10. Poder

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—Marlon, quiero que me evalúes, ¿cómo me veo?

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—Marlon, quiero que me evalúes, ¿cómo me veo?

Él se tapa la boca con las manos —Joseph, no sé si reírme o asombrarme. ¿Para qué o quién te vestiste así? De seguro te trae loco la vecina de al lado ¿no? Tres semanas no son suficientes para arrasar con todo el barrio. ¡Maestro! De grande quiero ser como tú —este se burla y cesa su risa al verme absolutamente serio—. Bien, bien. Estás muy guapo, somos casi idénticos, que podría decirte que estás hermoso. Pero... ¿Te echaste desodorante? O ¿soy yo?

Me doy un golpe ligero en la cabeza —Marlon ¿hasta cuando dejarás esa costumbre de olvidar echarte desodorante? Lo bueno, es que te das cuenta de lo apestoso que eres.

—¿Sabes? Lo bueno es que yo no tengo a nadie quien me huela, pero a ti, parece que sí. Ya dime, ¿quién es la damisela?

—¿A nadie? Uff, se te olvida que vives con cuatro personas. Y sí, esas cuatro personas pueden olerte —suspiro—. La damisela se llama Ariana. ¿Contento? —digo haciendo los ojos achinados, fingiendo estar molesto.

—Bien, apuesto joven. Ve directo hacia tu conquista.

—Deséame suerte.

—¡Qué va! Suerte, hermano.

Voy camino a la casa de Ariana, que viene siendo la hermana de Adolfo. La casa de ellos está acá a la vuelta y es muy fácil para mí, así no me puedo perder. Y si en caso de que un extraño quiera llevarme, les diré que no soy útil, porque tengo cáncer.

Sé que no deberíamos mentir con las enfermedades, pero en casos peligrosos es importante, ya que te pueden salvar la vida.

—Hola, Ariana ¿se encuentra tu hermano en casa? Lo llamo a su celular y no me contesta —digo por teléfono, estaba llamando a Adolfo por minutos y todas esas llamadas fueron enviadas al buzón de voz

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—Hola, Ariana ¿se encuentra tu hermano en casa? Lo llamo a su celular y no me contesta —digo por teléfono, estaba llamando a Adolfo por minutos y todas esas llamadas fueron enviadas al buzón de voz. No me quedó de otra que llamar a su hermana. Que por cierto, es un pan de Dios, está por cumplir los 15.

—Darling, mucho tiempo escuchando tu voz. Y no, Adolfo no se encuentra en casa, desde anoche no se aparece —debe estar bromeando ¿Cómo que no?

—Gracias de todas maneras. Eres una linda, cualquier día te visitaré —corto la llamada.

No les puedo negar que, el sentimiento que tengo ahora es de ira, enojo y tristeza. Me siento totalmente una tonta.

¿Cómo pude... cree...

—Disculpa, no te vi. ¡Rayos! Estás toda embarrada, no sabes cuánto lo siento —alzo la mirada y me choco con tremendos ojos negros.

No sé ustedes, pero a mí no me llaman la atención los ojos azules, gatos o como ustedes prefieran llamarlos. Pero estos ojos, me devuelven el alma a la vida.

Me quedo mirándolo y me doy cuenta de la situación. Sí, era un vestido tan lindo y tuve que chocarme con alguien más por andar pensando en un idiota —No te preocupes, yo andaba distraída. No es tu culpa —me mira como si fuera algún objeto fuera de este mundo.

—¿Cómo de que no? Yo también andaba distraído disfrutando mi helado. Debería compensarte con algo, ya que para un vestido no me alcanzaría.

—Entonces, ambos tenemos la culpa —encojo los hombros—. No te preocupes...

—Puedo acompañarte a tu casa, si es que tú lo quieres así  —lo dice, con un brillo especial en los ojos. ¡Carambas! No puedo dejar de ver esos ojos.

—Sí, dime tu nombre y yo te doy mi número, así todos felices hasta llegar a mi casa. Asunto arreglado —por Dios, que regalada Darling. Siempre supe que sabía coquetear, pero jamás lo hice, porque estaba ocupada enamorándome de un tarado.

Ajá sí, ahora estaré ocupada desenamorándome del mismo tarado.

Le di mi número, no es que quiera usar a alguien para olvidar a alguien. Se los juro, Gonzalo Rivera es belleza pura en su máxima expresión.
Tampoco quiero parecer que pienso tener un relación con él, para nada. Quiero conocerlo, me parece alguien interesante, lleno de misterios y dramas, así como yo...

Tengo que agarrar fuerzas de donde sea, debo mostrar a Adolfo que yo tengo el poder. De seguro, el cobarde cuando supo a donde me llevaría, se desapareció.

Se le encogieron los huevos al saber que tarde o temprano su mentira iba a salir a la luz.

No puedo creer hasta ahora que me haya visto la cara de tonta todo este tiempo. Siempre lo hizo y eso es lo que más me agarra coraje.

Haber permitido que tenga el control sobre mí y sepa cómo mentir y manipularme. Todo eso ha sido un completo error, haber aceptado que entre a mi vida.

Siempre y cuando me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora