Capitulo XXVI

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—Heidi —termino de acomodar las sabanas
—¿Mmh? —lo miro
—Papá ira a la celebración, ¿verdad?
—Por supuesto que ira —sonrío—

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—Heidi —termino de acomodar las sabanas

—¿Mmh? —lo miro

—Papá ira a la celebración, ¿verdad?

—Por supuesto que ira —sonrío—. Sino, lo matare.

—¿Lo prometes? —murmura

—Lo prometo —me acerco, beso su cabeza—. Descansa, rubio.

—Buenas noches, Heidi —sonríe levemente

Me alejo y apago la lámpara, dejando la luz de emergencia. Me levanto y me acerco a la puerta, salgo.

La cierro suavemente, para luego caminar por el pasillo. Aprieto mis labios, mientras me acerco a las escaleras.

Las bajo y me dirijo al perchero.

Me detengo antes de llegar y giro mi cabeza. Observo la puerta de la oficina.

Tengo un nudo de nervios en mi estómago, y a la vez me siento ansiosa por ir y atravesar esa puerta.

Allah Allah. ¿Por qué tengo que ir yo? —susurro, camino hacia la oficina, mientras miro hacia atrás

Suspiro, al llegar a la puerta.

Muerdo mi labio y levanto mi mano, para golpear la puerta. Me detengo antes de hacerlo, bufo.

—¿Por qué es tan complicado? —pego mi mano a mi frente

Me sobresalto, cuando la puerta se abre. Levanto mi cabeza y trago saliva.

Coloca una mano en su bolsillo, mientras que con la otra sostiene la puerta. Se coloca de costado y se hace paso.

Lo miro unos segundos más, cuestionándome si es una clase de demonio que mira a través de las puertas.

Parpadeo y miro hacia otro lado, mientras me adentro.

Remuevo mis manos, mirando toda la oficina. Escucho como cierra la puerta, giro levemente mi cabeza.

Sus pasos se acercan a mi, hasta posarse detrás mío.

Las palabras quieren salir, no se que, pero algo.

Cierro mis ojos, al sentir su cabeza al lado de la mía. Su nariz hace contacto con mi cuello, a través de mi cabello.

Frunzo levemente el ceño, cuando comienza a besarlo, haciendo que vuelva a sentirme extraña.

Su mano se desliza por mi abdomen, haciendo que lo contraiga. Un cosquilleo me recorre mientras ladeo más mi cabeza.

Mi boca se entreabre, mi respiración esta cambiando, esta siendo más acelerada. Me sostengo de su muñeca, mientras su boca se abre cada vez más a mi piel.

Su mano me empuja hacia atrás, pegándome a el.

Sentirlo hace que mi respiración se erradique más, mi garganta comienza a doler por los sonidos que estoy reteniendo.

Con ganas de sentir sus labios en los míos, me giro. Estiro mis manos y tomo sus mejillas, bajo su cabeza hacia a mi. Suspiro gustosa cuando choco sus labios con los míos.

Sus manos sujetan mi cintura, mientras nuestros labios se mueven con descontrol.

Sus piernas avanzando hacen que las mías retrocedan, hasta que mi espalda choca con el escritorio. Enseguida toma mis muslos, colocándome sobre el.

Rodeo sus hombros, mientras que el rodea mi cintura. Nuestros labios parecen nunca cansarse, se mueven de cada manera, y en cada rincón de ellos, y me encanta.

Se separa, besando rápidamente mi mejilla, hasta seguir un camino hacia mi cuello. Cierro los ojos, mientras acaricio sus brazos. Un jadeo sale de mi, al sentir la humedad de su lengua.

Aprieto mis manos en su saco, mientras sus manos bajan por mi espalda. Me separo, cuando baja aún más.

Me mira, deteniendo sus manos.

—Si no te gusta...

—Si me gusta —lo interrumpo, con mi voz agitada—. Es solo que, me coloco muy nerviosa y —trago saliva—, no lo se —miro su pecho

Sus dedos se posan en mi barbilla, me hace mirarlo.

—Nunca haré nada que no quieras, Adelaida —suspiro—. ¿Entiendes?

Asiento, acaricio su cabello, mientras sonrío levemente. Me acerco y lo beso, esta vez más suave.

Coloca sus manos a cada lado de mi cabeza, respondiéndome con la misma suavidad.

Eso me coloca más tranquila, de igual manera, no lo suficiente para verdaderamente avanzar.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora