura—. Y ese, es uno de los hombres que lo encubre.

Señala al guardia. Miro al señor Wang y luego hacia otro lado, cuando me mira.

—¿Qué?, pero si usted me dijo...

—Exacto, le dije que estaba mal, pero se río en mi cara.  Ahora, no conozco su razón de estar aquí. Pero, ¿el Embajador permitiría algo así?

Suspira y se acerca, con sus hombres siguiéndolos.

—Por supuesto que no, abran la puerta —tomo la mano de William, mientras me giro hacia la puerta

El guardia la abre, me asomo. Abro mis ojos de par en par al ver el panorama.

Cubro los ojos de William, ignorando sus quejas.

—¿Qué es este lugar?

—Un lugar muy malo.

—Luce como un lugar muy malo, llevare a William a casa —hablo, comienzo a retroceder

—Señorita Nowak —miro al señor Wang—, espérenme en el auto. Hablaremos sobre esto —habla serio, aprieto mis labios

Asiento, para luego girarme rápidamente.

—¿Como pudiste hacerme esto? —lo miro—. Casi vomito mi corazón y parte de mis pulmones.

—Lo siento, Heidi. Pero no me podía dormir, no podía parar de pensar en que decirle a mi padre. Tuve que actuar —bufo

—Se supone que esta etapa viene en la adolescencia — froto mi frente—. ¿Donde estabas?, por un momento creí que estabas en esa habitación del pecado.

—Estaba en la cocina —sonríe—. Un hombre me enseñó un truco con un cuchillo —frunzo el ceño

—Menos mal que me encontraste.

—Adelaida —me giro, Evangeline se acerca—. Me preguntaba si me podrías hacer un favor —sonríe

—Supongo. Evitaste mi posible muerte así que, no tengo problema —sonrío, asiente

—Bien. Espero que no sea problema, pero el hotel más cercano esta muy lejos, solo necesito un lugar para pasar la noche —levanto mis cejas

—Oh. Por supuesto, puedes quedarte en mi casa. Solo tenemos que avisar al señor Wang que vendrás con nosotros —lo veo acercarse, suspiro—. Ahí viene —miro hacia otro lado—, señor Wang —me mira—. Evangeline tiene que venir a mi casa. Entonces —suspiro—, ¿puede venir con nosotros? —casi murmuro

Me mira unos segundos más, luego a Evangeline.

—Si no es molestia —le sonríe

—¿Utilizaste algún auto de la casa, Adelaida? —me mira, asiento—. Bien. Entonces la señorita se ira en el, ustedes vendrán en el mío —comienza a caminar—. Tenemos que hablar.

Cierro unos segundos los ojos, miro a William.

—Ahora nos castigara a los dos —murmuro, suspira

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora