Capitulo XLII

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— Esta loco

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— Esta loco. No puede venir a esta hora.— Me acerco al armario— Tuve que guardar mi hamburguesa y papas, me quitó el hambre.— Tomo una de mis sudaderas — Tendre que llamar a George.

Heidi, me parece excelente. Pero, ¿podrias tener un poco de consideración por tu amiga?, aqui son las tres de la mañana.— Aprieto mis labios

— Lo siento, Zeynep. Me puse nerviosa y no sabia a quien llamar.— Suspira

Esta bien. Estas haciendo lo correcto, Heidi. Aunque sinceramente no te prestaba mucha atención mis ojos se cierran.

Ya, ve a dormir. Llamame cuando estes activa. Gracias por contestar.

Esta bien, aunque crei que era la alarma. — Sonrio— Bueno, te llamo mañana. O sea, en unas horas.

—De acuerdo, adios.

Cuelgo. Dejo el teléfono en la cama y me coloco la sudadera, salgo de la habitación.

Camino unos pasos por el pasillo y miro hacia el sofa, sus piernas siguen ahi, bien. Me giro y camino hacia la habitación de Safira, me acerco al armario.

Tal vez Mason dejo algo de su ropa aqui. Abro el armario y comienzo a revolver, hago una mueca.

No me sorprende que no haya, Safira es muy estricta en ese tema.

Me alejo y camino por el pasillo, lo observo moverse en el sofa.

— ¿Se despertó? — Me acerco a el— Se despertó.— Me cruzo de brazos

Frunce el ceño y se sienta, frota su rostro.

— No vuelva a venir aquí de esa manera, ¿mire si le pasaba algo?— Continua en la misma posición, suspiro— Le preparare un cafe.

Camino hacia la cocina.

— Ni siquiera se como sabe donde vivo. Le dijo Mason, ¿verdad?— Tomo una de las tazas

— Adelaida.— Giro mi cabeza, se adentra a la cocina

— Le preparo el cafe, y luego llama a George. — Me acerco a la cafetera — Aunque no me sorprenderia que el pobre estuviera abajo.

— Adelaida.—Toma mi muñeca, lo miro

Me mira enojado, frunzo el ceño.

— ¿Qué le pasa?, ¿ya le dio jaqueca?

— ¿Podrias concentrarte en una cosa por un momento?— Parpadeo, saco mi mano de la suya

— Bien, hable.— Me cruzo de brazos— Pero luego se va. Ya se puso en ese modo que no me gusta.— Suspira

— Solo necesito que me escuches.— Asiento, mientras arqueo mis cejas— Se que no debi venir en este estado. Pero la verdad es, que me estuve reteniendo de hacerlo desde hace dias. Desde el dia que saliste de la casa, no puedo sacarte, no puedo sacarte de mi cabeza.— Me relajo, mientras traga saliva — Me dije que iba a reflexionar y luego decirtelo, pero no encontre palabras y me estaba desesperando.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora