Capítulo 4

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Padre guardó silencio, me tomó en sus brazos mientras yo hacía presión en donde el perro me había herido, tal y como madre me había señalado. Y así, los tres nos dirigimos de vuelta a casa.

—Duele mucho —decía en el camino.

—Tranquila, deberás aguantar hasta que lleguemos a casa —dijo padre, con una voz que reflejaba el cien porciento lo molesto que estaba.

—Lo siento —comencé llorar —perdón, debí tener más cuidado, nunca debí apartarme de ustedes. Yo... intenté buscarlos, pero no pude encontrar su olor.

Padre dejó de caminar repentinamente, me miró a los ojos y luego de apretar los dientes, me dio un fuerte abrazo.

—No, esto es culpa mía, no te enseñé a seguir un rastro para el caso de alguna emergencia —me volvió a mirar y luego miró hacia otro lado —y soy yo quien lo siente. No debí perderte de vista en ningún momento, y ni siquiera pude ser capaz de encontrarte sino hasta que fue demasiado tarde. Se supone que debo protegerte... —en su rostro habían muchas emociones; ira, dolor, pena, frustración, culpa, emociones con las que no parecía saber lidiar.

—¡AY! —presioné aun más mi cola.

—Descuida cariño, ya estamos por llegar —dijo mi madre con una voz completamente agotada por el apuro —mamá y papá te curaran esa herida.

Al llegar a casa padre me llevó a la habitación y esperamos a que madre llegara con una fuente con agua tibia. Madre me quitó el vestido dejando mi cola a la vista, que ahora estaba envuelta en una manta ensangrentada.

El perro me había mordido casi en la mitad de la cola y la herida era bastante profunda. Mi madre limpió la herida, y logró detener el sangrado mientras padre se encontraba acuclillado frente a mí, tomando mis manos, diciendo que todo estaba bien y que madre ya acabaría pronto.

—Ese perro me descubrió —dije luego de estar en silencio todo el tiempo —van a venir por nosotros ¿verdad? — dije totalmente aterrada —tengo miedo.

—Arya, ellos no nos harán daño. No lo permitiré.

—Ya acabé... —dijo madre —estarás bien, solo debes cuidar de no quitarte el vendaje ¿está bien?

—Está bien.

—Cariño, no es necesario que te atormentes por lo que ocurrió hoy —miró por la ventana —mira, ya es tarde. Vamos, será mejor que duermas.

—Pero.

—Yo estaré contigo —miró a mi madre —también estoy cansado.

Padre acabó por acostarse junto a mi mientras madre decía ir a la sala para limpiar un par de cosas.

Pasó un mes desde que había ocurrido el incidente, y mi herida ya había sanado por completo. Cuando padre ya había salido a trabajar, madre me dijo que ya era hora de decirle que iban a tener otro bebé.

Ese día hicimos muchas cosas para que la cena fuera especial. Mientras madre cocinaba la cena para que estuviera lista cuando padre llegara, yo me encargué de ordenar y limpiar la sala, poner la mesa, y adornar todo el lugar.

Ya era de noche, y padre aún no volvía. Por lo general siempre llegaba antes de que se ocultara el sol, pero esta vez no lo hizo. Madre estaba un tanto inquieta, y yo me senté en el sillón junto a la ventana para ver su llegada. Pero lo que ví fue otra cosa.

—Mamá... —dije con voz temblorosa.

Podía ver que se avecinaban varias luces hacia casa. Madre se asomó junto a mi a mirar.

—Algo pasó... —dijo impactada por la cantidad de luces que se aproximaban —cariño, escúchame con mucha atención —me sostuvo de los hombros —quiero que vayas a la habitación, y que te ocultes lo mejor que puedas. No importa lo que pase, no salgas ¿Entendiste? —no me dio tiempo de responder, me dio un abrazo y me empujó hacia la habitación —te amo.

Al entrar a la habitación, opté por que el mejor lugar para ocultarme era bajo la cama, ya que no tenía otro, y el closet me parecía algo muy obvio.

A pesar de estar ya oculta, podía oír todo lo que pasaba. Oí que golpeaban la puerta violentamente. Mi madre abrió intentando mantener la calma. La gente gritaba un montón de cosas sobre nosotros, pero lo que me dio más miedo oír fue: "¡Tráiganla y busquen a la niña!"

—¡No! ¡Déjenla en paz! ¡Es solo una niña!

Sacaron a mi madre a la fuerza de casa, y entraron unos hombres para buscarme. Tenía tanto miedo que lo único que fui capaz de hacer fue cubrir mi boca con ambas manos para no emitir ningún ruido; pero no iba a servir de nada, los hombres hicieron entrar junto con ellos a un perro que captó mi olor de inmediato y los guió directamente hacia donde estaba.

—¡No! ¡Sueltenme! ¡Sueltenme! ¡Papá!

—Oh, lo siento niña —dijo sarcásticamente —pero tu padre no vendrá, o mejor dicho, ustedes tendrán que ir con él —el hombre se quedó viéndome impresionado por un momento —mira esto —le dijo a su compañero —tiene una cola, y ojos rojos. Andando —dijo llevándome atada de manos y pies — la mujer es un vampiro. Es una lástima.

Durante todo el camino nos mantuvieron separadas hasta llegar a la villa. La gente estaba reunida en el centro, lugar en donde había una gran fogata, y junto ella, un poste, del cual se encontraba mi padre colgado de las manos e inconsciente.

—¡Galba! —gritó mi madre —cariño despierta ¡¿qué le han hecho?! —gritó a la gente —¡en todo este tiempo nunca le hicimos daño a nadie, y aun así nos tratan de monstruos! ¡Los únicos monstruos que veo aquí son a todos ustedes! —nunca la había visto reaccionar de esa forma. Estaba herida.

—¡Papá! —grité con la esperanza de que despertara —¡Papá! ¡Papá estamos aquí!

—Silencio, bestia —me hizo callar uno de los hombres golpeándome la espalda con un vara, lo que me hizo soltar un grito agudo.

Gracias a ese grito, padre despertó; parecía aturdido, debieron haberlo golpeado muy fuerte en la cabeza ya que por un lado de su cuello había una angosta línea de sangre.

—¡Galba! ¡Galba, cariño! ¡¿estás bien?! —gritó mi madre aliviada.

—Tizara... ¡Tizara, Arya! —exclamó volviendo en sí —¡déjenlas ir maldita sea! —comenzó a moverse frenéticamente, pero no consiguió liberarse.

Tomaron a mi madre y la ataron a otro poste, y a mí me colocaron al otro lado, formando así, una especie de triángulo, en donde todos podíamos vernos.

Madre no dejaba de rogarle a los humanos que me dejaran ir, mi padre a toda costa intentaba romper las cadenas que ataban sus muñecas, y yo no dejaba de llorar por miedo a lo que nos pasaría.

Madre no dejaba de rogarle a los humanos que me dejaran ir, mi padre a toda costa intentaba romper las cadenas que ataban sus muñecas, y yo no dejaba de llorar por miedo a lo que nos pasaría

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