XXXI✅

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Derek

Efimero

Significa algo que dura poco, un corto período de tiempo. Fugaz.

Cuando era pequeño siempre creí que mis momentos con mi familia iban a ser efímeros, fugaces. A decir verdad hemos tenido una infancia bastante complicada todos, crecer teniendo dones jodia todo.



Siempre crecí pensando que nadie podría ser como yo, fui a miles de institutos a lo largo de mis seiscientos años y siempre me sentí solitario. No por el hecho de estar solo, de hecho era bastante fácil ser agradable y hacer amigos pero ellos eran temporales.



Mis padres no permitirían que tenga el mismo amigo por más de diez años, ellos podrían darse cuenta que jamás envejecíamos y por supuesto también podían darse cuenta de ciertas manías y habilidades que desarrollábamos tras los años.



Edwin era quien más le costaba adaptarse a las normas. Le costaba entender porque éramos distintos, nosotros después de todo no habíamos elegido ser demonios y mucho menos vivir en eterna soledad. Ni siquiera éramos capaces de convertir a alguien como nosotros, pues Cassandra fue el claro ejemplo.



Lo cual, en consuelo, siempre tuvimos una familia. Mi madre y padre prefirieron darme hermanos, iguales de distintos como Edwin y yo. Que aunque era mi otra mitad, no entendíamos solo por miradas y solíamos hacer todo juntos necesitábamos a alguien más.



Mediante mi crecimiento cuestionamos muchas cosas. Muller fue el primer hermano menor que tuve junto a Edwin. Siempre tuve la necesidad de protegerlo como si fuese oro y él siempre tuvo la necesidad de ser algo rebelde. A sus tres años él aprendió a hablar alemán a la perfección, estábamos todos orgullosos, a los cuatro él dijo que escuchaba voces y no mucho después descubrimos que era su don el escuchar nuestros pensamientos.



Solía hartarse. Muchas veces escuché como lloraba frustrado porque no paraba de escuchar y escuchar, no tenía derecho ni siquiera a un silencio. Esperaba las noches todo el día para así todos durmieran y no pensaran hasta que también se dio cuenta que escuchaba hasta los sueños.



Él a los siete años dejó de hablar, ósea hace más de seiscientos cincuenta años. Siempre cuestione el porqué, pero también recuerdo la última vez que escuché su voz. Él estaba en mi habitación, tenía ojeras en sus ojos tan oscuras y profundas que daban miedo. Él se acercó a mí y acostó su cabeza en mi regazo, sobre la cama. Sin entender lo consolé acariciando su cabeza



Había visto en películas y en mis padres que asi se consolaba.



Y Muller dijo, tan paciente pero atormentado:



-Escucho tantas voces que me estoy volviendo loco. Quizá debería dejar de hablar y así escuchar una voz menos.



-Eso no es una solución. -Recuerdo contestar.



-Si pudiera morir lo haría, pero, no podemos.



Haber escuchado a un niño de siete años pensar en suicidio fue fuerte. Pero no haber escuchado su voz jamás fue aún peor.



Mis padres dos años después tuvieron a Becker. Él parecía ser normal, jugaba, corría, hablaba, incluso molestaba a los demás juguetonamente. Edwin, Muller y yo estábamos felices, al menos él era normal, hasta que desarrolló unas rabietas bastantes fuertes y graves en su pubertad.



Becker en un episodio golpeó a mi madre en el rostro. Mi padre enfureció y le devolvió el golpe pero para nuestra sorpresa, todo empeoró en cuanto los ojos de Becker se apagaron sus pupilas se dilataron y nadie podía detenerlo.

Maldición Alemana [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora