62. PRIMER AMOR

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¿Cómo puede estar mi corazón tan lastimado por una simple ilusión?, ella no me ama pero mi corazón le pertenece irremediablemente.

DEMIAN 

Miraba la desolada calle por la ventana con un vaso de refresco en la mano, era medianoche y faltaban unas cuantas horas para que iniciara mi entrenamiento individual con el abuelo. Después de pasadas varias semanas, un par al menos, lo había retomado.

En la espera de que diera la hora deseada, me hacían compañía Sebastián, Emmanuel y Beto, mis mejores amigos. Sus padres y mi madre eran amigos desde muy jóvenes, por azares del destino, las tres mejores amigas y los tres mejores amigos de mi madre se emparejaron e hicieron una vida juntos, mientras que mi madre conoció a mi padre hasta la universidad. Tal vez la gran "Freya Svend" se había tomado muy enserio el significado de su nombre, bautizada así en honor a la diosa del amor nórdica, y gracias a ella era que los padres de mis mejores amigos se amaban desmesuradamente; en fin, por ende, gracias a la cercanía de mi madre con su padres, desde nuestro nacimiento éramos como hermanos.

- Entonces, ¿Cómo te has sentido en los últimos días con el entrenamiento?- Sebastián, el mayor de todos, intentaba reavivar la conversación que minutos antes había estado muy muerta.

- Cansado.- Dije con desdén y sin voltear a ver a los tres chicos que estaban tras de mí. Mis ojos se encontraban perdidos en los nubarrones que se extendía cada vez más en el oscuro cielo. 

- ¡Vamos amigo!, no puede ser tan malo entrenar directamente con el jefe de tu clan.- Emmanuel, el menor de todos nosotros, se levantó y me dio una pequeña palmada en los hombros con su inquietante cara que a cualquiera le helaría la sangre.

Lo que decía era verdad, el abuelo Esben había sido piadoso conmigo estos días porque sabía el origen de mi abulia. Ya era normal que me sintiera algo desanimado, decepcionado e incluso confundido.- Tienes razón, el que no da el ancho como sucesor del clan soy yo.- Suspiré con pesadez.

Una carcajada de Sebastián a mis espaldas llamó mi atención así que volteé a verlo con curiosidad.- ¡Ay amigo!, sospecho que lo que te atormenta no es exactamente el cargo de líder que futuramente debes tomar.- Alzó una ceja y recargó su espalda en el mullido sofá de la sala de estar. 

Con un gesto desconcertado, miré al mulato mientras me acercaba a su lado.- Entonces, según tú, ¿Qué es lo que me atormenta?.- Dejé el vaso ya vacío sobre el respaldo del sofá y crucé los brazos.

- Conozco esa mirada tan bien, que no dudaría en decirte que sufres de mal de amores por una chica.- Una curva burlona se dibujó en sus labios. Los otros dos individuos miraron con  perplejidad mi expresión de asombro, y al igual que yo, se acercaron a Sebastián con una incredulidad notoria.

- ¿Es cierto?- Dijo Beto en un hilo de voz mirando atentamente al atezado, pero por el contrario, era claro que la pregunta iba dirigida directamente a mí. 

Volteé con disimulo al sucio y opaco cristal que dejaba ver la apagada ciudad para que mis mejores amigos no se percataran de mi incomodidad.- Si.- Dije secamente.

Hubo un prolongado silencio en donde sólo se podían escuchar los truenos y rayos que venían desde el exterior, presagiando una turbulenta lluvia. Una carcajada irónica, por fin, y después de muchos segundo, hizo eco por las viejas y antiguas paredes de la habitación.- ¡No puedo creerlo!, ¡¿Tú?!, ¡¿Enamorado?!, ¡Debe de ser un milagro!.- De un momento a otro, los anteojos de Emmanuel se encontraban buscando mi cara como si quisiese comprobar que lo que decía era verídico.- ¿Por qué no nos lo habías dicho?- 

No contesté nada, mientras esquivaba a propósito los ojos marrones del joven ya que me resultaba embarazoso el contacto directo con sus dilatadas pupilas, pero sus cabellos negros buscaban una manera molesta de incrustarse en mis córneas para, de alguna manera, ver la cara del miope que se plantaba delante de mí. Pese a todo, no quería darle una respuesta a la pregunta porque lo que más me costaba admitir era que llevaba ya un par de meses con el corazón enganchado a una niña que no me veía como un posible pretendiente, ni mucho menos como una posible pareja, ella no tenía la menor idea de que el amor que le tenía era tonto, insistente, incluso mal-sano para mi mente y estar en esa situación era bastante doloroso pues para esa chica yo sólo era un amigo. 

FUERA DE LUGAR (EN PROCESO DE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora