Capitulo XIV

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—Señor Mason —remuevo mis manos—, de verdad quiero ayudarlo, pero no se si podre hacer esto

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—Señor Mason —remuevo mis manos—, de verdad quiero ayudarlo, pero no se si podre hacer esto. Soy pésima mintiendo.

—Adelaida. Tu tranquila, solo tienes que darme la razón, yo hablare —suspiro—. De verdad estoy agradecido —toma mi mano, las miro—. Si haces esto, no quedara ninguna deuda —lo miro

—¿Ninguna? —niega

—Se que es difícil y se que fue impulsivo involucrarte, pero no durara nada, lo prometo —asiento

El auto se detiene, miro hacia la ventana.

Bajo mi cabeza hacia el vestido y vuelvo a mirarlo.

—¿Estos vestidos son necesarios? —me mira

—El tiene que creer que eres una mujer elegante. Y aunque tu ropa no esta nada mal, esta ayudara a convencerlo —asiento

—De acuerdo —miro hacia la puerta y la abro, me bajo

Hago una mueca, mientras bajo más el vestido.

—¿Por qué me siento desnuda? —acomodo mi cabello. Miro a un hombre, cuando me mira de arriba abajo—. ¿¡Qué mira!?, ¡no estoy desnuda! —frunce el ceño, mientras comienza a caminar más rápido

Bufo y lo vuelvo a bajar.

—¿Qué sucede, Adelaida? —miro a Mason, cuando se acerca

—Ese baboso me miró como si fuera un payaso — miro hacia todos lados, verificando si alguien más me mira

—No, Adelaida —lo miro, cuando ríe—. Luces bien, por eso te miran —miro hacia otro lado

—¿Tengo que sentirme halagada? —parpadeo, mientras frunzo el ceño

—Bueno, eso esta en ti —asiento

—Que bueno, porque no me siento así —comienzo a caminar—. Alguien me llega a mirar y lo apuñalo con estos tacos.

Me quejo, cuando uno se me dobla.

—Señor Mason, ¿le molesta si me los quito? —abre la puerta, me adentro

—Aguanta un poco más —lo miro—, por mi —suspiro y asiento

Supongo que puedo hacerlo. Además de que prácticamente tengo una deuda con el.

Habla unos segundos con un hombre, lo miro cuando comienza a caminar. Pasamos por algunas mesas, frunzo el ceño, al mirar un hombre.

Paso por su lado y camino más lento, arqueo mis cejas.

—¿Tengo su nombre en mis piernas? —me mira—. ¿Qué?, ¿qué mira?

Niega con la cabeza y mira hacia adelante, evitando mirarme.

—Si, así le conviene.

—Adelaida —miro al señor Mason, mientras nos detenemos en una mesa—. Se que es difícil para ti, pero por favor, imagina que estas en una película y eres una mujer rica —miro hacia otro lado

—Señor Mason, no fui muy buena en clase de teatro.

—Bueno, finge que esas clases nunca pasaron —corre la silla, suspiro y me siento—. Y recuerda, solo debes darme la razón.

Asiento.

—Ahí viene —miro hacia la puerta, el señor Samuel se adentra

Suspiro y miro hacia la mesa. Miro la servilleta y la tomo, la coloco en mi regazo.

Sonrío levemente.

Empezamos bien.

—Muy buenas —sonrío

—Hola —tiendo mi mano

—¿Cómo estas, abuelo? —estrecha la mano de ambos

Se sienta, suspiro y remuevo mis manos.

—Bien. Primero ordenaremos —toma el menú—. Adelaida —me mira, continuo sonriendo—, ¿qué opina del Nigiris? —parpadeo

¿Niri?, ¿Nirique?

Miro lentamente al señor Mason, aún sonriendo.

—Le encanta, abuelo —habla el, asiento—. Lo pedía siempre que íbamos a Japón —rio

—Si. Si, siempre.

—Excelente, entonces lo pediré. ¿También wasabi? —me mira, vuelvo a asentir—, excelente —hace seña a un camarero

Wasabi me suena a un golpe de karate.

Le indica que va a pedir, froto mi cuello.

Se retira junto a los menú, sonrío cuando nos mira.

—Ayer no tuvimos mucho tiempo —entrelaza sus manos—. Cuéntame, Adelaida, ¿a qué te dedicas? —parpadeo

Maldición, no me dio un libreto para eso.

—Pues —miro al señor Mason, lo mira

—Adelaida es administradora en una empresa de publicidad. ¿Qué coincidencia, verdad? —sonríe

—De acuerdo. Pero deja que ella hable —me mira, carraspeo

Vuelvo a mirar al señor Mason, aprieta sus labios.

—Bueno —suspiro—, la verdad es que fui ascendida hace poco —asiente

—Eso es genial. ¿Y cómo estas con ello?, se que ser administradora no es fácil —asiento

—Me acostumbro rápido —miro hacia otro lado—. Las planificaciones las practico hace mucho, especialmente los posibles problemas futuros. Organizo las cosas con mucho tiempo anticipado, son muy firme con los trabajadores y los inspiro, más que nada con los objetivos. También siempre me gusto mantener el control, así que reportar alguna desviación o coordinar los trabajos nunca fue problema —lo miro, vuelvo a sonreír

Leí la carta de mi hermana a su jefe por chusma y ahora me salvó.

—Vaya. Aún así, luce como una persona tímida —rio—. Que mujer inteligente tienes, Mason —lo mira

Lo miro. Parpadea, mientras continua mirándome.

—Si. Ya lo creo —aprieto unos segundos mis labios, mientras remuevo mis manos

Levanto mi cabeza, cuando noto al camarero acercarse. Deja la bandeja en la mesa para luego empezar a colocar los platos de cada uno.

Sonrío, lo miro.

—Muchas gracias —me mira, asiente y se aleja

Suspiro y me acomodo mejor en la mesa. Miro mi plato, frunzo levemente el ceño.

—Olvidó poner los cubiertos —giro mi cabeza, buscando al camarero

Miro al señor Mason, al escucharlo reír.

—Tu y tus bromas, Adelaida. Toma los palillos —me tiende unos palillos

Lo miro, esperando a que vuelva reír. Miro al señor Samuel, toma los palillos en sus manos.

Rio, mientras los tomo.

—Claro, estaba bromeando.

Miro los palillos, parpadeo.

Miro al señor Mason, intento imitar como sostiene los palillos. Suspiro, cuando no lo logro.

¿Y si mejor los clavo en la comida?, me estoy poniendo nerviosa.

—Adelaida —miro al señor—, ¿todo bien?

—Si, si. Es solo que —miro los palillos—, mi mano se acalambro —rio

—Ven, yo te ayudo —miro al señor Mason, cuando se acerca

Coloca sus dedos sobre los míos, acomodando los palillos.

—Y así agarras la comida —murmura, sonrío

—Gracias —lo miro unos segundos, asiente y se aleja

Acerco los palillos a la comida. Rio, cuando logro tomar uno.

Lo acerco a mi boca y comienzo a masticar.

—¿Esta bueno? —miro al señor Samuel

Levanto mi pulgar, aún masticando.

De verdad esta rico, creí que no lo estaría.

—Muy bueno —hablo, cuando termino de tragar

Sonríe levemente y asiente, volviendo a comer.

Miro los palillos, los muevo unos segundos, para luego acercarlo de vuelta a la comida.

La tomo, miro la salsa verde cerca del plato. Sonrío levemente, parece guacamole.

Acerco el pedazo de comida al pequeño plato y lo hundo unos segundos, lo saco.

Lamo mis labios y lo llevo a mi boca.

—Adelaida —miro al señor Mason, al mismo tiempo que comienzo a masticar

Aprieta sus labios, mientras yo parpadeo. Paro lentamente de masticar, mientras miro hacia abajo.

¿Qué es esto?

—Agua —murmuro, mientras tomo la servilleta de mi regazo

—¿Qué? —coloco la servilleta en mi boca y saco la comida, junto mis cejas

—¡Agua! —lo miro, parpadea

Dejo la servilleta en la mesa, mientras comienzo a abanicar mi lengua.

—¿Por qué colocaste tanto wasabi? —el señor Samuel hace una seña al camarero

—¿Wasaque? —mantengo mi lengua afuera—. ¿Qué wasaque?, eso era fuego. Allah Allah, ¿donde esta el agua?

Giro mi cabeza, al escuchar al camarero acercarse. Le arrebato el vaso que tiene en mano para luego tomarlo.

Tomo largos sorbos, pero la sensación sigue ahí. Termino de tomar y dejo el vaso en la mesa, miro al camarero.

—¿Por qué me ponen algo así en la mesa? —vuelvo a abanicar mi lengua—. ¿Acaso? —giro mi cabeza, ubico al hombre que miraba mis piernas—, ¿¡fuiste tu, verdad!? —lo señalo, me mira y parpadea—. ¡Querías envenenarme!

Todos lo miran, mientras otros jadean.

—Adelaida —miro al señor Mason—, nadie esta intentando de envenenarte. El wasabi es un condimento, es picante por eso tienes que utilizar muy poco.

—¿Y quién quiere eso? —miro al camarero, me tiende otro vaso de agua—. No le diré aricato —empiezo a tomar el agua

Miro al señor Mason, cuando ríe.

Arigato, Adelaida —frunzo el ceño, mientras termino de tomar el agua

—¿Y yo que dije? —dejo el vaso en la mesa. Giro mi cabeza hacia al hombre que le grite—. Y usted —lo señalo—, lo estoy vigilando —lo señalo con dos dedos, para luego señalar mis ojos

Parpadea y frunce el ceño, asiento y me giro.

—Ahora si —suspiro, tomo la servilleta—. Tenga —se la entrego al camarero—, será mejor que no la abra —sonrío

Hace una mueca y lo toma. Los miro, aún sonriendo.

—¿Donde estábamos? —tomo los palillos

Se miran unos segundos, me miran y sonríen.

La Niñera del Embajador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora