—Me gusta este —señalo uno en la revista
—No. Si vivirás conmigo no elegirás una casa de arcoíris —frunzo el ceño
—Bien.
Ya veras cuando la tengamos.
—Aquí tienen —giro mi cabeza
Observo unos segundos el plato en la mesa, luego a mi madre. Se sienta en la silla, con esa mirada enojada, que tiene desde ayer.
Comparto una mirada con Safira, para luego acomodarme en la silla.
—Que rico se...
—¿Por qué quieren abandonarme? —me interrumpe, la miro—. ¿Ya no son felices?
—Mamá...
—¿Acaso ya les aburrió mi comida? —junta sus cejas
—Mamá —miro unos segundos a Safira, cuando habla—. No es nada de eso, nos encanta estar aquí. Pero ya estamos grandes, muy grandes. Tenemos que aprender a ser independientes, no podemos seguir dependiendo de ustedes. Heidi aun no sabe usar el lavarropas —frunzo el ceño, la miro
—¡Les dije que esa cosa me odia!
—Además, no estaremos en otro país. Estaremos cerca, los visitaremos seguido —suspiro
Miro a mi madre, tiendo mi mano a la suya.
—Te amamos, mamá. Nunca podríamos abandonarte, y por supuesto extrañaremos este lugar, y créeme, a tu comida. Pero debes entender que este día llegaría, tu también lo tuviste —suspira
—Lo se. Es solo que no puedo evitar pensar que aun son unas niñas. Pero debo soltar —baja su cabeza
—Querida... —mi padre rodea su hombro
—Mamá —me levanto de la silla, para luego caminar hacia ella
La rodeo, apoyando mi cabeza sobre la suya. Observo de reojo a Safira también acercarse, suspiro.
La familia sensiblona.
Cállate, mala versión de mi.
No creí que seria muy duro para ella, debimos hacerlo despacio. Debí darme cuenta cuando la madre de Zeynep también se coloco más que triste cuando ella volvió a Turquía.
Y ahora viéndola así, me doy cuenta que de verdad la extrañaré. A papá, a la casa, a mi habitación. Y también me hace dar cuenta cuan dependiente soy de todos ellos, y cuanto necesito arreglar eso.—¿Pero por qué tengo que ir yo? —camino más lento, me mira
—Vamos, llegaremos tarde —toma mi muñeca, haciéndome caminar—. Y porque te dije que la idea fue aprobada, necesito que me ayudes a dirigirla —me quejo
—Pero yo no se como hacer eso.
—Escribiste como dos hojas, yo prácticamente no hice nada —se detiene frente al edificio, lo miro
—Es muy grande —murmuro
—Heidi —la miro—. Por favor, sabes que yo no sirvo para las ideas. ¿Qué hago si me preguntan algo que no esta en las hojas? —suspiro—, y tu te las sabes de memoria.
—Bien, bien —cierro unos segundos los ojos—. Pero no quiero que todos me miren, así que diles que soy una invitada —sonríe
—O simplemente que eres mi hermana —miro hacia otro lado
—Claro.
—Y no te preocupes, mi jefe es bueno —asiento
—Bien. Y por ultimo, dame un abrazo —abro mis brazos
Rueda los ojos, aún sonriendo. Se acerca y me abraza, sonrío.
La apretujo, se queja.
—Ay, loca —se separa—, ya vamos —vuelve a tomar mi muñeca, comenzamos a caminar
La sigo, aún sonriendo.
Nos adentramos al edificio, caminando rápidamente.
—¡Buen día! —agito mi mano hacia la mujer de la recepción, frunce el ceño
Giro mi cabeza, cuando terminamos en el ascensor. Toca el botón, me adentro.
—¡Hola! —saludo a los hombres de ahí
—Buenos días —sonríen
—Soy su hermana —señalo a Safira
—Heidi —gruñe, la miro
—¿Qué? —frunzo el ceño
Las puertas se abren, vuelve a arrastrarme. Camina por un largo pasillo, lleno de personas. Parpadeo y me acerco más a ella.
—Deben estar en la sala de reuniones. Quédate aquí —me deja cerca de una oficina—. Solo serán cinco minutos. No te muevas.
Asiento, se gira y comienza a caminar.
Suspiro, giro mi cabeza y miro hacia todos lados.
Me acerco a una maceta, observando la flor en ella. Apoyo mi brazo en el mostrador, para luego apoyar mi mandíbula en mi mano.
—Pobrecita —levanto los pétalos—, estas tan aburrida como yo.
—¿Adelaida? —giro mi cabeza
Abro mis ojos de par en par, al ver al señor Mason. No solo el señor Mason, sino también el señor Samuel. Y no solo el señor Samuel, sino también el Don Everest.
Tomo lentamente la maceta, para luego cubrir mi rostro con el.
¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?
Escucho la risa del señor Mason, bajo levemente la maceta.
—¿Qué haces aquí? —pregunta, mirando de reojo al señor Samuel
Parpadeo y aparto la maceta, riendo nerviosa.
—¿Qué hago aquí?, pues, ¿qué haces tu aquí? —me acerco, mientras remuevo mis manos
Miro unos segundos al Don Everest, con su mirada fija en mi. Su ceño esta fruncido de esa manera que reconozco como fastidio.
Y ahora estoy más nerviosa.
—Pues, yo trabajo aquí, esta es mi empresa —asiento
—Por supuesto.
Por supuesto que seria su empresa, por supuesto que lo sabría justo en este momento y por supuesto el universo me odia.
—¡Por supuesto! —suspiro—. Y yo, vine a visitarte —miro al señor Samuel—, ¿cómo esta?
Tiendo mi mano, sonríe levemente.
—¿Cómo esta, Adelaida? —la estrecha—. No la veo desde la cena. Mason me dijo que llegaron a la casa tarde.
—Si, tuvimos una gran noche —lo siento rodear mi hombro—, ¿verdad, nena?
—Si —mantengo mi sonrisa—. Jugamos muchos juegos de mesa.
Ríe, miro de reojo al Don Everest, apartando su mirada.
—Debo suponer que no pisaron su habitación —frunzo el ceño
¿Qué?
—¿Heidi? —giro mi cabeza. Borro mi sonrisa, al ver a Safira
—¡Safira! —me acerco rápidamente a ella—. Escucha, no hagas preguntas y finge que el señor Mason es mi novio.
—¿Eh?
—Por favor, solo hazlo —la miro con suplica—. Luego te explicare todo.
Llegamos a ellos, vuelvo a sonreír.
—Ella es mi hermana, Safira —mantengo mi brazo en su hombro
El señor Mason levanta sus cejas, al igual que el señor Samuel. Y bueno el señor Don Everest parece estar dopado como siempre.
—¿Ella es tu hermana? —el señor Mason luce sorprendido—. Claro, digo claro. Por supuesto conozco a la hermana —estrecha su mano, mirándola
—Un placer, jovencita. Soy Samuel —estrecha su mano
—Un placer conocerlos —termina por estrechar la mano del Don Everest
—No sabia que tenias una hermana —miro al señor Samuel—. Ambas comparten una muy linda belleza, al igual que una genuina sonrisa.
Comparto una mirada con Safira. Claramente, con una falsa sonrisa. Por dentro ella debe querer matarme y yo por dentro le estoy suplicando que cierre la boca.
—Tal vez algún día deban salir los cuatro —mira a Mason y al Don Everest, borro mi sonrisa
—Bueno —rio, me mira—. Mi hermana y yo tenemos trabajo que hacer. Entonces, ¿los veo después?
—Oh, creí que vino a visitar a mi nieto —parpadeo
—Cierto. Pero, acabo de recordar que mi hermana me pidió ayuda con algo muy importante, ya sabe —carraspeo—, cosas. Bueno, llegamos tarde —comenzamos a caminar—. ¡Adiós!
Bufo de alivio, siento un tirón en mi cabello.
—¡Ay!
—Dime ya que esta sucediendo —gruñe, la miro mal
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La Niñera del Embajador
RomanceHace tres años, Bastian Wang perdió lo más preciado que tenia. Haciendo que su alma quede totalmente dañada, y rota. Tiempo después, solo se mantenia en pie por su legado, y su hijo. Pero, pareció no ser suficiente. En uno de sus momentos de quebran...