60. LÍMITES

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VELKAN

- ¡¿Qué?!... ¡¿Qué?!... ¡¿Qué están haciendo?!.- Después de un estruendoso portazo, en el marco de la puerta se encontraban Caleb y Samael. Caleb tenía la mano en la boca y al parecer se estaba riendo, mientras que Samael se mostraba algo molesto.

Carmen al escuchar el grito de Samael, se levantó rápidamente, tomó la sábana y nos cubrió a ambos. Gruñí de frustración, era un momento muy íntimo para los dos y estaba siendo interrumpido, además notaba vergüenza, incomodidad y arrepentimiento en la mirada de mi amada. Yo no me sentía sorprendido ni incomodó, pero sí que estaba enojado y decir enojado era poco, estaba furioso.

Me levanté de la cama con cuidado de no exponer a Carmen ante las miradas de los foráneos que se encontraban en la puerta, ni siquiera me digné a ponerme pantalón y fui a su dirección con lo único que tenía encima, mi ropa interior.- ¿Con que ya no tocamos la puerta?.- Dije con seriedad y una ceja levantada, encarando a Samael.

- ¿Qué carajo estás haciendo?- Contestó ignorando mi pregunta. Evidentemente él también estaba enojado.

Hubo un prolongado silencio mientras teníamos un duelo de miradas, hasta que la voz de otro hombre, ajena a nosotros respondió sin ninguna traba.- Estaba a punto de tener sexo con mi hermana.- Contestó Caleb con una lágrima a nada de desbordarse de su ojo después de tanto reírse en silencio.

Los dos miramos al chico confundidos ante su reacción.- Si, bueno, es obvio, pero no me refería a eso exactamente.- Samael le habló a Caleb con un tono más calmado.

Sabía a lo que quería llegar. Hace poco tiempo habíamos tocado el tema de qué precauciones debía tomar si llegara a tener relaciones con Carmen, pero no la estaba obligando a nada, así que no estaba haciendo nada malo, había consentimiento de ambas partes porque yo nunca forzaría a Carmen a que hiciera algo que ella no quisiera.

Samael regresó a su tono de voz anterior y se dirigió a mí.- ¿Qué demonios te pasa por esa cabeza?, ella es sólo una niña, apenas tiene dieciséis años.- Colocó la mano en la pared haciendo un sonido hueco ante el movimiento tan brusco.

Crucé los brazos y me recargué en el marco de la puerta, fruncí el ceño con enojo.- Sé lo que hago, no es necesario que me reclames.- Mantuve mi mirada firme en sus ojos para que supiera que yo también estaba molesto.

Él se irguió y sus ojos comenzaron a brillar por la irritación.- ¿Sabes lo qué haces?, ¿En serio sabes lo qué estás haciendo?.- Caleb lo miró atentamente y después abrió la boca por la sorpresa de ver aquel resplandor salir de sus pupilas.- Ella no puede tomar decisiones con claridad todavía, sus hormonas son las que le dicen qué hacer, no su cerebro. Y tú tampoco estás pensando con la cabeza, al parecer lo que tienes entre las piernas es lo que te hace actuar.- Apuntó su dedo a mi cara, mostrando autoridad.

Ahora estaba colérico pero intentaría controlarme por el bien del joven Caleb, pero sobre todo por la seguridad de Carmen.- No discutiré más contigo, número uno porque no es el lugar, número dos no es el momento y número tres hay personas que pueden salir heridas.- Apreté mi mano haciendo que mis uñas de clavaran en mi brazo.- Así que te invito a que me esperes en la sala si quieres hablar, necesito arreglarme.- Tomé la puerta.- Una disculpa por todo Caleb, pero a ti también te pediré el favor de esperarnos en la sala por ahora.- Azoté la puerta sin dejar que Samael contestara y me dirigí nuevamente a la cama.

Me recosté a un lado del cuerpo de Carmen, suspiré para calmarme a mí mismo, no quería arruinar el ambiente entre ambos por mi estado de ánimo recientemente estropeado por el angelical; ella estaba muy quieta y tenía la mirada perdida en la nada, a pesar de estar casi inexpresiva las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos cristalizados.- Pe... perdón.- Un hilo de voz apenas perceptible salió de sus labios rosados.

FUERA DE LUGAR (EN PROCESO DE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora