Vircolac

Capítulo 48

Vampiros y lobos se dispersaron para tomar su propio camino. Todos juraron vivir en paz y abandonar la rivalidad que se tenían en donde sea que fueran a parar.

Ranch me dio su capa y cubrió mi espalda antes de irse junto con Daniel en uno de los caballos.

Daniel se despidió de mí con un abrazo cuidadoso. Miró por un momento el cadáver del hombre que alguna vez creyó que era su padre y se marchó.

—Gracias —dijo Farha cuando solo quedamos nosotros tres —. Nos liberaste de nuestra cobarde decisión.

—¿A dónde irás? —le pregunté —. Podrías venir con nosotros —vi un ligero brillo en sus ojos; pero negó riendo por lo bajo.

—No te preocupes por mí, niña —miró a mi padre —. Disfruta de lo que lograste. Quizás nos veamos en otro momento.

—Gracias —dijo mi padre, estirando su mano para agradecer. Farha le correspondió el gesto.

Farha nos ayudó a subir al caballo con el cual regresaríamos a casa. Mientras nos alejábamos, volví la mirada atrás para ver cómo se mantenía de pie mirando el cuerpo de Sinner antes de acuclillarse para verlo más de cerca.

—Estará bien —murmuró mi padre —Ya todo está bien.

—No todo... —dije bajando la mirada hacia la crin del caballo.

—Vas a estar bien —me abrazó con cuidado y apoyó el mentón sobre mi hombro —. Te volviste muy fuerte en todo este tiempo.

—Pero por mi culpa tú... —mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Nada de esto es tu culpa, hija mía —besó mi cabeza —. Siempre fue mi culpa. Y tanto tú como tu madre se vieron envueltas en ello.

—Tú... Siempre lo supiste... —sollocé.

—Lo supe desde el inicio... Sabía que tu madre querría que fuera una sorpresa para mí; pero cuando eso pasó... preferí no decir nada para protegerte.

—Comprendo...

—¿Me prometes que estarás bien? —apreté los dientes para no llorar. Vi que nos adentrábamos a un bosque —. Detente aquí —detuve el caballo, más no volteé a mirarlo, ni siquiera cuando sentí que se había bajado —. Vamos —estiró su mano intentando ocultar el leve temblor de ella.

—¿A dónde...? —Miré hacia otro lado para que no me viera llorar —. No es como que pudieras...

Sentí que sostenía mi brazo y me jalaba hacia él. Me hizo caer y me atrapó en sus brazos como a una niña. Sostenía una sonrisa cansada. Me alcé y lo abracé ocultando la cara en su cuello.

—No quiero. Debí ser más fuerte —él suspiró y me abrazó —. Siempre es mi culpa —comencé a llorar —. Nunca soy capaz de hacer algo bien...

—Claro que sí lo eres —me separó de él y caminó hasta un árbol —. Siéntate conmigo, cariño.

Hice lo que mi padre me pidió. Caminé hasta llegar junto a él y me senté a su lado. Me rodeó con su brazo y me acercó haciendo que mi cabeza reposara sabre su pecho. Podía escuchar su débil corazón mientras acariciaba mi cabello con suavidad.

—No tienes idea... de lo orgulloso que estoy que tú seas mi hija. Tu madre y yo tuvimos a la pequeña más hermosa y fuerte de todo el mundo —sujeté con firmeza su camisa —Gracias a ti, otros pueden vivir libres después de tanto tiempo.

—Se suponía que yo iba a salvarte.

—Y lo hiciste.

—De qué sirvió si de todos modos vas a... No debiste interponerte...