Capítulo 18

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Tenía pensado volver a casa para comer; pero antes de que pudiera dar un paso oí un ruido que llamó mi atención. Entonces, por mera curiosidad comencé a buscar la fuente del sonido, que no parecía estar muy lejos de donde yo me encontraba, así que no tuve problemas en encontrarlo rápidamente.

Había un muchacho en el claro, estaba entrenando con una espada de metal sin filo. Llevaba puesto una ropa ajustada con varias cintas de cuero alrededor de sus piernas y su cintura. Traía puestas un par de botas de piel de animal, y usaba un guante del mismo material en una sola mano. Era veloz con el arma, y sigiloso al momento de dar un paso.

—¿Qué hace? —me causaba intriga verlo mover la espada con tanta confianza y determinación.

Bajé del árbol para verlo más de cerca. Me oculté entre lo poco que quedaba de los arbustos. Pero para mi mala suerte, estaba tan pendiente de aquel chico, que no noté la presencia de otra criatura.

—Wow... —me volteé de un salto.

Justo detrás de mí había un enorme lobo. Era extraño, nunca había visto otro lobo que no fuera padre. ¿Qué haría conmigo?

—Am... ¿Hola...? —le dije, pero este no respondió —eres... bastante grande —no sabía que hacer, y el lobo comenzó a gruñir levemente.

—¿Sam? —dijo el chico dejando su actividad —¿Qué haces ahí? ¿Encontraste algo?

No podía huir, el lobo había bloqueado todas mis rutas de escape y comenzaba a entrar en pánico al pensar que iba a verme, pero de pronto recordé que ya no tenía cola, y que ante él solo sería una chica cualquiera. Completamente normal.

—¡¿Hay alguien ahí?! —preguntó mientras se acercaba.

—Ah, por favor, solo aleja a tu lobo y... me iré —le dije un poco asustada.

—Tranquila, no te hará daño. Sam —dijo cambiando el tono de voz —déjala en paz, amigo.

El lobo se apartó y el chico se acercó a mí ofreciéndome su mano descubierta.

—Mi lady, le ruego disculpe a mi amigo —le di la mano y ayudó a levantarme —a Sam... él... no está acostumbrado a los extraños.

—Entiendo, yo... lamento espiar es solo que nunca había visto a nadie estar por aquí.

—No hay cuidado —se quedó mirándome un largo rato, con una suave sonrisa.

—Ah, se hace tarde —dije apartándome de él y volteando la mirada al suelo —debo irme.

Comencé a caminar en dirección a la cabaña, pero el lobo se puso en mi camino bloqueándome el paso. Eso me puso un poco nerviosa.

—Sam, quieto —dijo en tono serio —mi lady, permítame acompañarla.

—Será mejor que no. Además, ni siquiera te conozco y...

—Me disculpo —hizo una reverencia —mi nombre es Daniel, y él es mi amigo y compañero, Sam.

Sam me parecía un lobo bastante peculiar; su pelaje gris y blanco me parecía hermoso; sus ojos eran distintos a los de padre o a los míos, tenía ambos ojos de distinto color, uno marrón, y el otro ámbar.

Daniel parecía un buen chico. Atento, caballeroso y apuesto, de seguro el sueño de cualquier chica "normal".

No había momento en que los ojos de Daniel no se encontraran con los míos, y eso me hacía sentir confundida. Tampoco dejaba de tomar mi mano cada vez que se la quitaba. No tenía opción, ya comenzaba a caer la noche y debía irme a casa para no preocupar a padre.

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