La noche se encontraba nublada, un fuerte viento azotaba los arboles y se veían indicios de que llovería. A pesar de eso, un hombre cabalgaba rápidamente con esa inocente bebé en brazos. Esa niña no era su hija, por más que esa mujer haya dicho lo contrario, no se parecían en nada. Él y la madre eran iguales: morochos, de tez canela y ojos verdes. ¿De dónde habían sacado a una niña con cabello tan blanco como la nieve, con ojos grises y tez blanca?
Era obvio que la mujer lo había engañado, lo había deshonrado. Y por eso, él la había matado. Se desharía de la niña, la abandonaría. ¿Qué pensaría su manada al ver que hacía tal aberración? A ese punto ya no le importaba, se encargaría de que nadie se enterara. Él no era el padre y no se haría cargo. No le interesaba que pasara con la pequeña mientras no se volvieran a cruzar sus caminos.
Llego a lo alto de una montaña y bajo del caballo con la niña en brazos. Él observo como ella sonreía mientras lo miraba. La pobre no entendía que pasaba, era solo una bebé, tenía una mentecita tan inocente que no comprendía la gravedad de lo que hacia ese hombre.
—Yo Nicholas Hunt, Alpha de la manada Great Defense, me dirijo a ti, Diosa Luna, para informarte que no concederé a esta niña el honor de tener mi apellido, niego ante todos que esta bastarda impostora sea mi hija. Dejo a tu cargo el destino y futuro de ella. Tú decides si dejarla vivir o morir —dijo el hombre, dando así por sentada su decisión. No había vuelta atrás.
El cielo comenzó a iluminarse con relámpagos y la noche sonaba al son de los truenos, mientras que al fondo se apreciaba la caída de un rayo. El destino estaba pactado, la diosa Luna se había enojado.
La niña se largó a llorar y Nicholas la dejo en el piso, abandonada. Se puso su capucha y se subió al caballo.
— ¡Arre! —le grito a éste antes de irse rápidamente de ahí. Dejando así a esa pobre niña sola.
Empezó a llover y la bebé no dejaba de llorar, tenía frio y hambre. Pero de pronto apareció una gran luz blanca que la deslumbro.
—Shhh, tranquila —dijo la mujer que salió de esa luz blanca. Tomo a la niña en brazos y la abrazo para darle calor. — Soy tu mami, no llores... —Pronunciaba suavemente y mágicamente la niña dejo de llorar para mirar directamente a los ojos de esa mujer, o mejor dicho chica, no debería tener mucho más de 25, o eso era lo que aparentaba.
Su tez era pálida, su pelo era largo y blanco, tenía ojos grises, usaba un vestido largo, con varias capas y blanco, al igual que los guantes que llegaban hasta sus codos. Pero lo que más llamó la atención de la niña era esa corona que llevaba en la cabeza. Estiro sus pequeñas manitos hasta ella, pero no la alcanzaba. La chica rio y, mientras que con una mano sostenía a la niña, con la otra se quitaba su corona y se la colocaba en la cabeza de la pequeña. La beba rio feliz, ocasionando que la corona se cayera a la altura de sus ojos. Ahora era el turno de reír de la chica, por la ternura que irradiaba esa pobre criaturita.
— Vamos a casa, ¿si, mi niña? —le preguntó con una sonrisa a esa preciosa bebe.
Y en las noches que haya luna llena
será porque el niño esté de buenas.Y si el niño llora, menguará la luna
para hacerle una cuna.~Hijo de la luna, Mecano.
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The Alpha's Huntress ©
WerewolfKamaria es una hábil cazadora de nivel dos, la cual entrena diariamente para devolverle el favor a aquellos que la salvaron. Con este mismo fin, se interna en una misión suicida para salvar a su mejor amigo. Deja su vida con tal de que él pueda esca...