—Gracias —le entrego el dinero
Salgo del auto, ajusto mi mochila y cierro la puerta.
Camino hacia mi casa, coloco las llaves y la abro.
—¡Llegue! —me saco mis zapatos, adentrándome
—Si, ya lo veo —levanto rápidamente mi cabeza, jadeo
—Zeynep —murmuro, sonríe
—¿No saludas a tu amiga ahora? —coloca sus manos en su cintura
—¡Zeynep! —suelto mi mochila y corro rápidamente hacia ella
Ríe, mientras me abalanzo. Rodeo su cuerpo con mis piernas mientras la abrazo.
—¡No puedo creer que estés aquí! —me separo
—Mírate, sigues igual de pequeña —sonríe
—Para tu información, querida amiga, me medí y crecí dos centímetros.
—Wow, casi me pasas —entrecierro los ojos
Giro mi cabeza, al escuchar pasos. Sonrío, al ver a mi madre.
—Bienvenida, hija —asiento—. Zeynep quiso darte la sorpresa. ¿Les llevo comida a su habitación?
—¡Si!, tenemos mucho de que hablar —tomo su muñeca y comienzo a correr—. Quiero oírlo todo.—Te traje un regalo —me tiende una bolsa, sonrío
Lo tomo suavemente, para luego abrirlo.
—No puede ser —murmuro, meto mi mano—. ¡Tulipanes turcos! —saco la pequeña maceta—. Podré plantarlo aquí.
—Se cuanto te gustan.
—Oh —la abrazo—, gracias —me separo y miro unos segundos la maceta, la dejo en mi mesita—. Ahora cuéntame, ¿cómo es la universidad? —suspira
—Larga. Pero se que decidí la carrera correcta —asiento
—No lo dudo. Y te admiro mucho por eso, mi cerebro no tendría la capacidad para la carrera de medicina —rueda los ojos
—Aun tenemos que trabajar en esa autoestima —toca mi nariz, la arrugo—. Ahora tu, tu madre me dijo que conseguiste un trabajo —sonríe
—Si, bueno —miro hacia otro lado—. La verdad es —jadeo, mientras me callo—, ¡Zeynep! —abre sus ojos de par en par
—¿Qué sucede?
—¡Zeynep! —sacudo su brazo, frunce el ceño
—¡Heidi, dime que sucede!
—Olvide decirte —cubro mi boca, chista
—Allah, Allah. ¿Por qué me asustas así? —me mira mal unos segundos, sonríe—. Bueno, ya. ¿Qué es?
Suspiro y remuevo mis manos, aun sonriendo.
—¿Recuerdas cuando vine aquí?, hace tres años —asiente —, ¿y te conté sobre esa noche lluviosa...?
—Y que salvaste a ese hombre —asiento, jadea—. No me digas que lo encontraste. No, mejor dímelo.
Vuelvo a remover mis manos, aprieto mis labios.
—¿Quieres saber un secreto? —murmuro
—Oh, no.
—Mamá me presionó, bueno me mintió, de que si no conseguía trabajo me casaría con el necio de Emre, sin ofender. Luego fui a una entrevista a una oficina pero no lo conseguí porque confundí la foto de un chico que en realidad era una chica y la mujer se enojo. Luego, cuando estaba en el parque encontré a un rubio de cinco años que me hice amiga y resulto que ese niño necesitaba una niñera, entonces la mujer pulcra me contrato como niñera. No le dije nada a mi madre porque pienso que se va a decepcionar de que no conseguí ese trabajo en esa oficina. Y también porque la tonta de Safira no creyó en mi y se burló —frunzo el ceño, la miro—. Pero la peor parte es que cuando fui a la casa del rubio conocí al jefe que le digo jefe Everest que resulta ser el Embajador del país —levanta sus cejas—. Y el hombre a quien salve esa noche.
Abre sus ojos de par en par, mientras entreabre la boca.
—Heidi —toma mi cabeza y la sacude—. ¿No te das cuenta de lo que pasa? —la suelta, frunzo el ceño—. Es el destino —mira hacia otro lado mientras mueve su mano
—No creo...
—Encontraste a tu misterioso después de años —me mira—, es todo un choque del destino. Tienes que hacer algo al respecto —arquea sus cejas
—No, no —miro hacia otro lado y me quejo
—¿Cómo que no?
—No, no —niego con la cabeza, me cruzo de brazos
—¿Por qué no? —la miro
—El no es como hablamos. El es frio, gruñón y nunca sonríe —hago una mueca—. Y conmigo es peor. Siempre me mira como si quisiera matarme y como si fuera una tonta.
—Siempre te quejas de que eres una tonta —la miro, levanta una ceja
—Si, pero solo esta bien cuando yo lo digo —suspira—. No, no. Tal vez sea muy guapo, muy alto, tal vez guardó mi pulsera por años y eso me mata de amor pero no.
—¿Guardó tu pulsera?, ¿la que perdiste?
—Si —cubro mi rostro—. Casi grito cuando quiso devolvérmela —frunce el ceño
—¿¡Ves!?, es el indicado. El es el hombre del que escribes en tus libros —hago una mueca
—Pues se me revivió fallido —miro hacia otro lado—. Pero ya no hablare de eso. Además, Zeynep, mírame. Míralo a el, gente como el solo se junta como gente como el. ¿Y yo que soy?, yo soy una campesina —tiro mi espalda hacia atrás y miro hacia el techo
—Si te nombro todas las películas y libros en donde la campesina termina con su príncipe, me tendré que quedar a dormir.
—Esto no es una película, Zeynep. Y ya déjalo. Tengo cosas más importantes que arreglar —me incorporo y la miro—. Ahora me juras, que no dirás a nadie de esto.
—No lo hare, amiga. Pero, no puedes ocultarlo por siempre. Además, ¿por qué piensas que tus padres se decepcionaran?, ellos te aman —suspiro
—Si. Tengo que pensarlo bien —miro hacia otro lado
Giro mi cabeza, al escuchar la puerta.
—Permiso —frunzo el ceño, al ver a Emre. Mira hacia toda la habitación y sonríe—. Estoy en la habitación de Heidi.
—¿Qué haces aquí, Emre? —nos mira
—Hola, Heidi —sacude su mano—. Venia por mi hermana —miro a Zeynep
—De acuerdo, mejor deja que te lleve —vuelvo a mirarlo, continua mirando a su alrededor—. O empezará a revisar mi ropa interior.
—Bien —la miro—. Me quedaré por una semana, así que nos veremos seguido —sonrío
—Ya rugiste.
Sonríe y se inclina, besa mi mejilla. Se levanta y giro mi cabeza hacia ella.
—Vámonos, Emre —lo jala, saliendo de la habitación
—¡Adiós, Heidi! —me sonríe
Asiento, suspiro y me giro.
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La Niñera del Embajador
RomanceHace tres años, Bastian Wang perdió lo más preciado que tenia. Haciendo que su alma quede totalmente dañada, y rota. Tiempo después, solo se mantenia en pie por su legado, y su hijo. Pero, pareció no ser suficiente. En uno de sus momentos de quebran...