FUERA DE LUGAR (EN PROCESO DE EDICIÓN)

39. POR FIN EN CASA

VELKAN

Ya habían pasado unos minutos desde que nos habíamos sentado a pedir comida en el pequeño establecimiento chino. Carmen estaba platicando con Samael y Juan de cosas interesantes para ir a ver en la Ciudad, tal vez estaban planeando otra salida de amigos porque Samael se veía muy interesado.

- ¿Cuánto años tienes?.- Dijo Juan entre la conversación. 

- ¿Cuántos años me calculas?.- Samael se recargó en la mesa sin darle mucho importancia a la pregunta. Por lo menos le agradecía que no fuera tan indiscreto con respecto al tema de la edad.

Carmen lo miró por algunos segundos entrecerrando los ojos como si esto le ayudara a adivinar.- ¿Diecinueve?.- Finalmente dijo.

- Probablemente hayas acertado.- Juan le hizo segunda.- Es que sus músculos me confunden mucho, hace que parezca más grande de lo que aparenta. ¿Tal vez dieciocho?.- El chico chasqueó como si hubiera sido la respuesta correcta. 

- ¡Estás loco!, estoy segura que ya casi va a cumplir los veinte.- Carmen defendió su respuesta.- Se ve más mayor, hay una posibilidad de que tenga hasta veinticuatro. No puede tener dieciocho luciendo así.- Le dio un pequeño golpe en el brazo.

- ¡No, tú estás loca!, no puede tener más de veinte, ¿Alguna vez has visto a los niños gringos?, tienen dieciséis y se ven de veinte.- Abrazó a Carmen.- Quien quita y Samael sea uno de esos.- Rió.

- Mataste mi teoría con esa respuesta.- Dijo Carmen mientras se reía.- Tal vez el señor Samael sea gringo y por eso se ve así.- Empujó levemente a Juan.

- ¿Por qué le dices señor?.- El chico respiraba tranquilamente para calmarse. La misma pregunta me hacía yo, desde que Carmen se había mudado a mi casa llamaba "señor" a Samael.- Podría ser tu hermano.- Terminó su reclamación.

- Es por respeto, a todas las personas mayores les llamó señor o señora.- Carmen hizo para atrás los cabellos que Juan había despeinado.- Ahora sí señor Samael, sáquenos de dudas y díganos cuántos años tiene.- 

Samael se mostraba divertido ante la escena.- Tengo veintidós.- Una sonrisa burlona se plantó en sus labios. No podía juzgar que no les dijera su verdadera edad porque al fin y al cabo yo había hecho lo mismo que él. 

- ¡Gané!.- Carmen saltó de emoción de su asiento.- Te lo dije, yo tenía razón.- Señaló con felicidad a la cara de Juan.- Ahora ya está justificado que lo llamé "señor Samael".- Se sentó más tranquila.

Cuando nos llamaron para ir a recoger los pedidos en la barra, Samael y Juan se levantaron, dejándonos solos en la pequeña mesa. No había hablado, solo escuchaba con atención todo lo que decían entre ellos, de hecho me había causado gracia a mi también el comportamiento infantil de Carmen y Juan, aunque por el momento no me agradara mucho el chico.

Comimos sin mayores contratiempos, estaba muy tranquilo el ambiente y podía sobrellevar el tiempo con las agradables conversaciones que fueron surgiendo entre todos. Nos fuimos de la plaza aproximadamente a las ocho de la noche, algo tarde para ser realistas pero no me arrepentía de nada, la había pasado agradable con la compañía de ellos aunque no lo admitiera.

Regresamos en el auto al departamento y en el transcurso del camino por el reflejo de las ventanas pude ver las expresiones de Carmen y Samael, estaban sonriendo a la nada como si la pequeña reunión los hubiera hecho las personas más dichosas del mundo. No podía seguir mintiéndome a mí mismo, estar junto a ellos me alegraba la existencia y hacía que fuera más llevadera.

Entrando a la casa Carmen llamó a Minerva y a Edith para invitarlas a pasar la noche y sin muchos rodeos aceptaron, cabe destacar que sus padres al saber que la pijamada era de Carmen ni siquiera renegaron en contra de la idea. Las chicas estuvieron en mi departamento antes de las diez de la noche, no tardaron mucho tiempo en llegar, los padres de ambas las trajeron en sus carros y Carmen y yo las recibimos personalmente afuera del gran edificio, hubiera sido descortés no hacerlo.