Capítulo 11

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Desde que se amplió la cabaña, Rogue y yo compartimos una habitación. En ella había una cama de dos pisos, en la cual la mía era la de arriba. El anciano Ron tenía su propio cuarto, y padre se conformó con uno pequeño, diciendo que no requería de tanto espacio para estar cómodo.

Padre esperó a que entrara en la habitación antes de irse a la suya. Rogue dormía plácidamente en la planta baja. Escalé el pilar que las mantenía firme y me recosté inmediatamente colocando los brazos detrás de la cabeza.

—¿Estás bien? —murmuró Rogue.

—Sí, lo estoy ahora —le respondí sin problemas.

A la mañana siguiente, Rogue y yo teníamos planeado ir de cacería. Teníamos pensado ir por un ciervo para la cena. Como nunca habíamos cazado algo más grande que un conejo, decidimos salir en la mañana.

—¡Ya nos vamos! —gritamos hacia adentro.

—¿Segura que no quieres que te enseñe cómo se hace primero? —preguntó padre.

—No, lo descubriremos nosotros mismos —padre frunció el ceño de una forma burlesca.

—Bien, traigan cuatro conejos.

—Pero traeremos un ciervo —repuse.

—Solo caza cuatro conejos —no comprendí a que se refería con eso, pero no le tomé importancia.

Pasamos un largo rato intentando encontrar a la manada de ciervos que habíamos avistado días anteriores, ya que no podía captar el aroma de estos.

Rogue, que llevaba su arco, comenzó a cazar a los conejos más grandes que se cruzaban en nuestro camino, los ataba de las patas traseras y se los colgaba en la espalda.

—Ya están —dijo poniéndose el cuarto conejo en la espalda.

—No entiendo porqué cazaste conejos, desperdicias flechas para el ciervo.

—Tu padre los pidió.

—Solo lo dijo porque cree que no seremos capaces de llevar a casa un ciervo —expliqué.

—Bueno, tampoco creo que lo cacemos hoy. Digo, ni siquiera sabemos cazar.

—¡Claro que sí!

—Solo conejos.

Pasamos más de la mitad del día buscando a la manada de ciervos, pero no pudimos dar con ella. Me sentía frustrada de que padre y Rogue tuvieran razón en decir que no lograríamos cazar algo como eso. Me sentía aun peor al pensar en que debería llegar con solo esos cuatro conejos que padre había pedido; y estaba casi segura de que solo lo había hecho para burlarse de mí.

—Vamos Arya, anímate. ¿por qué no vamos al río de pesca? —propuso —tal vez atrapemos un pez enorme

—Bien —resoplé.

Ya en el río, dejé que Rogue se encargara de pescar, yo no tenía muchas ganas de hacerlo que digamos, así que me recosté sobre el césped y me puse a observar las nubes. Luego de un rato comencé a cuestionarme sobre el futuro y de lo que quería hacer con mi vida. Aunque, dado que no tenía muchas opciones, prefería tener una vida como la de padre, ya que parecía una vida tranquila y serena viviendo en medio de un bosque en donde no éramos molestados por nada ni por nadie. Rogue había acabado de salir del río, y se recostó con el cuerpo en dirección opuesta en la que yo me encontraba.

—Oye Rogue —dije con la mirada en el cielo —¿has pensado en lo que quieres hacer con tu vida? —le pregunté.

—Pues, sí. Lo he pensado a veces.

—¿Enserio? ¿y qué quieres hacer?

—Quiero unirme a la guardia de espadas —dijo con esperanza en su voz.

La guardia de espadas era conocido por tener hombres fuertemente entrenados en el uso de espadas, y si eras bueno, también con el arco. Ellos se dedicaban a proteger pueblos, villas y hasta ciudades enteras del peligro de potenciales enemigos de la humanidad. En otras palabras, la guardia de espadas fue una gran colaboradora en el exterminio de los clanes de hombres lobo y vampiros hace ya siete u ocho años.

—¡¿Te volviste loco?! —exclamé sentándome de golpe —¡esas personas nos buscan y nos matan todo el tiempo! ¡si lo haces te volverás nuestro enemigo!

—Exageras.

—¡Claro que no! ¡he visto lo que hacen! ¡gracias a ellos mi padre y yo tuvimos que abandonar nuestro hogar! ¡gracias a ellos...! Perdimos a mamá — Rogue se sentó y me miró

—Bueno, siempre quise proteger a los inocentes de las injusticias; y nadie sabe que están aquí. Además, yo nunca sería capaz de hacerles daño a tu padre y a ti — puso su mano sobre mi hombro —nunca te haría daño.

—Espero creerlo algún día.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó ignorando mi comentario —¿Qué harás?

—Bueno, supongo que me quedaré aquí viviendo como un animal salvaje que posiblemente se vuelva un peligro potencial para la humanidad y que será perseguida por los de la guardia de espadas —respondí sarcásticamente.

—Suerte con eso, ya te falta poco —se mofó de mí. —se hace tarde, debemos volver...

—Bien... —respondí irritada.

Rogue y yo tomamos el camino corto para volver a la cabaña. Al llegar, padre se asomó a la puerta, y nos miró de brazos cruzados y con una sonrisa burlesca.

—Te lo dije.

—Eso fue cruel. —le respondí molesta.

—Señor Galba, aquí están los conejos que pidió —dijo Rogue entregándoselos.

—Gracias, muchacho.

Me fui directo a la habitación y comencé a caminar de un lado a otro. No sabía qué era lo que más me molestaba. Si el que padre se burlara de mi por no cazar lo que prometí, o el que Rogue quisiera formar parte de la guardia de espadas.

En momentos así, me gustaba cerrar la puerta, subir a mi cama y sentarme en rincón de esta. Y a continuación entablaba una conversación de una sola persona, en la que yo hablaba y me respondía a mi misma como si fuera otra persona, generalmente, me gustaba hacerlo pensando que era mi madre quien me aconsejaba.

—¿Por qué tenía que querer entrar a esa guardia? —es lo que el quiere hacer —pero si lo hace se convertirá en mi enemigo —cuando en realidad queremos a una persona, nos hace feliz el que él o ella sea feliz —es mi único amigo. Si se va, volveré a estar sola —papá siempre estará contigo —pero Rogue es especial para mi. No quiero que se vaya —¿te sentirías mejor si por tu egoísmo, él se quedara renunciando a su sueño? —supongo que no — ¿entonces? —entonces dejaré que persiga su sueño, y yo me esforzaré para lograr mis metas, y algún día, nos volveremos a ver como las personas en las que nos quisimos convertir.

Acabé por aceptar el que Rogue quisiera irse. Aunque aun me sentía insegura de si era una buena idea o no. No quería parecer egoísta al decirle que quería que se quedara y que hiciera otra cosa, así que solo lo apoyé, y juntos comenzamos a entrenar nuestras habilidades. Yo practicaba el acecho y el ataque como si Rogue fuera una presa; y Rogue practicaba la defensa, huida, y captura.

 Yo practicaba el acecho y el ataque como si Rogue fuera una presa; y Rogue practicaba la defensa, huida, y captura

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