—No entiendo.
—Mira, este significa que tomas dos cartas, esta cuatro —señala las cartas
—Ah, okey —sonrío, me acomodo—. Entonces, te tiro estas —coloco la carta del dos—. Tienes que tomar dos cartas, ¿verdad?
—Si. Pero yo te tiro esta —tira un cuatro—. Con lo que tienes que tomar seis cartas ahora —sonríe. Frunzo el ceño, observando las cartas
—No me gusta este juego —lo miro, ríe—. ¿Y si armamos casitas con las cartas?
—¡Si! —sonrío, mientras dejamos las cartas—. Oh, primero iré al baño.
Se levanta, comenzando a correr.
—Adelaida —giro mi cabeza
—Dalia, adorable mujer. ¿Qué pasa?, dime.
Es una dulce mujer. Agradezco que me haya dado una gentil bienvenida. Junto a Jackson, el chef. Aunque el prefiere JayJay.
—Pues...
—Oh, le quería agradecer de vuelta con su bienvenida, hicieron que se me fueran estos nervios de principiante —sonrío—. Lo siento, te interrumpí —la borro
—Esta bien, niña. Y sabes que conmigo puedes dirigirte de esa manera tan —parpadeo—, peculiar. Pero con el señor Wang, es mejor mantener las formalidades —frunzo el ceño
—Pero, si soy muy formal con el jefecito. Es más, hoy iba hacerle un comentario sobre su peinado. ¿Siempre tiene ese mechón en la frente?, a veces me dan ganas de correrlo. Y de paso observar su rostro de cerca —miro hacia otro lado
—¿Qué?
—¿Qué? —la miro—. Que, que bien. Seré más formal. Dura —suelto un gruñido—. Después de todo, le debe gustar que todos tengan la misma cara de piedra que el. ¿Sabes a que me hace acordar?, a esas piedras gigantes, que están en la isla de Pascua. Las que hacen así —intento imitar los gestos, frunce el ceño—. ¿Siempre tuvo esa carucha?
—Bueno, no siempre. Pero el punto es, que no debes actuar con confianza con el. O te tomará como maleducada y te despedirá —frunzo el ceño
—Sera —inflo mis mejillas, para después bufar—. Bien, ¿sabes qué?, lo tratare con formalidad. No le diré lindo día, le diré buen día —asiente
—Bien. Ya te acostumbraras, ya veras.
Asiento, mientras se aleja.
—Ay, hijo de los vinagres —aprieto mi puño, observándolo—. ¿Como alguien puede ser tan gruñón y tan guapo al mismo tiempo?
Suspiro, recordando su rostro.
Ese hombre no puede ser real. Parece pintado por el mismo Picasso.
—Ya estoy diciendo estupideces —masajeo mi frente, suspiro—. Ya, ya. ¡Rubio!
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La Niñera del Embajador
RomanceHace tres años, Bastian Wang perdió lo más preciado que tenia. Haciendo que su alma quede totalmente dañada, y rota. Tiempo después, solo se mantenia en pie por su legado, y su hijo. Pero, pareció no ser suficiente. En uno de sus momentos de quebran...