34➹se busca manada

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NAGA SOLÍA TENER LA SANGRE FRÍA, así que hacer que sus venas se congelaran, era una tarea casi imposible; pero cuando sucedía, era tan real como la sorpresa palpable en sus pupilas dilatadas no por miedo, sino por la tribulación e inquietud que esos extraños guerreros ninja fantasma habían causado en él.

El sólo pensamiento de que habían ido tras él sin motivos, era escalofriante. Era como sí su única misión fuera asesinar a cualquier cosa que se moviera. ¿La peor parte? Ni siquiera los había enfrentado para poder medir fuerzas, pero debido a su aspecto, tampoco habría sido un movimiento inteligente, es decir, ¿Cómo dañar algo que no puedes tocar? Parecían estar hechos de humo o sombras.

Cuando llegó a casa no habló una sola palabra del incidente. De hecho, Ethan y Aiden ya estaban dormidos, sólo salieron para confirmar que era él quien había entrado y volvieron a su habitación; pero Naga durmió difícilmente esa noche, pues veía los ojos dorado verdosos como luciérnagas entre la negrura de su habitación y lo siguió haciendo cuando amaneció, cada vez que cerraba los ojos, siendo imposible para él olvidarlos.

Mientras el desayuno transcurría con monotoneidad, Naga no dejaba de pensar en el asunto. Hasta el punto en que, decidió soltar la sopa en medio de la mesa ese 31 de octubre, perfecto para el día de brujas.

— ¿Vas a decir algo cumpleañero? — Vaciló Ethan mordiendo un pan tostado al que previamente le había untado jalea de durazno.

Naga elevó su mirada y cerró sus manos, dejándolas como sostenimiento de su barbilla levemente elevada.

— Ayer por la noche, cuando volvía a casa, pasó algo que omití... — Su pausa atrajo las miradas impacientes de los gemelos — Estaba en el bosque después de que McCall y sus amigos se fueran. Me encontraba muy cerca del Nemeton cuando de entre los árboles vi una especie de ojos brillantes...

— ¿Hombres lobo?

— No, no eran eso — Naga negó con seriedad la cuestión de Aiden.

— ¿Coyote?

— Estoy seguro que no eran como nosotros. Tenían una especie de máscara samurái, pero sus trajes eran como los de un ninja, sus movimientos... Eran muy rápidos. Llevaban katanas y parecía que se movían entre sombras o humo; y los ojos, era de un dorado verdosos, parecían luciérnagas.

— Oh y con lo que a mí me gustan las luciérnagas — Ethan mencionó con aires soñadores, obteniendo miradas severas de su hermano y Naga, el castaño apretó levemente sus labios — Incómodo.

— ¿Te atacaron? — Preguntó Aiden con una preocupación interna detrás de esa intriga.

Naga asintió un tanto ido, como si estuviera meditando el momento — Me persiguieron por el bosque hasta que salté al río por un barranco.

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