65. DÍA DE COMPRAS

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CARMEN

¡Ah!, ¡Las vacaciones!, ese corto periodo de tiempo en el que me podía dar el gran lujo de  sentarme a ver algo en la televisión, ir al parque a ver a los niños alegres jugando por los alrededores e incluso ir a pasear a ningún sitio en específico, solo caminar y tomar un breve respiro de lo estresante y desesperante que podía llegar a ser la escuela. 

En verdad, nunca me hubiera imaginado tener una linda relación con un chico y mucho menos se me hubiera atravesado en la cabeza, ni siquiera mínimamente, que ese chico terminaría siendo un vampiro. Pero ahora todo lo extraño parecía normal y lo simple parecía extraordinario, mi vida, en estos pocos meses, era así, si bien con sorpresas y cosas asombrosas, era tranquila y pacífica. 

Estas serían mis primeras vacaciones con Velkan (y sabía que probablemente las últimas), y claro, también serían las vacaciones más especiales en un largo rato, ya procesaba con más calma que mi vida estaba dando un vuelco de 180°. 

Después de haberme dicho aquella confesión en donde claramente tendría que mantener mi vida sexual inactiva, Velkan me llevó a una tienda de ropa para comprar algo y usarlo en la fiesta de mi queridísima madre, él creía fervientemente que eso me alegraría un poco después de que sucediera el incidente con el señor Samael y con Caleb. Pero para ser sincera, yo no me sentía nada cómoda estando en tiendas de ropa y mucho menos en centros comerciales en donde esas tiendas de ropa se establecían, por las cuestiones de probarme y quitarme la ropa cuando, en efecto, no me quedaban, además claro, de que me desagradaba que Velkan gastara su dinero.

Sin embargo, el chupasangre al ser muy insistente, me terminó convenciendo para ir a un lugar que, gracias a Dios, estaba casi vacío. No me gustaban los vestidos y tampoco la ropa tan afeminada, así que me decidí a usar algo, que según mi mamá, podría ser catalogado como decente, no era tan llamativo y tampoco tan apretado, era algo perfecto para mis gustos: una blusa floreada con un poco de escote, un par de  leggins negros, unas botas con un poco de tacón y un conjunto brillante de un collar y unos aretes que Velkan había elegido para mí. 

Después de haber pasado la mayor parte del día dando miles de vueltas por las tiendas, regresamos con las manos llenas de bolsas, no dije ni comenté nada, pero muy en el fondo debía admitir que Velkan tenía una gran obsesión por la ropa cara y de marca, pero suponía que era normal, después de todo, ¿No era de la realeza aún siendo humano?, debía estar acostumbrado a tener lujos y sus prendas de vestir, por supuesto, no tenían que ser una excepción. No me molestaba pero para la próxima vez que fuera a ir de compras tendría que ir solo, porque me causaba mucho malestar que las empleadas me estuvieran preguntando a cada momento si lo que tenía en las manos era lo que buscaba, era horriblemente abrumador, cuando hacía compras no sabía ni para qué iba, ¡¿Cómo carajos iba a saber si lo que tenía en las manos era lo que buscaba si ni siquiera sabía que hacía parada en medio de una tienda de ropa?!

Al tocar por fin el umbral de la puerta, decidí echarme como un bulto en el sofá, tenía un ardor y dolor horrible en ambos pies, mis pantorrillas palpitaban de una manera extraña y sentía que mis muslos estaban sumamente tensos; caminar tanto me había cansado y ahora dudaba para asistir a la fiesta de mi madre. 

Había logrado hacer una videollamada a Caleb antes de que la fiesta diera inicio, conversamos un buen rato y logré aclarar mi situación sobre mi sorpresiva recuperación, y a pesar de que la duda recorría en cada segundo su moreno rostro, él intentaba con mucho esfuerzo creer todo lo que salía de mis labios. Pasados unos minutos, por fin me levanté para arreglarme. 

No era nuevo que los mexicanos nos tomáramos a la ligera la puntualidad, y para el mal carácter de mi madre, yo ya iba tarde como era mi costumbre. Faltaba por lo menos unas dos horas para que diera comienzo la fiesta y yo ni siquiera me había dignado a ducharme, siempre los eventos con mucha gente me daban ansiedad, ya que, no tenía a nadie con quien socializar y solo me limitaba a sentarme en un esquina mientras bebía un poco de jugo o refresco. Ahora que irían algunos cuantos conocidos míos no sabía cómo era que pasaría la velada, pero, por alguna extraña razón no me emocionaba ni un poco la idea, tal vez mi asocialidad estaba apoderandóse de mi persoanilidad.

FUERA DE LUGAR (EN PROCESO DE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora