WO | ❝Oh, cariño, yo me vuelvo salvaje cuando estoy contigo.❞
Dónde Naga llega a Beacon Hills junto a la manada de alfas, en busca de un nuevo miembro. Aunque era Deucalion él que lo buscaba, él por su parte, había llegado al pueblo sin mucha...
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CERO LLAMADAS, CERO MENSAJES EN BUZÓN DE VOZ Y TEXTO, era igual a: Cero Peter Hale. Sí, parecía que la tierra se lo había tragado o al menos no quería hacer visible su presencia al lycan o a cualquiera de las criaturas que su doble papel de Benefactor habían afectado. Sabia decisión, pensó Naga al guardar su celular detrás de su bolcillo.
—Parece que hay trabajo que hacer — masculló entre dientes al entrar en el estudio de Lorraine y ver la pared destrozada dónde se habían ocultado las maquinas que producían la lista del benefactor. Stiles y Malia no le mintieron sobre el nivel de destrucción que implicaría.
El cable del tocadiscos que conectaba con las maquinas estaba tirado a un lado, y según Meredith le había dicho a Lydia, ya no había problema sí las sacaban y hacían chatarra, pues con la llave había sacado de red a la lista y sin dinero, no había motivo ni peligro. La madera hueca y sus astillas estaban regadas por la alfombra, así que tendría que aspirar primero, pero lejos de la molestia, Naga hacia el trabajo de buena gana.
Había ido a la casa del lago para distraerse de todo Beacon Hills y distraerse en su nuevo proyecto de verano: Remodelar. Quería entrar ahí y de verdad sentirla su casa, no la de Lydia o su abuela.
Naga tomó el mazo que había recargado en la pared, iba a terminar de derribar la pared y luego demoler esas máquinas, pero antes se aseguró de tener la motivación correcta, así que espero a que Miley Cyrus empezara a entonar Wrecking Ball antes de dar el primer golpes, y oh, como adoró el sonido del crujir de la madera. La fuerza de lycan ayudó a terminar más rápido, pero no lo disfruto menos.
Aún siguió tarareando las canciones de su playlist que siguieron mientras procedía a barrer y empacar todos los desechos en bolsas negras de plástico que probablemente serían recogidas la próxima semana según lo que le dijo Lydia. El camión no pasaba diariamente como en la ciudad.
Una llamada entrante de Malia detuvo a Naga unos segundos, ya que contesto y colocó el teléfono entre su hombro y oído mientras cerraba las bolsas.
—¿Dónde estás?
Naga ya no extrañaba la falta de "Hola, ¿Cómo va tu día"?, de la mujer coyote, de hecho, empezaba a gustarle que Malia fuera directo al grano.
— Casa del lago, gracias a ustedes. Recojo los destrozos de ustedes, niños.
— Salve tu trasero — farfulló la rubia —, así que tengo el lujo de evitar la limpieza. ¿Crees que tardes mucho?
—Probablemente me lleve el mes o más, tengo que derribar algunas otras paredes, pintura y muebles nuevos...
— Sabes que hablo sólo de la pared, ¿No?
— Sí, pero quería compartirte mi visión de la nueva decoración — escuchó a Malia gruñir, así se rio entre dientes —. ¿Qué pasa?
