Arya es el fruto de un amor prohibido. En su interior corre la sangre de un hombre lobo y la de un vampiro.
Un acontecimiento lamentable hizo que perdiera a su madre. Y diez años después, otro evento se repite haciendo que ella y su padre tengan que...
Padre volvió al cabo de un rato con tres conejos en el hocico. Madre me enseñó a encender una fogata, y cómo despellejar correctamente un conejo. Me sentía orgullosa de mí misma por haber aprendido a hacerlo con tanta rapidez.
Realmente no sabía qué era lo que pasaba.
Madre y padre se sentaron uno junto al otro y me situaron justo en el medio. Al terminar de comer me sentí muy cansada. Mi madre me tomó en sus brazos y padre la abrazó. Ella comenzó a mecerme con sus brazos mientras tarareaba una canción; y padre me acariciaba el cabello con suavidad. Entre todo eso, acabé por caer dormida, acurrucada en los brazos de mi madre.
Desperté en medio de la noche, mis padres dormían junto a mí. A pesar de lo que había ocurrido, me sentí feliz de que pudieran descansar tranquilamente. Aún estaba oscuro, y el lugar se veía hermoso a la luz de la luna llena. Pero algo andaba mal.
Tenía un mal presentimiento, sentía que no estábamos solo; y entre los árboles, vi la sombra de un enorme animal, que sobre él, parecía llevar a una persona.
—Papá —murmuré apretando su mano para despertarlo —papá...
—¿Arya? ¿Qué ocurre? —dijo medio dormido.
—Hay alguien ahí... —murmuré sin dejar de mirar al extraño.
—Nos encontró —dijo —escucha, iré a distraerlo, despierta a tu madre y salgan de aquí.
No me dio tiempo de decir nada, para cuando me di cuenta, padre ya se había movido.
Toqué las manos de madre. Estaban heladas.
—Mamá, mamá despierta, debemos irnos ahora. Papá está... —ella no despertó —mamá —comencé a sollozar —despierta por favor.
Madre no despertó, y en su rostro había una expresión de tranquilidad, felicidad y satisfacción.
El hombre comenzó a acercarse a nosotras con lo que parecía una vara plana que resplandecía a la luz de la luna. Me aferré a los brazos de mi madre, aun esperando inútilmente a que despertara. El hombre levantó su arma, y yo cerré los ojos.
Oí un gruñido, y al abrir los ojos, vi a padre convertido en lobo, gruñéndole a aquel hombre que ahora estaba bajo una de sus patas.
—Arya, ¿qué esperas? —dijo padre.
—Papá —dije sollozando —mamá...
—Tizara despierta, debemos irnos.
—Papá —volví a decir —mamá no despierta.
Por un momento, padre puso una expresión de no saber qué hacer; su respiración se aceleró, su gruñido comenzó a mezclarse con gemidos.
El hombre comenzó a reír satisfactoriamente al verlo.
—Ahora solo quedan dos. Aunque es una pena —continuó —esa flecha estaba hecha para ti, pero ella se interpuso en mi tiro. Me habría sentido mucho mejor si le hubiera dado a esa pequeña bestia tuya. Pero supongo que tendré que conformarme con eso —dijo como si estuviera decepcionado.
—Sinner... —gruñó padre.
—¿Creías que dejaría de perseguirte? ¿acaso crees que hay un lugar seguro para alguien como tú o como ella? —rió cruelmente —si me hubieras matado cuando pudiste, ella seguiría con vida. Y probablemente tú también.
De la nada, aparecieron más hombres que portaban antorchas y más armas. Y fue en ese momento en el que padre se vió obligado a tomar la decisión más difícil de su vida.
—Arya levántate —dijo dando pasos hacia atrás lentamente —debemos irnos.
—Pero ¿qué pasará con mamá?
—Ya no podemos hacer nada por ella —eso me rompió el corazón.
—¡Pero no...!
—¡Arya! —gritó —¡obedece!
No tenía opción, le había prometido a mi madre ser una buena niña, y eso implicaba obedecer a padre en todo momento. Miré el rostro de mi madre, le acaricié una mejilla y le di un abrazo, para luego apartarme de su lado mientras le decía mi último adiós.
—Estoy lista —dije ya de pie.
—¡Atrápenlos! —gritó el hombre, mientras los demás comenzaban a moverse hacia nosotros —¡no quiero rehenes, así que mátenlos!
Padre volteó y se apresuró hacia mí; hizo que me aferrara en su pecho mientras corría.
—Sostente bajo mi pecho hasta que diga que es seguro estar en mi lomo ¿entendiste?
—Sí —respondí como puede mientras veía cómo nos alejábamos de madre y le prendían fuego a ella y al árbol en donde descansaba.
Padre corrió durante un día entero y sin descanso en dirección al norte, pasamos por territorios aún desconocidos por él, tuvimos que soportar el intenso sol de esos lugares. Teníamos hambre, sed, y yo me aferraba como podía para no caer de su lomo por el cansancio.
Me dolían mucjo las manos y los brazos, pero aun así seguía aferrada a mi padre a pesar de estar sobre su lomo.
—No te rindas —decía jadeando —solo un poco más, cariño. Solo aguanta un poco más.
—También estás cansado —dije en tono de voz suave y bajo. Era lo más alto que podía hablar —¿qué vamos a hacer?
—Buscaremos un nuevo hogar para ambos, comenzaremos una nueva vida, y... nos olvidaremos del pasado...
—No quiero... —sentí que se me apretaba el pecho —olvidarse del pasado significaría olvidarse de mamá.
—Tienes razón, nunca podríamos olvidar a tu madre.
Acabé por recostarme sobre el lomo de padre, y no dejé de sostenerme de su pelaje en ningún momento.
Nuevamente volvía a caer la noche, y al fin, padre dijo que aquel lugar frente a nosotros podría ser un lugar seguro, por el momento.
—Pasaremos aquí la noche. y mañana veremos algún lugar en donde instalarnos.
—Tengo hambre... y sed... —dije.
—Igual yo —dijo arrodillándose —ven, creo haber oído un río cerca de aquí —me tomó de la mano y comenzó a caminar con paso inseguro y cansado. Lo miré preocupada —no es nada, pronto estaré bien, no debes preocuparte. Solo estoy un poco cansado.
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