Capitulo VI

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Bostezo, mientras continuo caminando

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Bostezo, mientras continuo caminando. Abro su puerta  rascándome un ojo.

Me adentro y la cierro, la miro dormir. Suspiro y camino, me detengo unos segundos en el espejo. Me miro, acomodando un poco mi cabello.

Me vuelvo a girar y me siento en su cama. La miro unos segundos, para luego mover levemente su brazo.

—¿Safira? —murmuro, continua durmiendo—, hermana —lo vuelvo a mover—. Safira, ya despierta, hermana —lo muevo más rápido, se queja

—¿Qué? —se incorpora, frunciendo el ceño—. ¿Qué te pasa?, ¿estas loca? —hago una mueca

—Estoy aburrida —me mira, a través de sus mechones

—¿Y por qué me castigas a mi?, Allah Allah —chista—. ¿Qué hora es? —aprieto mis labios, mientras se gira hacia el reloj—. Son las seis de la mañana —me mira—. Definitivamente estas loca.

—Bueno, es que, a esta hora estaría abriendo la tienda. Y ahora que papá solo trabaja en ella. Y en la casa —me callo, carraspeo—, en la oficina no me necesitan —suspira

Me sorprendió cuando me dijeron que el niño se quedaría con la abuela. Parece que esta con ella domingo por medio.

A mi me parece muy poco. Yo apenas aguantaba un día sin mi abuelita. Ahora solo puedo verla en video llamadas.

—¿Y qué quieres?, ve a la tienda si tanto quieres —frunzo el ceño—. Me castigas, me castigas —se vuelve a acomodar

Me cruzo de brazos, aún mirándola.

—Juguemos a algo —bufa—, vamos —muevo su brazo

—Ya, ya —se vuelve a incorporar, sonrío—. Ya estoy despierta de todos modos —frota su rostro, me acomodo mejor—. ¿Qué tienes en mente?

Tomo las sabanas y me adentro, acomodándome.

—Veinte preguntas —suspira, mira hacia adelante y entrecierra los ojos

—Bien. Tu empieza —me acomodo más junto a ella

—¿Quién te gusta? —frunce el ceño

—¿Por qué siempre me haces esa pregunta?, ¿qué no eras escritora?, ¿qué no tenias imaginación? —sonrío

—Vamos, derrite ese corazón de hielo para mi —la rodeo, mientras se queja

—Quítate —hago sonidos de besos, mientras intento llegar a su mejilla—. Eres molesta —corro sus manos y lamo su mejilla, se vuelve a quejar—. ¡Heidi!

Gruñe y toma su almohada, me golpea. Tomo la otra y comienzo a pegarle, me devuelve el golpe.

Sonrío más, cuando ella lo hace.

—¿Y eso que es?
—Provenzal —lo coloca en la olla, parpadeo
—Provenzal —susurro

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—¿Y eso que es?

—Provenzal —lo coloca en la olla, parpadeo

—Provenzal —susurro. Lo deja al lado, toma otro frasco, con polvo rojo—. ¿Y eso?

—Pimentón —me mira—. Mujer, ¿me preguntaras que es todo? —frunzo el ceño

—Que poco paciente eres, JayJay. Además, ni quería saber que estabas cocinando —levanto mi cabeza, mientras comienzo a caminar—. ¿Es sopa? —susurro, pasando por su lado

—Estofado —lo miro, mira la olla

—Ah, si. Igual, ni quería saberlo —me mira, sonríe levemente—. Es mas, me voy. Tengo cosas mas importantes, cosas de mujer trabajadora —levanto mi puño

—No lo dudo —mueve sus cejas, entrecierro los ojos

—Esas cejas —susurro, me giro y comienzo a caminar—. Me mira de esa manera otra vez y —inflo mis mejillas, bufo

Miro hacia abajo, cuando mi teléfono suena. Lo tomo de mi bolsillo.

—¿Si?

—Heidi —abro mis ojos de par en par

—Señor, ¿otra vez usted?, comienzo a pensar que le gusto —continuo caminando—. ¿Por qué llama?, no lo entiendo —rasco mi cabeza

—Le di una semana, Heidi. Aun no tengo mi dinero, iré a su casa hoy mismo —entreabro la boca

—No se atreva. Es decir, por favor, deme un día más. Estoy luchando duro para conseguirlo, entienda que es mucho dinero.

—Debió pensar eso antes. ¿Sabe que esto es por fiar a los clientes verdad? —entrecierro los ojos—. Tiene un día mas —aprieto mi mandíbula

—¡Mire que...! —inflo mis mejillas—, ¡no me parece que...!—me callo—. Adiós.

Cuelgo, bufo y miro mi teléfono.

—Cuando tenga el maldito dinero te insultare hasta que las ranas hablen —gruño, aun mirando el aparato

Giro mi cabeza, al escuchar una risa. Frunzo el ceño al ver a un hombre, desconocido.

—¿Perdón?, ¿usted de que se ríe? —me giro hacia el, mientras me cruzo de brazos—. ¿Tengo cara de payaso yo? —arquea las cejas—. Oh espera, ¿tengo algo en la cara? —llevo mis manos a mi rostro—. Me acabo de comer un chocolate —murmuro

—No, no. No tiene nada, tranquila —se acerca—. Soy Mason —tiende su mano—, hermano de Bastian —frunzo el ceño

—¿Bastian...? —abro mis ojos de par en par—. Oh, habla del señor Wang —tomo su mano, asiente—. Oiga, disculpe por mi tono, yo nunca hablo así. Soy Adelaida —me alejo—. Bueno, no siempre —rio nerviosa—. ¿Quiere una taza de té?

Ríe levemente, asiente.

—Se lo agradecería. Estaré en la oficina de mi hermano —asiento

—De acuerdo —asiente, para luego pasar por lado. Suspiro—.  ¿Por qué eres así? —froto mi cabeza, bufo

Me giro, comenzando a caminar hacia la cocina.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora