~CAPÍTULO VEINTITRES~

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╔═══════════╗║  Kamaria  ║ ╚═══════════╝ 

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║  Kamaria  ║
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La diosa Luna se encontraba encorvada y acostada en el cielo, formando así la luna creciente con su cuerpo. Y acostada sobre esa bella luna, se encontraba una niña pequeña, de tez blanca pero no tanto como su pelo.

En el mundo terrestre, todos veían a la Diosa Luna como una simple luna creciente, y a la niña como una estrella a su lado. Nadie tenía los ojos para contemplar la verdad detrás de esas constelaciones en el cielo.

— ¡Mami! ¡Mami! ¡Mira, perrito! —chillaba felíz la niña.

— No es un perrito, cariño. Es un lobo. —le respondió la Diosa Luna acariciando el cabello de su hija. Ese cabello tan blanco como la nieve, tan blanco como la misma luna.

De pronto, se escuchó un aullido triste, que partió el corazón de la pequeña.

— ¿Qué está haciendo, mami? —cuestionó la inocente niña.

— Está aullando, porque está triste. Los lobos acostumbran a aullarle a la luna para pedir sus deseos. —comentó la Luna viendo al lobo con pena.

— ¿Y por qué está triste? —La pequeña hizo un puchero que ablandó el corazón de su madre.

— Porque no encuentra a su amor. —contestó viendo al pobre lobo que le pedía a ella, la Diosa Luna, que le permitiera encontrar a su pareja de vida. Todas las noches ese mismo lobo aullaba para que la Luna le mandara a su mate.

— ¿Y si bajo y lo acaricio? ¿Se le pasará? — La niña observó con anhelo a su madre, sin entender los peligros que esa acción causaría.

— Sabes que no te dejo bajar, tienes solo cuatro años. — Río la luna con suavidad. La diosa protegía a los lobos porque eran sus hijos. Sin embargo, no era tonta y sabía lo peligrosos que podrían ser. No dejaría que su niña corriera peligro.

Ambas contemplaron como el lobo, cansado de pedirle en aullidos piedad a su diosa, se convertía nuevamente en humano y bajaba la cabeza.

— ¿Yo puedo hacer eso? —cuestiono la niña dando saltitos mientras señalaba al antes lobo negro.

— ¿El qué?

— Convertirme en lobo —La niña, a pesar de estar completamente interesada en la respuesta, no quitó la vista del lobo que la había cautivado. Por su parte, la Diosa solo se quedó pensando mientras miraba a su pequeña.

— Aún no. —susurró.

Desperté con la respiración agitada, al mismo tiempo que me sentaba abruptamente en la cama. ¿Qué había sido eso? Ese sueño había sido completamente extraño, ni siquiera podía acabar de entenderlo.

The Alpha's Huntress ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora