Capitulo IV

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Bajo las pequeñas escaleras y camino hacia la limosina, a pasos rápidos

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Bajo las pequeñas escaleras y camino hacia la limosina, a pasos rápidos. 

—Señor, ¿confirmo su reunión en la embajada? —escucho la voz de mi asistente, miro mi reloj unos segundos

—Hazlo. Y organiza una reunión con el ministro, luego de esa reunión.

—Si, señor.

Abro la puerta y me adentro. Suspiro, mientras acomodo mi cabello.

Tomo mi teléfono, mientras el auto comienza a conducir. Marco el numero de mi secretaria.

—Carlett, ¿cómo están las cosas?

—Como usted lo pidió señor. El niño William esta tranquilo y feliz, esta satisfecho con su nueva niñera.

Eso es nuevo, siempre se encapricha con ese tema.

—¿Ella es capacitada?

—Me asegure de que así sea, tengo su información, la deje en su escritorio.

—Bien, en una hora estoy ahí.

Cuelgo luego de unos segundos y guardo mi teléfono.

—George, pasa por el centro primero, tengo algo que comprar.

—Si, señor.

Miro hacia la ventana. Meto mi mano en mi bolsillo, jugando con la pequeña pulsera.

Cada vez que lo hago, siento su olor. Nunca me lo olvidare, nunca había sentido uno igual. Tuve tantos sueños sobre su rostro, todos distintos. Incluso muchas veces cruce ese distrito a propósito, pero no pude ver nada.

No hace nada de malo recordarlo. Solo me gustaría, haber sido más agradecido. Después de todo, salvó mi vida.

Me bajo del auto, mientras observo mi casa

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Me bajo del auto, mientras observo mi casa.

Suspiro y empiezo a caminar.

Subo las cortas escaleras, mientras los hombres ya abren las puertas. Me adentro, mirando a mi alrededor.

—Señor Wang —giro mi cabeza

Dalia se acerca, con su acostumbre sonrisa.

—Dalia —asiento, mientras me detengo

—¿Como esta, señor?, ¿quiere que mande a preparar algo en especial?

—Luego, Dalia. Ahora quiero ver a William, ¿esta en su habitación? —miro las escaleras

—Oh, el señorito esta afuera con la nueva niñera —la miro—. Tiene que verla, tiene encantado al niño.

—Bien. Que la merienda este lista, comeré junto a el —sonríe, asintiendo

—Excelente, señor —se gira y comienza a caminar

Me giro y hago lo mismo, dirigiéndome al jardín. Escucho desde la distancia voces, gritando, junto a risas.

Cruzo el umbral, al mismo tiempo que veo algo rápidamente acercarse. Me detengo, mientras cierro los ojos.

Me quejo levemente, ante el impacto a mi rostro. Aprieto mis labios y los muevo, intentando alejar el dolor.

—¿Papá?

—¡Ay!, ¿¡se lastimó!? —miro hacia adelante, mientras frunzo el ceño—. Hombre, ¿no sabe que no tiene que meterse en zona de pelotas?

Bajo mi cabeza al sentirlo rodear mis piernas, acaricio su cabello.

—¡Finalmente has venido!

—Así es. Y con un regalo —levanto la bolsa. Sonríe y me mira

—¡Quiero un abrazo! —me inclino y lo tomo en brazos, abraza rápidamente mi cuello

Miro hacia adelante. Miro unos segundos a la mujer, mirándonos con atención. Me quedo unos segundos en su rostro, frunzo levemente el ceño.

Me luce lejanamente conocido.

Empiezo a buscar más en mi mente, hasta que se acerca.

—Usted debe ser la niñera —se detiene, al mismo tiempo que William se separa

Se remueve y lo bajo.

—Adelaida Nowak. Un gusto, jefecito —tiende su mano, sonriendo

Miro su mano, la tomo luego de unos segundos.

—Que manota —ladea la cabeza, frunzo el ceño—. Em —se separa, cerrando unos segundos los ojos—, gusto en conocerlo.

—Bastian Wang.

—Claro. Embajador —remueve sus manos, coloco las mías en mis bolsillos—. ¿Jugamos una partida? —señala el jardín

Definitivamente no es de aquí. Y definitivamente es educada de manera diferente, nadie se ha dirigido a mi de una manera tan confiada.

—¡Si!, ¡juguemos! —miro a William

—Es hora de merendar. Vamos —me giro y me adentro, escuchando sus pasos

Me acerco a la mesa principal, con ya el servicio preparándola.

Lo miro.

—Abre tu regalo —lo toma, mientras se sienta—. Puedes retirarte —hablo hacia ella

—¿A donde? —parpadea, frunzo el ceño—. Oh, se refiere a —señala detrás suyo—, claro, claro. Disculpe.

Retrocede, hasta que se gira. Cruza el umbral y se retira, suspiro.

Me siento frente a el, mientras termina de abrirlo.

—Un Hulk —sonríe levemente, mirándolo

Asiento.

—Si, en tu ultima llamada me habías dicho que te faltaba ese —sirven café en la taza, mientras que chocolate en la de el

—Así fue. Gracias —me mira unos segundos, mientras deja el juguete al lado

Asiento, mientras tomo un sorbo.

—Papá, ¿te quedaras esta vez? —lo miro

—Por unos días, si. Sabes que tengo que viajar —asiente, revolviendo su chocolate—. En unas semanas comienzas las clases, ¿estas emocionado?

—Lo estoy. Antes estaba nervioso, pero la señorita...

Mi teléfono lo interrumpe. Lo tomo de mi bolsillo, mientras le hago una seña. Suspira mientras asiente.

—¿Diga?

—Señor, el ministro tiene que irse del país hoy, pregunta si esta interesado en la reunión en veinte minutos.

—¿Veinte minutos? —miro mi reloj—. Ahí estaré. Confirme.

Cuelgo. Limpio mis labios, mientras lo miro.

—Tendrás que disculparme, hijo. Tengo una junta, y es importante. Pero vendré a cenar —asiente

—Lo entiendo, papá. ¿Podrás leerme esta vez ese cuento? —sonríe levemente, me levanto del asiento

—Lo prometo —paso por su lado y acaricio su cabello, camino hacia la puerta

Cruzo el umbral y me giro. Miro hacia mi costado, al ver a alguien más. Frunzo el ceño al ver a la niñera, pegada a la pared.

¿Acaso estaba escuchando?

Me mira unos segundos más, para luego girarse. Pega sus manos a la pared girando su cuerpo, la golpea levemente.

—Si, definitivamente son de buena calidad —me mira, levantando su pulgar

La miro unos segundos más, para luego volver a caminar.

Le diré a Carlett que la tenga en la mira.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora