Capítulo cincuenta y cuatro.

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Cameron.

Suspiré profundamente mientras mi puño se estrellaba contra la pared en un gesto desesperado por un poco de tranquilidad, estaba harto. Mi reflejo lo demostraba a flor de piel, traía unas ojeras que colgaban bajo mis ojos, y mi rostro estaba mas pálido de lo normal. No había dormido bien los últimos meses, y es que por primera vez en mi vida yo tenía algo que perder.

Tenía alguien que me importaba, alguien que amaba además de mi mismo.

Los papeles que mi investigador había traído no servían de nada, no había absolutamente ninguna pista acerca del hermano que Michael y mi madre habían escondido todo este tiempo.

Pero habían dos cosas que ya sabía, era menor que yo, y que Michael se había hecho cargo de él toda su adolescencia, por lo que era una persona absolutamente peligrosa y fuera de sí. Tal como lo era él.

Porque si estar con él durante trece días me había convertido en un mounstro, no quería imaginar qué sucedería con alguien que compartió años con él.

Tomé de mi taza de café, estaba fallando, le estaba fallando a la persona que me importaba al no dar con el paradero de la persona que podría dañarla. Un escalofrío me recorrió el cuerpo ante el mero pensamiento de Michael cerca de la que era ahora mi familia.

Familia, una palabra que no usé durante toda mi vida y que ahora me había dado cuenta del peso que tenía. Observé por la pequeña ventanilla de mi oficina a Leah, su cabello marrón caía por sus hombros mientras acariciaba su panza, no estaba seguro de cuánto más aguantaría esto. Habían sido los cuatro meses más difíciles de mi vida.

Ella no me dirigía la palabra, y yo no deseaba presionarla más de lo que ya lo hacía, ya no podía ser un impulsivo de mierda con ella, ya no podía ser Cameron Black. Con ella ahora sólo era Cameron.

Su madre la visitaba cada fin de semana, sin embargo me observaba con desprecio, ella y su colega Jack. Cabe decir que no me sorprendió demasiado la cercanía de ellos dos, compartían un odio absorbente hacia la misma persona, yo.

El amigo de Leah también la visitaba algunas veces, pero nunca le presté demasiada atención, sabía que era homosexual y aquello ya no me interesaba en lo absoluto, yo estaba preocupado por mis asuntos, cosas mucho más importantes.

Leah observó hacia la ventanilla y sus ojos se desviaron de inmediato, en todo este tiempo ella no hacía contacto visual conmigo a menos que sea estrictamente necesario, su habitación se encontraba en la otra punta de la casa, y hacía todo lo posible para no toparse conmigo. Me evitaba de una manera que más que herirme, me jodía.

Y la verdad, no lo entendía.

Yo deseaba abrazarla, ayudarla, y hasta contenerla. No tenerla a metros de mi.

Ella estaba diferente, pareciera que el embarazo la había cambiado de una mala manera. Aunque físicamente la seguía encontrando preciosa, su estómago estaba hinchado,  y a veces notaba que caminaba a pies descalzos porque los zapatos no entraban en sus pies.

Viana se había hecho cargo de muchas cosas con respecto a ella, y aunque me molestaba que le dedicara tanta atención a una empleada, prefería no joderla y dedicarme a lo importante. Sabía que Michael estaba cerca, y sabía que atacaría lo único que me importaba, a Leah. Y nuestro hijo.

A pesar de las horribles palabras que ella había dicho en contra del bebé, notaba cuán preocupada estaba por él conforme pasaba el tiempo, notaba que en la noche le contaba canciones, y veía los discos de las ecografías hasta cansarse, le hablaba a diario preguntándole cuándo podría por fin conocerlo. O conocerla.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora