XXXXXVII

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SEIS AÑOS DESPUÉS

—¡Me duele la cabeza, Joshua! —Digo apenas abro la puerta. Él, como loco lunático seguía tocando el timbre. —Tengo trabajo mañana temprano y con que despiertes a Tyson…—Advierto mirándolo de mala cara
Él abre la puerta aún más con su mano y pasa directamente, cierro la puerta y giro a verlo. Dios, que dolor.

—¿¡Te alimentaste de un humano de vuelta!? —Chilla apuntándome con el dedo acusador. Llevo una mano a mi cabeza adolorida. —¡Tenemos un pacto, Mackenzie! ¡No puedes alimentarte de cualquier ciudadano!

—Baja el puto tono de voz porque con que despiertes a Tyson….

—¿¡Acaso no te interesa!? ¡Te alimentas de la ciudad!

—¡Cállate! —Mis ojos se nublan y los coloco completamente negros. Él reacciona al instante y cierra su boca. Cierro mis ojos y respiro profundamente. Vuelvo a abrirlos y veo todo con claridad. —Cállate…

Camino hacia la cocina, es el lugar más lejano al dormitorio de Tyler.

—Prometí no alimentarme de tu aquelarre, no de todos los humanitos que hay por la ciudad.

—Mira, Mackenzie. Es el octavo conjuro que le hago un humano para que olvide que una lunática con cárdigan largos y ojos negros los atacan en la calle. El octavo en una semana

Llevó una mano a mi frente y me la froto.

—Carajo. Lo sé. –Confieso. —Pero hay algo que no me tranquiliza. Hay algo que… no lo sé explicar, pero le da hambre. Es una sed incontrolable.

—Que bueno que tu vecino es un brujo. —Rodea los ojos —Cuéntame.

—Siento algo en el pecho. Es como una… una forma extraña de sentirse. —Él alza ambas cejas. —¡Es algo inefable, cuesta explicar! —Chilló indignada.

Joshua y yo nos habíamos hecho una especie de compañeros. Después de todo, era mi vecino y líder del aquelarre de mi hijo. Era una magnífica persona, llena de luz, metas; objetivos. Sin embargo, no podía considerarlo amigo. No desde que noto como me mira. Él está engañado, enamorado de Mackenzie, la joven simpática madre soltera, viuda. Casi no puedo mirarlo a los ojos y sentir que pasan los años y su confianza en mi es embriagadora pero, yo ni siquiera le digo mi verdadero nombre.

—¿Eso explica porqué compras periódicos cada día? —Apunta la mesa, donde hay una pila de ellos. —¿Compras uno de cada uno?

—Solo quizá, creí que… —Meneo mi cabeza. —Creí que mi familia quizá también sienta lo mismo.

—¿La familia de la cual nunca quieres hablar? —Alza ambas cejas.

—Joshua, en serio… —Advierto.

—Me preocupas, Arzaylea. Estas siendo un demonio sin control.

—¿Desde cuando los demonios tienen control?

—¿Desde cuando tu no lo tienes? —Contrataca.

Okey, si. Tiene razón.

—Solo siento que algo malo sucederá. —Susurro rendida.

Observo como él rodea la isla en el medio de ambos y camina hacia mí.

Una mano me rodea la cintura y otra va hacia mi cabello, me acerca a su cuerpo abrazándome. Cierro mis ojos dejándome caer en sus brazos y él me consuela en silencio. Aún con los ojos cerrados le susurro:

—Algo malo sucederá. Lo presiento.

Él tarda en contestar, sigue acariciando mi cabello con lentitud.

Maldición Alemana [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora