XXXV✅

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La familia Schwarz si que era buena bajo el liderazgo de Derek.



Jamás entenderé cómo, pero aquél fortachón chico, musculoso, alto, cabello negro, ojos del mismo, labios finos y tatuajes desde su cuello hasta sus nudillos había sacado a todos los pueblerinos de la casa, gracias a la ayuda de los policías también. Pues, había según los murmuros al parecer la familia alemana se le da bien sobornar y denunciar, pues todos los que han invadido la gran mansión victoriana de los Schwarz tendrán una denuncia.



Bravo, Derek.



Ahora, que las familias se han relajado, Eckert ya no me mira como si fuese una desconocida, Kruse no me vigila como si quisiera asesinar a alguno de ellos y la pequeña mocosa insoportable no intentará acercarse a mi por fin han llegado aún más personas a la habitación. Kilian ha entrado en un sueño, aunque creo que solo es temporal, de algunas horas, no tanto como el tiempo que me he tomado yo en dormir.



Derek y Edwin casi se desmayan al verme, era impresionante como hasta tenían las mismas reacciones. Apenas entraron ambos se detuvieron al mismo momento mirándome con horror y preocupación, si no fuera por los distintos tatuajes en su cuello jamás podría diferenciarlos. Pues hasta tenían los mismos tatuajes en las partes visibles como sus brazos.



Líos de gemelos, ¿Quién los entiende?



Pero la reacción de los gemelos extraños no fue nada comparada a la de Muller. Se ha quedado quieto, tenía el cabello despeinado y sus ojos característicos me observaron con horror. Se acercó a mí con prisa, fue el único -aparte de Becker que me ahorcó -, que me tocó sin miedo a mi reacción. Se acercó tan bruscamente, cogió mis mejillas en sus manos y le dio un repaso con sus ojos escaneando mi ser. Aún recuerdo cuando estaba dormida y creí escucharlo hablar de mi hijo.



«Hijo...» no entendía porque esa palabra me incomodaba tanto.



Hice un ademán para ponerme de pie pero al instante sentí el brazo de Becker rodear mi nuca y sentarme bruscamente en el sofá a su lado. Rodee mis ojos aburrida.



No dejaban que me acerque a Kilian, tampoco que caminé por la casa, mucho menos que hablara. Unos amargados.



-Sabes... -Miré a Derek. Creo que es el único capacitado para tener una conversación relativamente normal y seria. -Estoy aburrida de estar esperando.



-No lo hubieras envenenado entonces.-Responde Edwin con su habitual calma, chequeando una vez más como está el teñido.



-Si no lo hubiera envenenado estaría ahora pensando que vestido ponerme para un funeral. -Rodeo mis ojos -De hecho, de nada por salvarle la vida a su hermanastro insoportable.



Giré mi cabeza y miré como Muller tenía la vista fijamente sobre mi, como si acaso me haya salido una tercera cabeza o algo. Me incline hacia adelante y puedo ver por el rabillo de mi ojo como Becker iba a detenerme pensando que iba a ponerme de pie.



-¿Qué pasa Muller? ¿Estás traumado? Relaja, chico. Tantos pensamientos van a matarte.



Le guiño el ojo, con el doble sentido activado. Él no aparta su mirada, de hecho la intensifica.



-¿Por qué no ha expulsado el agua bendita? -Pregunta su madre, mirando con tristeza como las raíces y grietas de su cicatrices aún no se fueron, pero aún pertenece vivo.



Bostece sonoramente. Dormí un mes y ya tengo sueño de vuelta. Esta familia aburre tanto.



-Quizá no se expulsará, quizá ya lo ha absorbido su estómago. -Opina el líder Schwarz.

Maldición Alemana [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora