Capitulo IX

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—¿Cómo que oliva no es un color? —frunzo el ceño—, se que es un color, mi hermana siempre lo menciona cuando compra ropa

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—¿Cómo que oliva no es un color? —frunzo el ceño—, se que es un color, mi hermana siempre lo menciona cuando compra ropa.

—Es verde oliva. No cuenta sin el verde. Yo tengo quince puntos —empieza a anotar

—No se si eres muy inteligente o muy tramposo —entrecierro los ojos, me mira—. En unos años ya estarás en la universidad, o serás actor —sonríe—. Te verías muy de buen actor, el Brad Pitt de tu generación.

—Siempre juego con mis amigos a esto. Aprendí muchos con ellos.

—Vaya, que bueno. ¿Qué aprendiste? —sonrío

—Bueno, que la pubertad empieza de los trece hacia arriba. Pero mi amigo es diferente, porque lo tuvo a los nueve —frunzo el ceño

—¿Pubertad? —rasco mi cabeza—. Rubio, ¿cuantos años tienen tus amigos?

—No estoy seguro, pero se que están en la secundaria —levanto mis cejas—. ¿Sabes que en la secundaria ya no hay juegos en el tiempo libre?

—Tengo más curiosidades de la secundaria, en mi experiencia —miro hacia otro lado—. Hormonas —gruño

—¿Qué?

—¿Qué de qué? —lo miro—. Estábamos jugando. Vamos, ¿cuantos puntos sumaste? —sonrío, miro los míos  empezando a contar

—Cien —borro mi sonrisa, observando el setenta

—No me gusta este juego —frunzo el ceño—. Si jugaríamos en turco yo ganaría.

Lo escucho reír levemente. Levanto mi cabeza al escuchar pasos, me levanto de la silla, al ver al señor Wang.

—Ya son las nueve, hora de dormir —pasa por nuestro lado

—¿Cuando volverás? —se detiene unos segundos, mirando a William

—Tarde. Buenas noches —me mira unos segundos

—Buenas noches, señor Wang.

Continua alejándose, lo miro hasta que dobla el pasillo.

Suspiro.

—Si tan solo no fueras tan gruñón —ladeo la cabeza

—Señorita Heidi.

—¿Qué?, ¿qué pasa?, no dije nada —lo miro, suspira

—¿Por qué siempre me deja?

Se arrastra hacia su sofá y se desploma en el.

—Rubio —me acerco, mantiene su cabeza enterrada en la almohada—. Se que es difícil de entender —me siento, acaricio su espalda—. Pero estoy segura que si hablas con el, sobre lo que realmente quieres, te lo dará —levanta su cabeza, mirándome—. Si tienes la oportunidad, hazlo. Pero, también entiende, que tu padre es alguien muy ocupado.

—¿Dices que hable con el?

—Todo es mejor siempre hablando —sonrío—. Y tienes que siempre actuar con confianza. Caminas como firmeza, le golpeas la mesa, y le dices. Es decir, no tan literal así, pero, tu me entendiste.

Asiente, frunce el ceño.

—Eso hare. Le diré todo lo que siempre quise, y que quiero que se quede a dormir a mi lado —golpea el sofá, parpadeo

—Okey. Ahora a dormir —me levanto

—No. Iré a decírselo ahora mismo —se levanta—. ¿Donde esta mi chaveta?

—Chaqueta.

—Si, eso —camina por la sala

—Rubio, serán casi las diez. Si tu padre te ve en otro lugar que no sea tu cama me matara primero a mi y luego a ti —lo sigo—. Y no es una metáfora. Vamos, te dejo contarme de tu cuento de Spider Man y Batman.

—No. Se supone que mi papá tiene que hacer eso, ¿por qué no lo hace? —se dirige a las escaleras

—Ya te dije, esta ocupado. Solo tienes que hablar con el, tranquilo. ¿Qué tal mañana?, les preparo un rico té con galletas.

Se detiene, me mira y asiente.

—Tienes razón. Ya tengo sueño —asiento

Me acerco y lo tomo en brazos, beso su mejilla.

—Eres fuerte, muy bien —me mira, sonríe levemente

—¿Como Spider Man?

—Mejor que el —camino hacia la habitación—. Mejor que todos los superhéroes.

Sonríe, abraza mi cuello. Sonrío y me giro hacia su habitación.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora