Capitulo XXXVI

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— Recordaba perfectamente todo lo que Wickham le dijo cuando hablaron por primera vez en casa del señor Philips; muchas de sus expresiones estaban aún íntegramente en su memoria

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Recordaba perfectamente todo lo que Wickham le dijo cuando hablaron por primera vez en casa del señor Philips; muchas de sus expresiones estaban aún íntegramente en su memoria. Ahora se daba cuenta de lo impropio de tales confidencias a una persona extraña y se admiraba de no haber caído antes en ello. — Continuo observandola, con mi mirada pasando desde sus ojos y su boca— Veía la falta de delicadeza que implicaba el ponerse en evidencia de aquel modo, y la incoherencia de sus declaraciones con su conducta. Se acordaba de que se jactó de no temer ver Darcy y de que éste tendría que irse.— Se detiene, despues de no se cuantos minutos, o horas

Me mira, manteniendo esa sonrisa en su boca.

— ¿Quieres que siga?— Murmura

La miro unos segundos en silencio, notando el cansancio en sus ojos.

— Vamos a dormir. Mañana sigues leyendome.— Murmuro de vuelta, sonriendo levemente

— De acuerdo.— Murmura de vuelta

Deja el libro a un lado y se recuesta en la cama, adentrándose en ella. Hago lo mismo, colocandome detras suyo. Su espalda queda en mi pecho y la rodeo, pegandola a mi.

Su aroma pegado a mi nariz me hace cerrar los ojos, mientras mis hombros se relajan.

— Everest.— Susurra, luego de unos segundos

— ¿Mmh?

— ¿Qué somos?

Abro mis ojos, observando su cabello.

— ¿Porqué preguntas eso? — Frunzo levemente el ceño

— No lo se. Tengo curiosidad.— Gira un poco su cabeza, dejandome ver su perfil

Miro hacia otro lado y pienso en su pregunta, una que olvide. Estuve tan sumido a ella, en nosotros, que no pienso en otra cosa más que en tenerla a mi lado.

— No lo se.— Susurro — ¿Quieres que tenga un nombre?

— Supongo. ¿Tu que quieres?— Suspiro

— A ti.— Respondo — No quiero dejarte ir. Al menos no ahora.

Su cuerpo gira por completo, quedando cara a cara conmigo. La luz de la ventana que entra gracias a las luces del jardin me permiten admirar su rostro, sus ojos.

— Yo tampoco quiero eso.— Susurra de vuelta, parpadeando lento

Levanta su mano, sus yemas acarician mi mejilla.

— Pero, ¿hasta cuando durara?— Vuelve a susurrar

— No pienses en el futuro.— Levanto mi mano, tomando su mejilla— Solo en el presente.

Su rostro continua en duda unos segundos, suspira y asiente. Acaricio unos segundos su piel, para luego inclinarme, tomando sus labios.

Intento convencerla de que no piense en eso tanto como yo intento convencerme. No podemos ponerle una etiqueta, ¿qué seriamos?, ¿novios?, ¿amantes?, no lo creo. Ninguno de los dos mostró inicio de decirle a alguien ni tampoco de transformarlo en algo sentimental.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora