Capítulo 34

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No llevábamos mucho de que nos habíamos desviado de la ruta que me llevaría hacia mi padre. Me frustraba mucho toda esta situación.

Me debí haber quedado dormida en alguna parte del camino, porque cuando volví a abrir los ojos, vi que pasábamos por fuera de una ciudad, y que yo estaba acomodada en los brazos de Farha.

—Dormiste Bastante —comentó.

—¿En dónde estamos?

—Este lugar se llama Mer. Aquí vienen todos los seres más despreciables del país. No te separes.

—¿Qué hacemos aquí?

—No nos detendremos hasta llegar a nuestro destino. Aquí nos abasteceremos de comida para el camino, agua, y licor para mí —bajó del caballo —. Ten —me entregó una daga —. No dejes que se lleven al caballo. Si alguien lo intenta, solo mátalo.

Farha me dejó a solas sobre el caballo. Me preocupé mucho al ver a mi alrededor. Todos eran muy escalofriantes y desprendían un olor muy fuerte. Además, las cosas que escuché de sus murmullos me ponían cada vez más temerosa.

—¿Y tú? —un hombre se acercó desde el otro lado —¿Qué hace una chica como tú en un lugar cómo este?

—Yo... Yo... —miró la daga que tenía en las manos.

—Algo me dice que no sabes usar eso —se burló.

No supe cómo reaccionar a la situación, el hombre me sujetó del brazo con firmeza e intentó bajarme del caballo.

—¿Se te perdió algo? —apareció Farha con las cosas.

—Nada, amigo. Creí que estaba sola.

—Ya veo...

El hombre retrocedió un poco más por  detrás del caballo. Farha continuó mirándolo, y sin previo aviso le dio una nalgada en la grupa, haciendo que este diera una patada directamente al hombre dejándolo inconsciente en el suelo.

—¿Está muerto? —pregunté.

—No. Supongo. A nadie le importaría en realidad. Ya vámonos de aquí... —Nos volvimos a poner en marcha.

Por suerte, la lluvia había cesado un poco y a mi herida ya le faltaba poco para que sanara completamente.

Me mantuve despierta gran parte del camino, y llamó mi atención el que Farha estuviera bebiendo todo el tiempo.

—¿Por qué bebes? —lo escuché detenerse y tragar luego de unos segundos.

—Me gusta. Me hace sentir adormecido. Me calma.

—Oye, ¿Sabías que... podemos hablar con los vivos una vez que morimos?

—Sí, lo sé —su voz sonó diferente —. Es algo que los vampiros pueden hacer. Los lobos mueren y así se quedan. Se olvidan, pero nosotros no.

—Quizás también puedan hacerlo. Hay mucho que creíamos y estábamos equivocados. Mamá me dijo que eso no lo descubrían hasta que ya estaban del otro lado ¿Cómo te enteraste?

—De la misma forma que tú —bebió un largo trago de la botella —. Mi padre me acompaña siempre, pero yo no lo escucho. De haberlo hecho estaría muerto.

—¿Qué te dijo?

—Que aceptara que estaba perdido y que fuera con él —resopló —. No estaba dispuesto a morir como los demás. La "dignidad" no te sirve de nada si estás muerto.

—Pero te ayuda a vivir en este mundo.

—El precio de seguir vivo fue mi dignidad. Pero estoy bien con eso — continuó bebiendo.

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