XXXXIX

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MULLER SCHWARZ

Mierda. Mierda. Mierda.

Corría por los asquerosos pasillos de las cloacas, al parecer habían hasta pequeños lugares donde podían ser habitaciones, bastante pequeños y la mayoría están llenos de agua y desechos pero era un buen escondite.

Al fin de cuentas había escuchado muchos pensamientos por aquí sin embargo ahora solo escuchaba uno.

—¿Dónde está? —Me pregunta Derek, igual de desesperado que yo.

Miró los distintos caminos, e intento escucharla pero no podía, sus pensamientos estaban muy lejos. Cierro mis ojos intentando percibir algo y al hacerlo comienzo a correr como un lunático para alcanzarla.

No la escucho pensar y eso me preocupa, ¿Dónde diablos…?

«No puedo…»

Esta cerca, la escucho.

Corro doblando a la izquierda.

«No puedo»

Casi quiero gritarle desde aquí que si puede, que solo resista que ya estoy cerca.

Al girar me detengo en seco tras ver una especie de habitación y alguien tirada dentro. Ay no.

Me acerco rápidamente como condenado, al entrar me detengo en seco a unos metros al verla.

Ella estaba tirada en el suelo, completamente desnuda, estaba golpeada; tenía hematomas por todo su cuerpo y un derrame en sus ojos que solo veían el techo, mi vista cae en su cabello y noto que había vomitado y se había acostado encima.

Esta tan… Destruida.

Reacciono por fin mirando como Derek corre a acercarse, ella al verlo, gime ahogadamente y comienza a retroceder como puede, esta aterrada y se arrastra hacia atrás como si Derek ahora fuera el diablo en persona. Derek se angustia y se detiene mirándola asombrado.

—Soy yo —Le dice, intentando hacerla entrar en razón

Ella abraza sus piernas pegándolas contra su pecho y esconde su cabeza entre ellas.

Me quito me abrigo y camino hacia ella, en cuanto lo deposito sobre su cuerpo, ella pega un brinco tensándose.

—¡No me toques! —Grita, su voz es áspera y ronca. —¡No me toquen!

Frunzo el ceño sin saber que hacer, no quiero que piense que yo podría lastimarla.

Controlar su lado demoníaco era fácil pero controlar su corazón roto era algo completamente diferente. Derek me hace una seña que ira con los demás para buscar en la zona a alguien, con suerte capturar un peón.

Asiento en su dirección y me concentro con Arzaylea.

Intentó tocarla pero ella se tensa aún más y la escucho sollozar.

—Hey. —Susurro —Soy yo.

Ella alza la cabeza al instante y me mira, estupefacta. Queda unos segundos mirándome hasta que el fantasma de una sonrisa vacía y sin emoción se dibuja en sus labios, muevo lentamente mis manos y le coloco el abrigo en su piel.

—Soy yo —Repito, con miedo que vuelva a tensarse.

Ella sigue en silencio mirándome y me permite colocarle el abrigo para que se cubra. ¿Qué clase de enfermo la dejaría desnuda sola?

Me sigue mirando fijamente en cuanto se lo coloco y se lo abrocho, no despega los ojos sobre mi mientras que yo la intento poner de pie. Ella no puede por sí sola pero me permite sujetarla de la cintura y de sus muslos para alzar la.

Maldición Alemana [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora