Mantenía la vista apartada de la suya en algún lugar remoto de la pequeña habitación, sus palabras se perdían y no podría reconocer la situación, el rojo de mi piel subía con intensidad al igual que el ardor, sin embargo, aquello no me resultaba tan importante. El sonido de las manecillas junto con su voz me hizo salir de la pequeña burbuja que cree en instantes. Estábamos solos y por primera vez encontraba interesante el estar a solas con un hombre.
—Déjame tomar una foto —su tono burlesco me causaba gracia, lentamente sacaba su móvil y buscó la cámara. —¿Qué te pasa? ¿No dirás nada?
—Me siento mal —fingí estar lo suficientemente mareada para caer de rodillas sobre el suelo, sostuve mi estomago y dejé salir sonidos indicando presentaba un fuerte malestar. —No puedo respirar —de repente, la burla en su rostro desapareció a los segundos y sin darme cuenta estaba frente a mí buscando mi mirada con suma preocupación.
—Vamos, deja de jugar, no es gracioso —dio dos palmadas sobre mi espalda y se levantó, sin embargo, mi reacción parecía preocuparle. —¡Hey, detente! —peinó mi cabello y sostuvo mis mejillas por un tiempo. —¡¿Qué se supone que debo hacer?! ¡Llamaré a tu madre! —alarmado, corrió hasta la puerta que daba a las afueras del patio pero se detuvo una vez lo llamé.
—No —articulé para caer en el suelo y entrecerrar los ojos. Observé como se acercaba y como si fuese una princesa de película me levantó. —Necesitaré... un baño.
El blanco de las paredes me hacía marear y perder el conocimiento más que la alergia, angustiado buscaba ropa dentro de su armario y al encontrar su objetivo volvió a mí con una sonrisa nerviosa. Tecleaba a la velocidad de la luz en su móvil queriendo obtener preguntas, aun así no parecía estar satisfecho debido a sus insultos. Me incorporé mejor en la cama y fue inevitable soltar una risa al ver su rostro.
—¿Terminaste? —interrogué llamando su atención. —¿Te pareció divertido hacer eso? Para serte sincera soy buena actriz, ¿no es así? —me encogí de hombros y hecho una furia se acercó hacia mí tomándome con fuerza el mentón para que pudiera verle.
—¿Dices no ser alérgica? —la preocupación se fue y volvía el chico arrogante y fastidioso que solía ser. —Me hiciste creer que había atentado contra tu vida.
—¿Piensas que las manchas rojas son maquillaje? —sin darme cuenta la punta de su nariz rozaba con la mía, sentía la calidez de su aliento chocar contra mí y pude apreciar mejor su rostro. —Claramente lo hiciste, tu humor no es bastante bueno y aquello no es motivo para aventarme algo que puede hacerme daño. —la conversación no marchaba hacia ninguna parte y moriría dentro de los próximos cinco segundos.
—Bien, lo lamento —giré sobre mi puesto una vez fui agarrada con ayuda de su brazo, el arrepentimiento en él no era de fiar mucho menos cuando en su mirada se dibujaba una sonrisa. —Luces en verdad horrible, definitivamente no tienes arreglo.
—Idiota —sin pensarlo dos veces levanté mi pierna derecha y pateé su entrepierna provocando cayese al suelo mientras se retorcía de dolor. —Usa las pastillas, te serán de ayuda.
Encontraba paz y tranquilidad en la tina que ocupaba su baño, el agua acariciaba suavemente mi piel rojiza y hacía bajar la hinchazón, aun así permanecería todo el día bajo un rojo intenso. Sin pensarlo, la armonía que siempre anhelé despareció en cuanto di por primera vez con el chico de cabello negro, imaginar días llenos de esperanza en donde no hicieran participes las gemelas me reconfortaba, sin embrago, todo se caía a pedazos y comenzaba a perder la paciencia. Me hundí por completo bajo el agua y permanecí allí dos minutos, las lágrimas se camuflaban en el interior. El dolor desaparecía mientras hundía en él mis penas.
La calidez proporcionada por la tela me hacía sentir bien, el brillo del sol iluminaba con intensidad y el viento corría con intensidad. Bajé a paso lento las escaleras las cuales no tenían fin para toparme con la escena donde los protagonistas éramos él y yo. En silencio se deshacía de la evidencia y al igual como si estuviese en mi casa refunfuñaba para él mismo mientras fruncía el ceño. Toqué su espalda llamando su atención y al verme pude presenciar las disculpas que salieron de su boca minutos antes. Descifrarlo comenzaba a ser difícil.
—No pude encontrar algo mejor —comentó al observar su ropa puesta en mí y comprobar lo gigante que era. —Si no estás conforme puedes andar desnuda —estaba enojado, su voz lo indicaba al igual que su cuerpo, pero por alguna razón había la intensión de querer molestarme.
—Estoy bien, no me estoy quejando —suspiré y le oí reírse en voz baja. —Pero admito que tu ropa interior no es para nada cómoda —al igual que todo lo demás, la prenda de abajo quedaba en los aires y era una molestia tener que acostumbrarse.
—Lo siento, no tengo nada de encaje —rodó los ojos y desapareció por segundos ante mis ojos para después volver en compañía de los adultos.
Bajé la mirada al sentir los ojos penetrantes de mi madre observarme y, sabía perfectamente estaba angustiada. Sus brazos me enrollaron en modo de protección mientras besaba imparable mi frente, jugaba con mi cabello y me sentí como una niña pequeña la cual se había perdido en el centro comercial y sólo deseaba estar al lado de sus padres. A lo lejos se veía el semblante serio de su padre, aunque este no estuviese maldiciendo a diestra y siniestra ambos sabíamos que le fulminaba con la mirada.
—¿Estuviste expuesta a las fresas? —asentí ante su pregunta y abrí ligeramente para contar la verdad, sin embargo, la voz de Jungkook nos interrumpió.
—Sin querer derramó el jugo sobre la mesa y cayó sobre su ropa, la auxilié al darme cuenta —fruncí el ceño al escucharlo pero aquello fue lo que mantuvo a mi madre en tranquilidad.
—¿Qué te pasó a ti? —quise reírme pero debía mantener la cordura. En la entrepierna de Jungkook yacía una bolsa con hielo que era sostenida con ayuda de su mano.
—¡Jugaba! —hablé antes de que él pudiera hacerlo. —Se golpeó con una pelota de tenis, bastante estúpido, ¿verdad, Jungkook? —no obtuve respuesta ante mi pregunta.
La tarde se marchaba en la ciudad y le daba paso a la luna junto a las estrellas. El frío era más intenso y sentía como calaba hasta mis huesos. Estábamos bajo las luces y un ambiente acogedor, las risas y comentarios innecesarios que solamente ellos parecían entender daban la calidez de estar en casa. Apoyé mi cabeza sobre el hombro de mi madre y me dispuse a escuchar las anécdotas que tenían para contar. Las lágrimas salían descontroladamente de mi madre quien una vez más se conmocionaba al escuchar una historia de amor trayendo a su mente la figura y esencia de mi padre, mi mirada conectó con la de Jungkook y quiso decirme con ella que todo estaría bien.
El dolor era camuflado con su sonrisa y al igual que ella ninguna de nosotras quería superar su partida. El viento me arrullaba como vil bebé al escuchar una canción de cuna y desperté al instante en cuanto la madre del pelinegro comenzó a hablar. Rápidamente observé a mi acompañante pero parecía no tomarle importancia al asunto. Comenzaba a odiar las sorpresas y secretos.
—¡¿Quedarse a dormir?! —preguntamos al unísono.
—Así es, invité a tu madre a pasar la noche, aún hay cosas que deben hablarse —veía por primera vez la sonrisa del padre del chico y lucía igual a él, con la diferencia de que el mayor era más maduro y consciente de sus actos. —Espero que no sea una molestia para ti.
Desde el incidente ninguno de nosotros quiso dirigirse la palabra, el silencio hablaba por nosotros. Ambos sabíamos el odio que se formó el primer día en que nos conocimos y no tenía la intensión de formar parte de su vínculo social. Hizo sonar la silla llamando la atención de todos los presentes, metió sus manos en ambos bolsillos y caminó dándonos la espalda.
—Hye, levántate, te mostraré tu habitación.
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mr dick ©jeon jungkook.
FanficElla no sólo caería ante sus encantos. -jeon jungkook. -lenguaje vulgar. -contenido adulto. #1 Btskpop. [07.07.20] #1 Jeonggukie. [11.07.20] #1 Jeongguk. [25.08.20] #1 Jungkookbts. [17.09.20] #1 Btsjeongguk. [19.10.20] #1 Jin. [03.12.20]