Capítulo 30

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Corrí varias horas sin sentirme cansada en lo absoluto.

Sentí el olor de Sam, de Daniel y el mío dentro del bosque. Lo seguí.

Padre me había enseñado a seguir un rastro poco después de comenzar a vivir con el anciano Ron.

Llegué al río en donde Sam se había desplomado. Ahí empezaba el aroma de todos; y también estaba presente el de los soldados de Sinner, incluyendo el de Farha.

Estaba lista para seguir el rastro de Sam. A partir de ese momento, tendría que seguir su aroma e intentar no perderlo entre tantos aromas extraños.

Caminé casi en línea recta durante horas hasta que los primeros rayos de sol se asomaron. Debía descanzar un poco y ocultarme. Podía ser peligroso para mí ir por ahí a plena luz del día.

Descubrí que el rastro me llevaba a otro bosque, uno más pequeño. De seguro había parado a descansar un momento.

—Huele un poco a sangre... —llevaba un poco de tiempo.

Mientras seguía caminando encontré un lugar en donde podría descansar un poco.

Antes de acomodarme para dormir, intenté recordar a padre cuando se transformaba nuevamente a su forma humana. No esperaba que me resultara en el primer intento, pero al menos no tendría que preocuparme por no poder volver a mi forma original.

Mientras dormía, tuve un extraño sueño. No estaba segura de si era pesadilla o recuerdo; pero ahí estábamos mi padre y yo, a un lado estaba Sam con Daniel sobre su lomo, y Sinner gritando "fuego".

—¡Arya! —mi padre me cubrió con su cuerpo cuando vi que unas flechas iban hacia mí.

—¡Galba! —oí a Sam.

—¡Papá! —grité cuando lo escuché gemir de dolor.

—Todo estará bien... —me sonrió.

Vi por sobre su hombro que un par de flechas se asomaban. Estaba herido por mi culpa.

—Sostente con fuerza... —dijo antes de transformarse en lobo —¡Corre, Sam!

Padre huyó con nosotros parte del camino. Los hombres de Sinner nos persiguieron un poco más lejos, lo suficiente como para que padre se detuviera.

—Necesito que hagas algo por mí... —metió su mano torpemente entre su ropa —se la iba a dar a tu madre antes de que todo pasara, y te la iba a dar a ti cuando cumplieras quince años pero... Será mejor que lo haga ahora —colocó la cadena alrededor de mi cuello —vete con Sam.

—No quiero dejarte... —sus ojos se llenaron de lágrimas. Me abrazó.

—Lo sé, mi niña hermosa... Pero no estarás a salvo conmigo —comenzó a apretarme. Me costaba respirar —Prefiero morir a saber que no hice nada por ti...

—Galba...

—Cuídala bien, por favor... —lo oí sollozar —Te amo... Mi pequeña flor salvaje.

—Papá... —acabé por desmayarme.

Desperté de un salto. En verdad sentía que me faltaba el aire; pero cuando miré a mi alrededor, no vi a nadie, solo que ya comenzaba a caer la tarde. Era tiempo de seguir.

Ahora debía seguir con mayor atención en el camino, ya que mi padre, al igual que todos, habíamos abandonado el bosque que había sido nuestro hogar.

Volví a transformarme en loba mientras caminaba. Había tanto que quería saber sobre mí misma; pero sabía que sería casi imposible averiguarlo, ya que no había otra criatura igual que yo.

Me detuve de golpe luego de un rato de caminar siguiendo el rastro de Sam. Sentí que el pelaje se me erizaba al percibir tantos olores; pero entre todos los que habían, encontré el que buscaba.

—Te encontré...

Era un aroma débil debido al tiempo que había transcurrido; pero estaba segura de que pertenecía a él. No podía equivocarme.

—¿Hacia dónde corriste?

Continuaba buscando, olfateando el lugar cuando de pronto encontré parte del césped manchado con sangre. Era de los soldados; pero también había rastro de la suya.

Llegué a la conclusión de que mientras Sam huía con nosotros, padre se quedó para enfrentarse a los soldados y hacernos ganar tiempo.

En un momento, algo reflejó la luz de los últimos rayos de sol directo a mis ojos. Cuando me acerqué, vi que era la daga con la que padre había querido matar a Sinner. La recogí sin pensarlo.

Era algo extraño, me había tomado más de diez años hacer una transformación completa. Todos creían que por ser yo, nunca lo lograría. Yo también lo creía. Pero ahora, mis transformaciones parecían estar ligadas a la situación; y ocurría cada vez que lo necesitaba. Como cuando quería liberar a mi madre.

Sentí un poco de tristeza al ver salir la luna. Faltaban cerca de diez días para que estuviera llena nuevamente. Ese día sería mi cumpleaños número quince.

Recordé que cada noche de mi cumpleaños, padre y madre me llevaban a un claro que había en el bosque cerca de nuestra antigua casa. Ahí, mirábamos la luna llena; y me decían que pidiera un deseo. Lo que yo quisiera.

—Mi único deseo es encontrarlo con vida y que podamos estar juntos otra vez... —dije mirando a la luna creciente.

Guardé la daga entre mi ropa y volví a retomar mi camino. Ahora seguía el rastro de padre. Débil, pero era el suyo.


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