44. EQUIPO ROJO Y EQUIPO AZUL

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CARMEN 

Minerva ya llevaba un largo rato mirándome con alegría pero Edith no estaba del todo convencida de la historia que le había contado.

Por mi parte pensaba que era genial poder tirar a la basura ese estorboso yeso que solo lograba complicarme las labores de mi día a día, no sabía ni cómo, ni cuándo habían sanado tan rápido mis heridas, pero no me importaba porque mi emoción era genuina.

- ¿Estás  segura de que eso sea normal?.- Preguntó finalmente Edith, dejando ver su desconcierto. 

- Pues, segura, así que digas, ¡Uy que segura estoy!, pues no.- Minerva se rió con diversión por mi respuesta. 

- ¡Ahí está!, deberíamos ir a algún doctor para que te revisé el brazo. Originalmente tendrías que haber pasado cuatro semanas con el yeso, y no cumpliste ni siquiera con una.- Edith cruzó los brazos en señal de que estaba un poco molesta.

- De todas formas va ir para que le retiren el yeso. Usa tu sentido común, ¡Por amor de Dios!.- Minerva contestó quitándole importancia al asunto. Algo olía mal, la pelirroja estaba tomándose todo con tranquilidad.

- Me parece muy raro que tu no estés extrañada por la situación.- Edith frunció el ceño.

- ¿Cuál es el problema?, también estoy feliz de que Carmen esté mucho mejor. No eres ciega Edith, tu misma comprobaste que sus heridas eres muy graves, ¿O será acaso que no te alegras por ella?.- La pelirroja comenzaba a perder el control y un evidente enojo se asentaba en su rostro. 

Las cosas se estaban saliendo de control.

- ¡Por supuesto que me alegro por ella!, pero igualmente me preocupo, nadie puede curarse tan rápido de un hueso roto.- Movió su mano para dejar en claro que ella también estaba molesta.

- ¡Pues no parece que de verdad te alegre!, diría yo que hasta estás molesta de que esté sana.- Se acercó peligrosamente a Edith, retándola.

- ¿Cómo puedes decir eso?.- La morena se defendió.- Sería incapaz de pensar eso, Carmen es una de las personas más importantes en mi vida, por eso me preocupo. En cambio tú, parece que no te importa en realidad, por el simple hecho de que le restes importancia a la rapidez con que se curaron sus heridas, pareces la villana.- Edith enderezó la espalda, mostrando que no la intimidaría.

- No me levantes falsos, es diferente que tú estés exagerando las cosas.- Sus ojos azules reflejaban irritación por lo que había dicho al final de la oración. 

- ¡No las estoy exagerando!, ¡Le estoy dando la importancia que es debida!.- Refutó Edith

Mi paciencia llegó a su límite al ver que esta conversación, se había convertido en una riña. -¡Ya basta las dos!.- Interrumpí.- Ya sé que no es normal que mi brazo este bien, pero no quiero saber más del asunto. De hecho no me importa cuál haya sido la razón.- Señalé a Edith.- Y para que te sientas mejor, iremos al doctor para que me revisen.- Después señalé a Minerva.- Y contigo quiero hablar después a solas, me parece que estás actuando muy extraño.- Al escuchar esto último su cara de incomodidad respondió a mi petición.

- Bueno.- Contestaron las dos al unísono cabizbajas.

- Ahora vayan a arreglarse que todavía tenemos que ir a la escuela.- Ahora la que estaba enojada era yo.- Y no quiero que vuelvan a tocar el tema si no estoy presente, no quiero que se terminen peleando por una cosa tan estupida como esta.- Las dos me miraron con sorpresa, los ojos de ambas se abrieron al ver mi reacción, nunca me había permitido mostrarme molesta ante nadie porque el enojo no me poseía tan fácilmente.

- Pero...- Intentó protestar Edith.

- No quiero escuchar protestas, no hay pero que valga.- Finalicé mi regaño y me levanté decidida de la cama para retirarme.- Las dejo solas para que decidan quien se duchara primero, mientras bajaré para hacer el desayuno.- Abrí la puerta saliendo de mi habitación, sin dejar que dijeran algo. 

FUERA DE LUGAR (EN PROCESO DE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora