WO | ❝Oh, cariño, yo me vuelvo salvaje cuando estoy contigo.❞
Dónde Naga llega a Beacon Hills junto a la manada de alfas, en busca de un nuevo miembro. Aunque era Deucalion él que lo buscaba, él por su parte, había llegado al pueblo sin mucha...
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CUANDO LA LUNA ESTABA EN SU APOGEO, Naga no podía evitar desear que fuera luna llena para sacar a flote unas cuantas frustraciones. En cambio, llevaba ya dos semanas encasillado en ese pueblo de California sin ir de casería o salir al bosque, lo máximo que Deucalion les permitía alejarse era a los alrededores de ese viejo banco abandonado que había conseguido para encerrar a los betas de la manada de Derek Hale.
Aunque ellos habían negado su conexión con él, jurando y perjurando ante los alfas que habían dejado la manada... Grave error. Sí había algo que Deucalion no soportara, era la deslealtad. Así que esa negación, les costó su aislamiento de la luna y el mundo, puesto que los tenían prisioneros en una bóveda hecha con hecatolita - Un mineral capaz de bloquear los rayos lunares evitando la transformación a hombre lobo - casi en su totalidad.
Él solo hecho de estar cerca de ella, le daba una mala espina a Naga, era como si sintiera la desesperación de Boyd y Erica ahí dentro, por no decir que sus fuerzas se veían disminuidas estando cerca. Así que, cuando le tocaba hacer guardia - Justo como ahora - prefería hacerlo a unos metros y sólo utilizar su oído para estar atento a lo que los betas hacían.
A pesar que no eran una gran amenaza, sólo podían lamentarse ahí dentro. La escasez de fuerza y alimento no les permitía pensar demasiado.
— La compasión es algo lamentable — Naga se giró encontrando a Deucalion observando al mismo punto que él mientras se acercaba, el alfa suponía que debió estar tan inmerso en sus pensamientos que nunca noto el resonar de su bastón— Sólo una excusa para sacar una buena careta, dar palmaditas en la espalda y mentir a la cara sin descaro... — Rio irónico — Así que no los veas así, porque ciertamente, te regocijas al pensar que no eres tú el pobre desgraciado que está ahí dentro.
Naga asintió — No les tengo compasión
— Claro que sí.
— De hacerlo, dejaría esa bóveda abierta — Aclaró con una distinguida frialdad, Deucalion lo miró cínico.
— Ahora mismo, tú y yo vemos lo mismo... Nada, pero escuchamos lo que hay ahí dentro. Desesperación y miedo, porque no tienen ni la menor idea de lo que les pasara.
— O para lo que los queremos.
Deucalion se sentó en las escaleras a su lado — Debes alimentarte de ese miedo. Te hará más fuerte e inmune a él.
Naga elevó sus cejas, creyendo algo diferente. Pues en su opinión, un poco de miedo era lo que te daba el sentido de supervivencia.
— El miedo a los cazadores tal vez te hubiera salvado la vista — Soltó mordiendo su lengua, esos temas eran prohibidos. Ninguno de ellos podía reprocharle algo a Deucalion, a menos que quisiera ganarse un zarpazo en la cara, y eso, tardaba días en sanar.
— Tal vez — Afirmó con un tono divagante mirando la puerta de esa bóveda — Pero tú y yo tenemos otra cosa en común, puedes tomarla como un defecto, pero es que nunca podemos quedarnos callados cuando pensamos algo. No importa si tenemos una flecha apuntándonos o un alfa más poderoso que tú, que podría matarte si quiera... Decimos lo que el alma quiere.
